CAPITULO 31

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JULIA

La confusión me invadió como un torrente. Ver a Alex allí, en ese ambiente peligroso, era lo último que esperaba. ¿Alex era el jefe? La mente trataba de encontrar respuestas, pero todo se sentía distante, como si estuviera observando la escena desde fuera, en una película que no deseaba ver.

¿Vendía drogas? La idea me golpeó con fuerza. No podía ser. Había confiado en él, pensaba que solo era el jefe de una empresa de transportes. ¿Qué cojones pasa?

Ahora todo tenía más sentido: el incidente en la casa, esos coches oscuros aparcados a la entrada, la seguridad extrema. Mi jefe era narcotraficante.

La revelación era como un rompecabezas cuyas piezas finalmente encajaban, y aún así, no quería ver la imagen completa. Recordaba la primera vez que lo conocí, cómo parecía un hombre normal, centrado en su trabajo. ¿Cómo había sido tan ciega? Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, cada recuerdo ahora teñido de desconfianza.

"No puede ser cierto," me repetía, pero la lógica seguía ahí, aplastante. Las palabras de Marcos resonaban en mi cabeza, las dudas sobre la naturaleza de su trabajo nunca se habían disipado por completo. Todo este tiempo había estado ignorando las señales, aferrándome a la imagen que quería tener de él.

¿Cómo podía ser la niñera de Nico y, al mismo tiempo, estar involucrada en algo así? La tensión en el aire se palpaba. El peso de la verdad era aplastante y no sabía si podía soportarlo. Sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor, que todo lo que creía saber se convertía en polvo.

"¿Cómo puedo confiar en él?" pensé, sintiendo que el tiempo se detenía a mi alrededor. La imagen del Alex que conocía se desvanecía, y en su lugar, aparecía un hombre rodeado de sombras y secretos. La atracción que había sentido se transformaba en una tormenta de dudas.

Sin previo aviso, él me cogió del brazo con una fuerza sorprendente. "¿Qué haces?" me salió entrecortado, pero no me respondió. Sin decir una palabra, me arrastró hacia una sala alejada de todos, el bullicio del club desvaneciéndose a medida que nos alejábamos.

El palco privado era grande y tenía varias puertas, pero en ese momento solo podía concentrarme en la sensación de su agarre firme y la rapidez con la que me movía. Me sorprendió su fuerza; me arrastró con tanta facilidad que daba miedo. Era como si fuera una niña en sus brazos, incapaz de resistir.

Alex parecía enfadado, su expresión era inquebrantable. "¿Qué está pasando, Alex?" le pregunté, la voz temblorosa y llena de incertidumbre. Pero él no respondió. En su lugar, se mantuvo de pie, observándome como si pudiera leer cada pensamiento que atravesaba mi mente.

En esa sala estábamos solos, los sofás de cuero negro, grandes y cómodos, estaban dispuestos en un semicírculo, ofreciendo un aire de intimidad, pero en ese momento, solo servían para aumentar la tensión en el ambiente.

El silencio se instaló entre nosotros como un peso. "¿Qué estás haciendo aquí, Alex?" logré preguntar, pero mis palabras salieron temblorosas, llenas de confusión.

—Eso me pregunto yo, ¿qué cojones haces aquí, Julia? En serio, ¿qué cojones? ¿Sabes en lo que te estás metiendo?- Alex parecía enfadado, su voz cargada de frustración.

—Sé muy bien en lo que me estoy metiendo. Marcos me ha contado todo.-Mis palabras salieron con una firmeza que ni yo esperaba.

—¿Marcos?-La sorpresa en su rostro era evidente, pero rápidamente se tornó en desdén. -¿Y qué te ha contado?

—Marcos me ha dicho que... que vendes cosas en la calle.-Las palabras luchaban por salir, pero se me enredaban en la garganta.-Yo necesitaba el dinero y él...

—¡Vende drogas, Julia!-Alex me interrumpió, su voz resonó con una dureza que me hizo estremecer.- Drogas. ¿Qué cojones estás pensando?

—Lo sé, joder, lo sé!-La frustración explotó en mí, pero era la verdad.-¡Pero necesito el dinero, Alex!

—¿Y crees que esto es la solución?-Su mirada se endureció, pero había un destello de preocupación detrás de su furia.

—No tengo muchas opciones.-La desesperación se filtraba en mi voz.

La frustración en Alex se hacía palpable, su mandíbula tensa y los ojos brillantes de enfado. Después de unos segundos de silencio, sus palabras salieron como un disparo:-Olvídate de esto. Ni de coña te vas a meter en todo eso.

-¿Cómo?- ¡No puedes hacer eso!- La indignación comenzó a apoderarse de mí.-No puedes decidir por mí. Marcos me ha dicho que su jefe, Lucas, me quiere dentro.

La rabia me inundaba al recordar cómo él me había mandado a la mierda meses atrás, cuando rogaba por un trabajo en su oficina. Me había hecho sentir pequeña, vulnerable.
-No tienes derecho a decidir por mí, Alex.

-Escucha-dijo, su voz aún dura. -Soy el jefe de Lucas. Soy yo quien manda, y ni de coña voy a dejar que te metas ahí.-La certeza en sus palabras resonó, pero solo sirvió para avivar la furia que burbujeaba dentro de mí.

Le miré fijamente, intentando adivinar lo que pasaba por su cabeza. ¿Por qué le molestaba tanto que yo me metiera en esto? ¿Qué más le daba a él? La confusión y la frustración se entrelazaban en mi mente, mientras sentía que el aire se volvía más denso entre nosotros. ¿Por qué todo el mundo iba en mi contra?

La pregunta se repetía en mi mente, cada vez más fuerte. La rabia se agolpaba en mi pecho, y la imagen de Alex, tan protector pero también tan opresivo, me irritaba. "Solo quiero una oportunidad," pensé, pero al mismo tiempo, sentía que su preocupación estaba interfiriendo en mi vida, como una sombra que no podía evitar.¿Por qué no podía simplemente dejarme hacer mis propias elecciones?

Alex respiró hondo, como si estuviera tratando de contener la frustración que lo invadía. "Julia, olvídate, ¿vale? Vete ahora y ni se te ocurra volver." Su voz era firme, casi como un decreto, y cada palabra me golpeaba como un puñetazo.

El desdén en su tono me hizo sentir como si me estuviera empujando al borde de un abismo. "¿De verdad crees que puedes simplemente decidir mi futuro así?" La indignación burbujeaba en mi interior, pero la mirada de Alex no cedió; había una determinación en él que me llenaba de rabia.

-No puedes hacer eso- le respondí, sintiendo que la necesidad de desafiarlo crecía.

—Claro que puedo, ahora márchate. Te advierto, Julia, márchate. -Alex giró sobre sus talones, dándome la espalda, y cuando se dirigió hacia la puerta, un enfado y desesperación que nunca antes había sentido me impulsaron a seguirlo. Antes de que pudiera salir, lo agarré del brazo, sintiendo la firmeza de su cuerpo bajo mis dedos.

Le miré fijamente, y su sorpresa ante mi valentía repentina era evidente. Abrió la boca para decir algo, pero hablé antes que él.

—Vas a dejarme meterme en eso. No voy a dejar que decidas por mí. -La determinación resonaba en mi voz, alimentada por el torrente de emociones que me invadía.

—Te rogué por una oportunidad hace semanas, y me mandaste a la mierda.-Las palabras salieron de mí como un grito ahogado, cada sílaba cargada de rencor y frustración.

Solté su brazo, y Alex se giró para mirarme bien, su expresión ahora un compendio de sorpresa y preocupación. Intentó hablar, pero no iba a dejar que me interrumpiera.

—Me hundiste una vez, Alex, y no lo vas a volver a hacer. -La angustia se filtró en mis palabras, pero la necesidad era más fuerte. —Necesito el dinero. Estoy jodida y esta es la única opción.

A pesar de que la rabia ardía en mi pecho, sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. Intenté no llorar; ya me había humillado demasiado frente a él. No podía dejar que me viera débil, no otra vez.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora