CAPITULO 18

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JULIA

Llevo un buen rato en la pista, perdida en el ritmo que me envuelve. La música golpea mi pecho, y con los ojos cerrados, me dejo llevar por el momento. Cada movimiento es un escape, una forma de olvidar todo lo que ha pasado. La luz parpadeante de los neones y el sudor de la multitud me dan una sensación de libertad que no había sentido en semanas.

A mi lado, Natalia se mueve con la misma energía, riendo y lanzando comentarios al aire. Ambas estamos igual de borrachas, y el mundo exterior se ha convertido en un borrón. Después de un rato, ella me grita algo al oído, apenas audible sobre la música.

—¡Vamos a tomar otra copa! —decide, y asiento, entusiasmada.

Con dificultad, entre cuerpos apretujados y el bullicio del lugar, logramos avanzar hacia la barra. Mi piel está caliente, y me siento vibrante, como si cada latido del corazón se sincronizara con el pulso de la música.

Finalmente llegamos a la barra, y me sostengo para no perder el equilibrio. La bartender nos mira con una sonrisa cómplice, como si supiera en qué estado estamos.

—¿Qué van a tomar? —pregunta.

—¡Dos de lo más fuerte que tengas! —exclama Natalia, divertida. Ríeo, sintiéndome un poco más atrevida de lo habitual.

Mientras esperamos, miro a mi alrededor. La gente baila, ríe y se deja llevar. Quiero ser parte de eso, olvidar las sombras que me acechan. Cuando las copas finalmente llegan, levanto la mía con Natalia.

—Por nosotras y por esta noche —brindo, sintiendo que la risa vuelve a aflorar.

—¡Y que siga la fiesta! —responde, chocando su vaso con el mío.

Bebo, sintiendo el ardor del alcohol descender por mi garganta. Siento que el mundo a mi alrededor se vuelve más brillante, más divertido. Estoy aquí, en este momento, y eso es lo único que importa.

Volvemos a la pista, el calor de la música nos envuelve de nuevo. Con cada paso, siento que me dejo llevar aún más, la energía de la multitud es contagiosa. Pero, de repente, noto que alguien se acerca. Es Marcos, el chico que está conociendo Natalia.

La forma en que se mueve hacia nosotras tiene un aire seguro, y cuando llega, su sonrisa ilumina su rostro. Sin pensarlo, toma la mano de Natalia y empieza a bailar con ella. Al principio, la escena es divertida, pero pronto se convierte en algo más.

La conexión entre ellos es evidente. Sus cuerpos se mueven al unísono, como si hubieran ensayado cada paso. Hay algo casi sexual en la forma en que se acercan, las miradas que se lanzan. La risa de Natalia se mezcla con los murmullos de la música, y no puedo evitar observarlos.

Una incomodidad comienza a burbujear en mi interior. Me detengo un momento para analizar lo que estoy sintiendo. Es como si una sombra de envidia se hubiera instalado en mi pecho. Estoy feliz por mi amiga, por supuesto, pero me gustaría estar en su lugar, sentir esa conexión.

Me digo que no debería sentir eso. Yo debería estar disfrutando de la noche, de la libertad que he buscado. Sin embargo, aquí estoy, sintiéndome fuera de lugar, atrapada en la danza de mis pensamientos. ¿Por qué no puedo tener algo así? ¿Por qué no puedo dejar de lado mis inseguridades y disfrutar del momento?

Me esfuerzo por sonreír, pero al ver cómo se ríen y se acercan cada vez más, la sonrisa se me apaga un poco. Decido tomar un trago de mi copa, sintiendo cómo el alcohol me ayuda a ahogar esa envidia, al menos por un instante.

Marcos se inclina hacia Natalia y le susurra algo al oído. La veo sonreír, sus ojos brillan con una emoción que no puedo ignorar. Luego, ella me hace un gesto para que la siga.

Sin pensarlo dos veces, me encuentro detrás de ellos, atravesando el bullicio de la pista. Nos dirigimos hacia la parte trasera de la discoteca, donde el aire se siente más fresco y la música se convierte en un murmullo lejano. Aquí, la luz es tenue, y las sombras se mezclan con el humo de los que salen a fumar.

Al entrar, el ambiente cambia drásticamente. Las risas y los murmullos se mezclan con el sonido de cuerpos que se encuentran en la penumbra. Un par de parejas se abrazan contra la pared, perdidos en su propio mundo, y me doy cuenta de que aquí no solo se viene a fumar.

El corazón me late más rápido mientras miro a mi alrededor, un lugar donde la intimidad y la desenfrenada libertad se entrelazan. Mientras tanto, Marcos toma la mano de Natalia y la atrae hacia un rincón más alejado, dejando que el ambiente los envuelva.

No puedo evitar sentirme un poco fuera de lugar. Me quedo un paso atrás, observando cómo se acercan. Natalia está tan desinhibida, tan en su elemento. Por un momento, la envidia vuelve a aparecer, pero decido que no puedo quedarme ahí parada, sintiéndome sola en medio de

Mientras espero a que vuelvan, siento que el alcohol recorre mi cuerpo, llenándome de una mezcla de valentía y deseo de no ser solo una espectadora. Quiero dejar atrás mis inseguridades y tal vez, solo tal vez, lanzarme a la noche.

Natalia regresa, sacándome de mis pensamientos. La veo con una sonrisa que no se le borra y una energía que me hace sentir envidiosa.

—Marcos tiene que ocuparse de algunos negocios, pero volverá enseguida —me dice, como si nada.

Sus palabras me dejan intrigada. ¿Qué tipo de "negocios" podría tener en un lugar como este? Mi mente comienza a divagar, imaginando situaciones. La forma en que se mueve, su aire seguro. Todo en él grita que está acostumbrado a este ambiente.

—¿Negocios? —pregunto, intentando sonar despreocupada—. ¿Qué tipo de negocios?

Natalia se encoge de hombros, como si no fuera algo importante.

—No sé, algo de la fiesta. Probablemente esté hablando con alguien de la organización. No te preocupes, volverá —me asegura, aunque su tono sugiere que hay algo más.

Mientras ella habla, un leve sentimiento de inquietud se asienta en mi pecho. La música sigue retumbando a nuestro alrededor, pero todo parece menos atractivo ahora. No puedo evitar sentir que hay un mundo oculto detrás de esa sonrisa y esos movimientos.

—¿Quieres que nos quedemos aquí o vamos a buscarlo? —le pregunto, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Mejor quedémonos. Él volverá pronto. Vamos a disfrutar —me dice, guiándome de vuelta al pequeño grupo de gente que se ha reunido para fumar y reír.

Natalia está hablando animadamente con un par de personas que acaban de llegar, mientras yo intento distraerme. Sin embargo, mi mirada siempre regresa a Marcos.

Lo encuentro de inmediato. Está rodeado de otros dos chicos, riendo y charlando. Hay una química palpable entre ellos, y no puedo evitar sentir un cosquilleo de inquietud en el estómago. Durante unos segundos, observo cómo intercambian algo que no logro ver. Puede ser cualquier cosa, pero mi mente comienza a llenarse de dudas.

Me esfuerzo por escuchar a Natalia y los otros, pero sus voces se desvanecen. Todo lo que puedo pensar es en Marcos. La forma en que se ríe, cómo se inclina hacia los chicos con una confianza desbordante. Me pregunto qué estarán discutiendo. ¿Son negocios? ¿Es algo más personal?

Finalmente, Marcos se gira y, al verme, su expresión cambia.

—¿Todo bien? —me pregunta cuando se acerca, dejando a los otros chicos hablando entre sí.

—Sí, solo... observando —respondo, tratando de mantener la voz firme.

—Estás aquí para divertirte, ¿no? —sonríe, pero hay un atisbo de seriedad en su tono.

Asiento, aunque la inquietud persiste. No quiero que esto se convierta en una noche de inseguridades, pero no puedo evitarlo. La tensión en el aire es palpable, y mientras miro a los chicos de nuevo, una pregunta se forma en mi mente: ¿Qué tipo de vida lleva realmente Marcos?

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora