CAPITULO 14

8 3 0
                                    

JULIA

Montada en mi bicicleta, el viento helado golpeaba mi rostro, pero no podía sentirlo. Mi mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. La realidad de lo que había sucedido me abrumaba, y cada pedalada me alejaba de la mansión de Alex y de la confusión que había dejado atrás. Sentía que no iba a poder salir de esta.

Un impulso momentáneo me llevó a pensar en volver a la cafetería, a rogarle a Julián que me perdonara. Pero al recordar cómo me había tratado, el terror se apoderó de mí. Preferiría dormir en la calle antes que enfrentarme a ese ser despreciable. La idea de volver allí era más aterradora que cualquier situación que había vivido con Alex y su mundo.

También pensé en pedirle ayuda a Natalia. Sabía que siempre estaba dispuesta a ayudarme, pero su familia era humilde. No quería aprovecharme de su bondad. Sabía que no podría dormir tranquila si lo hiciera.

Mientras pedaleaba, las ideas iban y venían, cada una más desesperada que la anterior. La idea de dar la vuelta y rogarle a Alex, o incluso amenazarlo con contarle a la policía lo que había visto, parecía igualmente horrible. ¿Cómo podría hacerlo? Era arriesgarme a ponerme en peligro aún más.

Me detuve un momento, sintiendo cómo la angustia me ahogaba. Sin ninguna opción clara, mi cabeza giraba, y la sensación de estar atrapada se hacía más intensa. Tenía que encontrar una salida, pero las paredes de mi situación parecían cerrarse a mi alrededor.

En cuanto me di cuenta, ya estaba en el barrio. Deje la bicicleta en el portal y corrí hacia casa. En ese momento, me daba igual todo. Solo quería refugiarme en un lugar familiar. Pero, al cruzar la puerta, la realidad me golpeó con fuerza.

Estaba sin trabajo. Sin dinero. Sin medicamentos. Tenía que pagar las facturas. Tenía que comer. Cada una de esas verdades me aplastaba como un peso insoportable.

Empecé a hiperventilar. La respiración se me aceleró, y el aire parecía escasear. Cerré los ojos un momento, tratando de encontrar un punto de anclaje, algo que me ayudara a calmar el torrente de pensamientos que me invadía. Pero era imposible.

Recordé las semanas pasadas, esos momentos de felicidad que había encontrado trabajando para Alex. La estabilidad, aunque frágil, me había dado un sentido de propósito. Ahora, todo se desmoronaba ante mí.

Con cada inhalación entrecortada, sentí cómo la ansiedad me consumía. Me apoyé contra la pared, buscando el control que se me escapaba. Tenía que pensar con claridad, pero las ideas se enredaban en mi mente como un hilo enredado.

"Respira, Julia, respira," me repetía en voz baja, aunque la frase se sentía vacía. Sabía que tenía que encontrar una solución, pero la oscuridad parecía cerrarse a mi alrededor, y no veía la salida.

Fui corriendo al estante de las medicinas y tomé el ansiolítico más fuerte que tenía. Sabía que no era bueno depender de esas pastillas, pero mi cuerpo estaba en un estado tan crítico que cualquier alivio era bienvenido.

Con el comprimido en la mano, sentí una mezcla de alivio y culpa. ¿Hasta dónde había llegado para buscar consuelo en algo así? Pero no podía permitirme rendirme; necesitaba calmarme, al menos por un momento, para poder pensar con claridad.

Mientras esperaba a que el efecto comenzara a hacer efecto, me dejé caer sobre la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas bajo mi cuerpo. Las lágrimas empezaron a brotar sin previo aviso, como un torrente que había estado contenido demasiado tiempo. Recordé las palabras de Alex, su fría indiferencia al despedirme, y el peso de su decisión me aplastó aún más.

"No puedo quedarme así," murmuré, limpiando mis lágrimas con la mano. Tenía que encontrar una forma de salir de este lío. Sin trabajo, sin ingresos, sin esperanza. Pero, ¿qué opciones me quedaban? La idea de volver a la cafetería me llenaba de terror, y pedir ayuda a Natalia se sentía como una carga que no quería imponer.

Con cada segundo que pasaba, la angustia crecía en mi interior, pero sabía que debía encontrar un plan. Tenía que ser fuerte, aunque no sabía cómo.

El efecto de los calmantes comenzó a hacer efecto y, poco a poco, caí en un sueño profundo. Prefería eso a seguir despierta, sintiendo esta angustia desgarradora que amenazaba con consumir cada parte de mí.

En el sueño, todo era más fácil. No había deudas ni preocupaciones, solo una sensación de alivio que me envolvía. Las pesadillas se desvanecieron, y por un momento, la vida era simplemente... tranquila.

Sin embargo, en lo más profundo de mi mente, una voz me susurraba que al despertar, todo seguiría igual. Pero en ese instante, me dejé llevar, buscando refugio en la oscuridad, aunque supiera que el sol volvería a salir y con él, mis problemas.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora