CAPITULO 39

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ALEX

Ver a Julia ahí, frente a mí, fue una sorpresa. Pero aún más sorprendente fue darme cuenta de que la había invitado a entrar. Algo dentro de mí me había impulsado a hacerlo, una intuición que no pude ignorar. Ella no pertenecía a este lugar, no a mi mundo, y, sin embargo, estaba aquí, buscando algo.

Confundido, le repetí:

—¿Marcos?

Julia insistió, mirándome directamente, y pude ver la preocupación en sus ojos.

—Sí, Marcos ha desaparecido. Nadie sabe dónde está. Él trabaja para ti, y pensé que tal vez podrías saber algo.

Una oleada de enfado recorrió mi cuerpo de manera repentina e irracional. ¿Por qué tanto interés en Marcos? Intenté ignorar el sentimiento, pero una pizca de celos se manifestó en mí, haciéndome sentir incómodo. No debería importarme lo que Julia hiciera, ni en quién pensara. No era asunto mío. Pero no podía evitarlo. Su presencia aquí, su preocupación por Marcos... todo me retorcía algo por dentro.

Además, tal vez solo eran amigos. Sí, tenía sentido.

Intenté mantener la calma y respondí con indiferencia.

—No sé nada del tema. No he tenido noticias de él.

Pude notar el cambio en la expresión de Julia, cómo sus labios temblaron por un instante antes de hablar de nuevo. Parecía nerviosa, y rápidamente añadió:

—Marcos es la pareja de mi mejor amiga, Natalia. Ella está muy preocupada, y... bueno, no sabía a quién más recurrir.

Arqueé una ceja, observándola en silencio, preguntándome si se había dado cuenta de que, por un segundo, había sentido celos. ¿Era por eso que se apresuraba tanto en darme esa explicación? Había algo en la forma en que lo había dicho, la rapidez, como si sintiera la necesidad de aclararlo. Y aunque me costara admitirlo, no podía evitar que me gustara un poco más de lo que debería. Una satisfacción egoísta que no quise reconocer.

Suspiré, mirando a un lado mientras intentaba poner en orden mis pensamientos. Entonces, de repente, recordé algo. Hubo un incidente hace unos días. Los Delgado atacaron a un par de mis hombres que vendían en la calle. Fue un ataque imprevisto, una represalia. Podría ser que Marcos hubiera estado involucrado.

—Espera —dije, volviendo a mirarla con seriedad—. Hubo un problema hace unos días. Los Delgado atacaron a un par de mis hombres mientras vendían en la calle. Es posible que Marcos fuera uno de ellos.

Vi cómo Julia se quedaba inmóvil, y luego sus ojos se agrandaron de terror. El color desapareció de su rostro, y antes de que pudiera procesar lo que acababa de decir, sentí el impulso de dar un paso hacia ella. No podía soportar verla así, tan asustada.

—Tranquila —le dije, mi voz suavizándose mientras me acercaba—. Esos dos hombres están vivos. Están en el hospital St. Mary's, fuera de la ciudad. Están recibiendo tratamiento.

Julia parpadeó, intentando asimilar lo que le acababa de decir, sus ojos buscándome con desesperación.

—¿Están vivos...? —murmuró, su voz temblorosa, como si necesitara oírlo de nuevo.

Asentí, mirándola fijamente. Pude ver el miedo y la angustia reflejados en sus ojos, y sin pensarlo, levanté la mano y la coloqué suavemente sobre su brazo. La necesidad de tranquilizarla, de borrar esa expresión de su rostro, me superaba.

—Sí, están vivos —repetí, con firmeza—. No voy a dejar que te preocupes por algo que ya se está manejando. Si Marcos está allí, estará bien. Lo encontraremos.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora