CAPITULO 6

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JULIA

Mientras pedaleaba, no podía sacudirme la imagen de Julian de mi mente. Sus palabras aún resonaban en mis oídos, cada una como un eco de humillación que se negaba a desvanecerse. La forma en que me había mirado, cómo se había acercado, me hacía sentir pequeña y vulnerable.


—No puedo creer que haya pasado eso —pensaba, con la respiración entrecortada. Recordaba su risa burlona y la forma en que sus ojos se habían oscurecido de una manera que me hizo sentir atrapada. Aquella situación había sido como un regreso a esos días oscuros con mis padres, a la humillación y el dolor que creía haber dejado atrás.


Desde que había comenzado a trabajar como niñera de Nico, había notado que tenía más control sobre mis ataques de ansiedad. La estabilidad económica que había encontrado me proporcionaba un respiro que no había tenido en años. Pero ahora, con la sombra de Julian persiguiéndome, sentía que todo se desmoronaba de nuevo.


Era como si cada pedalada me acercara a la casa de los Moretti, pero también a un lugar donde el miedo y la ansiedad comenzaban a apoderarse de mí. La bicicleta se sentía más pesada, cada golpe del asfalto resonando en mi pecho. La realidad de lo que había vivido en la cafetería se entrelazaba con el caos que había dejado atrás, y una sensación de desesperación me invadía.

—¿Por qué tengo que vivir así? —me preguntaba. La lucha por mantenerme en control parecía interminable. Me recordaba a mí misma que había sobrevivido al trasplante, que había luchado por mi salud, pero cada encuentro con personas como Julian me hacía sentir como si todo ese esfuerzo pudiera desmoronarse de un momento a otro.

Mis pensamientos giraban en torno a su desprecio, a cómo se había aprovechado de mí, como si yo no valiera más que un objeto. La ira crecía en mí, mezclada con el miedo y la impotencia. Había días en los que fantaseaba con haber dicho que no al trasplante, con haber dejado que todo terminara en lugar de enfrentar un futuro incierto lleno de personas que solo veían en mí lo que podían aprovechar.

Mientras avanzaba, la casa de los Moretti se acercaba, pero mi mente se aferraba al recuerdo de la cafetería, a cómo me había sentido atrapada, impotente. Sentía que el ciclo de angustia se repetía, y a pesar de los esfuerzos por avanzar, siempre había algo que me ataba a mi pasado.

—No voy a dejar que eso me defina —me decía, pero la lucha interna era abrumadora. Necesitaba encontrar la fuerza para enfrentar no solo a Julian, sino también a los demonios que me perseguían desde mi infancia.


Finalmente, el sonido familiar de la puerta de la casa de los Moretti me sacó de mis pensamientos. Con un profundo suspiro, traté de centrarme en lo que venía. Era hora de enfrentar un nuevo día, aunque las sombras de la cafetería aún danzaran en mi mente.—-------Al llegar a la casa de los Moretti, el nerviosismo me recorrió como un calambre eléctrico. Sabía que era el primer día de mi nuevo horario, y la posibilidad de recibir una paga doble era tentadora. Sin embargo, la ansiedad se arremolinaba en mi pecho como un torbellino. Necesitaba estar a la altura, debía hacerlo bien, sí o sí.


Antes de entrar, me detuve en el pequeño jardín que adornaba la entrada. El aroma de las flores me llegó como un bálsamo, y cerré los ojos por un momento, tratando de encontrar calma en medio del caos interno. Era hora de enfrentar el día, pero sabía que necesitaba un impulso.

Saqué de mi bolso la pequeña caja de medicación que siempre llevaba conmigo. Miré las pastillas en su interior y, aunque sabía que dependía de ellas, no podía evitar sentir una punzada de vulnerabilidad. Después de un profundo suspiro, las saqué y las tragué con un sorbo de agua que había llevado en una botella. La sensación de alivio era casi instantánea, como si una manta pesada comenzara a despegarse de mis hombros.

—Hoy será diferente —me dije, tratando de convencerme. No podía permitirme flaquear, especialmente no ahora, cuando las cosas parecían estar mejorando. La estabilidad económica que había logrado gracias al trabajo como niñera era un paso hacia adelante, y no iba a dejar que Julian o cualquier otra sombra de mi pasado me arrastrara de nuevo.


Con una última mirada hacia el cielo, que se tornaba más azul y brillante, me dirigí a la puerta de los Moretti. Al abrirla, el sonido de las risas de Nico me recibió con calidez. A medida que entraba, las preocupaciones comenzaron a desvanecerse lentamente. Nico era un niño lleno de energía, y su risa era contagiosa, un antídoto para mis ansiedades.


—¡Hola, Julia! —exclamó al verme. Su cara se iluminó, y de inmediato sentí que el nudo en mi estómago se aflojaba un poco.


—¡Hola, Nico! —respondí, intentando que mi voz sonara alegre. Era importante que él no percibiera mi inquietud. En el fondo, sabía que era su alegría la que podía ayudarme a seguir adelante.


Mientras me dirigía a la cocina, preparándome para el día, me repetía que debía ser fuerte. Tenía que dejar atrás lo que había sucedido en la cafetería. La medicación comenzaba a hacer efecto, y aunque la ansiedad aún burbujeaba en mi interior, había una chispa de determinación que no podía ignorar.


—Hoy, me enfocaré solo en ti y en hacer mi trabajo lo mejor posible —pensé mientras sonreía a Nico. Era un nuevo comienzo, y esta vez estaba dispuesta a aprovecharlo.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora