CAPITULO 27

11 4 0
                                    

JULIA

Cuando el doctor Ramírez se sienta frente a mí, la tensión en mi pecho se hace más palpable. Su expresión es seria, y eso solo incrementa mi ansiedad.

—Julia —comienza, su voz clara y medida—. Los resultados de tus pruebas han mostrado que tu cuerpo está mostrando cierta resistencia al aceptar el nuevo riñón.

Mis pensamientos se dispersan como hojas arrastradas por el viento. No entiendo a qué se refiere exactamente.

—¿Resistencia? —pregunto, con la voz temblorosa—. ¿Eso significa que mi cuerpo está rechazando el riñón?

El doctor me mira con calma, tratando de tranquilizarme.

—No necesariamente —me dice, y su tono es firme pero reconfortante—. Aún no podemos confirmar un rechazo total. Sin embargo, los niveles de algunos marcadores en tus análisis indican que los medicamentos inmunosupresores que estás tomando no son suficientes en este momento.

El nudo en mi estómago se aprieta. La idea de que mi cuerpo esté luchando contra el riñón que tanto necesitaba me aterra.

—¿Qué significa eso? —pregunto, mi voz casi un susurro.

—Significa que debemos actuar —responde—. Es mejor probar un tratamiento nuevo para corregir la situación. Hay opciones disponibles que pueden ayudar a mejorar tu respuesta.

La incertidumbre me envuelve.

—¿Qué tipo de tratamiento? —pregunto, deseando aferrarme a una solución tangible.

—Podríamos ajustar la dosis de los medicamentos que estás tomando y añadir un nuevo fármaco que ha demostrado ser efectivo en estos casos —explica, tomando notas en su carpeta—. Quiero que sepas que esto no significa que estés en una situación desesperada. Es un paso más en el proceso.

Mis pensamientos giran. Mientras sus palabras se entrelazan con mis miedos, un leve destello de esperanza se abre paso en medio de la oscuridad.

—¿Cuánto tiempo durará este nuevo tratamiento? —pregunto, tratando de enfocar mi mente en lo que realmente importa.

—Generalmente, es un proceso de algunas semanas. Pero lo más importante es que estamos aquí para apoyarte y monitorear tu progreso de cerca —responde, su mirada firme en la mía.

Me tomo un momento para asimilar la información.

Cuando el doctor Ramírez menciona el nuevo tratamiento y el seguimiento necesario, lo único que puedo pensar es en el dinero. La sombra de las facturas y las preocupaciones económicas se cierne sobre mí como una nube oscura.

—¿Y todo esto... lo cubre el estado? —pregunto, casi sin aliento, la ansiedad apretando mi pecho.

Su respuesta es directa y, a la vez, devastadora.

—No, Julia. Lamentablemente, esos tratamientos no están cubiertos completamente por el sistema de salud.

Una oleada de tristeza me inunda. Es tan injusto que, en medio de esta lucha por mi vida, el dinero se convierta en un obstáculo. A veces, parece que el destino se ensaña conmigo, como si las dificultades nunca quisieran darme un respiro.

El doctor Ramírez, consciente de mi situación, intenta hacerme entender que lo que está en juego es mucho más importante que cualquier preocupación financiera.

—Sé que esto es complicado —dice, con un tono de empatía—, pero quiero que comprendas que tu salud debe ser la prioridad en este momento. Hay opciones de financiamiento y organizaciones que pueden ayudarte.

Su mirada es firme, llena de determinación, y en sus palabras hay una sinceridad que me reconforta. Sin embargo, la angustia de la incertidumbre y el miedo al futuro se enredan en mi mente.

—No quiero que el dinero se convierta en un motivo para dudar de mi bienestar —susurro, sintiéndome vulnerable.

—Entiendo tu preocupación, y es completamente válida. Pero debemos centrarnos en el tratamiento y en lo que realmente importa: tu recuperación —me responde, con una calma que me invita a reflexionar.

Asiento, comprendiendo la situación que se me presenta. Acepto el nuevo tratamiento. Buscaré la manera de pagarlo; no voy a permitir que el dinero me cueste la vida. No puedo arriesgarme a que mi cuerpo rechace el órgano que me ha dado otra oportunidad.

—¿Es absolutamente necesario? —vuelvo a preguntar, la inquietud aún presente en mi voz.

—Sí —responde el doctor, con seriedad—. Necesitamos bajar al mínimo las posibilidades de rechazo. No puedo garantizarte al cien por ciento que no suceda en el futuro, pero siempre es mejor hacer todo lo posible para prevenirlo.

Su respuesta pesa sobre mí. Aunque entiendo la lógica detrás de sus palabras, la realidad se siente abrumadora. Tomo una respiración profunda, sintiendo cómo la decisión se asienta en mi pecho.

—Está bien —digo finalmente, aunque aún estoy en estado de shock.

La realidad del momento se cierne sobre mí. Estas no son noticias totalmente malas ni buenas, pero aún así, siento que la vida me pone otra piedra más en el camino.

Al salir de la consulta, las palabras se me escapan. La mente aún está aturdida, y cuando finalmente veo a Marcos y Natalia, se levantan de inmediato al verme. Sus rostros se llenan de expectativa, pero yo solo puedo mirarlos fijamente.

En mi mirada hay un torrente de emociones: miedo, incertidumbre y una necesidad abrumadora de estar sola. En un instante, saben lo que necesito; no hay palabras que puedan explicar lo que siento.

Natalia, siempre perceptiva, asiente levemente, comprendiendo mi deseo de escapar de la presión del momento. Hay una conexión silenciosa entre nosotras, un entendimiento que trasciende las palabras.

Con una última mirada hacia ellos, me giro y salgo del hospital. Cada paso que doy hacia la salida es un intento de dejar atrás la angustia que me persigue. El aire frío me golpea al salir, pero no me detengo. Necesito claridad, necesito tiempo para procesar todo lo que ha pasado.

Mientras me alejo, escucho cómo Marcos y Natalia se quedan atrás, su presencia una mezcla de apoyo y preocupación. Siento que esta batalla es mía, y aunque su amor y su ayuda son invaluables, en este momento solo puedo enfrentar mis pensamientos en soledad.

Necesito un plan, y lo necesito ya. El médico me ha dejado claro que en unas semanas comenzará el nuevo tratamiento, y no tengo tiempo que perder. La urgencia de conseguir dinero se siente como una carrera a contrarreloj; cada segundo cuenta. Las facturas me acechan, y la idea de que mi salud dependa de mi capacidad para pagar el tratamiento es abrumadora. Debo encontrar una solución rápida, antes de que el tiempo se me agote y la situación se convierta en una pesadilla aún más grande.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora