CAPITULO 24

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JULIA

Estoy cansada. Llevo toda la mañana de establecimiento en establecimiento, buscando trabajo y repartiendo currículums sin parar. Semanas de esfuerzo y nada. Cada vez tengo más claro que la amenaza de Julián iba en serio. Sin duda ha hablado con sus contactos y nadie en la ciudad me contratará. La presión se siente como un peso en el pecho.

El frío me cala los huesos. He decidido mantener las apariencias con mi mejor ropa, la única que no se ve vieja ni barata. Pero como no tengo un abrigo lo suficientemente elegante, tengo que aguantar la helada con esta fina americana y unos pantalones oscuros que, aunque me quedan bien, no son suficientes para protegerme del viento helado.

Al final, me he rendido por hoy. Estoy a punto de entrar al último establecimiento de la zona. Es una cafetería que ofrece brunch; me detengo un momento a admirar su encanto vintage. Huele a comida y el ambiente es tranquilo, casi acogedor. Ojalá me contraten aquí. Ya casi es fin de mes y necesito dinero urgentemente. Las facturas de la luz asoman como sombras amenazantes.

Busco a un camarero y le pregunto por el encargado. Me señala a una chica detrás de la barra. Con un nudo en el estómago, me acerco a ella.

—Hola, estoy buscando trabajo. ¿Necesitan gente? —digo, intentando que mi voz suene firme.

Ella me devuelve la sonrisa.

—Claro, déjame tu currículum. Se lo pasaré a la jefa y ya te llamarán.

No me sorprende la respuesta; es siempre la misma. Nunca llaman. Acepto con un ligero asentimiento y le entrego mi currículum.

Me doy la vuelta y, sin mostrarle a nadie mi tristeza y cansancio, me dirijo hacia la salida. Cada paso me pesa más que el anterior, y el frío me sigue abrazando, recordándome que la lucha no ha hecho más que comenzar.

Mientras camino, me pregunto cuánto tiempo más podré seguir así. La ciudad parece indiferente a mis esfuerzos, y yo, con cada rechazo, siento cómo se apaga un poco más la esperanza.

En cuanto llego a casa, me desplomo en la cama. La temperatura dentro no es mucho más cálida que afuera, pero agradezco estar en mi hogar, aunque se sienta más como una cáscara vacía que un refugio. Agotada, cierro los ojos y siento a mis gatas, Lira y Lara, acercarse con pasos suaves. Sus pequeños maullidos son un bálsamo en medio de mi tormenta interior, y se acurrucan a mi lado, buscando calor y compañía.

Ese simple gesto de cariño me hace romper en llanto. Las lágrimas fluyen como un torrente descontrolado, arrastrando consigo mis pensamientos más oscuros. Pienso en lo jodida que es la situación en la que estoy, y de nuevo culpo a Moretti por mi miseria.

Dejé mi trabajo por Alex, convencida de que su promesa de un futuro brillante era auténtica. Al dejar la cafeteria, creía que estaba dando un paso hacia adelante, un paso que resultó ser un precipicio. Apenas unas semanas después, me despidió sin pestañear, como si nunca hubiera sido parte de su mundo. ¿Cómo puede ser tan cabrón?

Recuerdo con claridad el momento en que rogué y pedí ayuda, mi voz temblando de desesperación. "Dame una oportunidad", imploré, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Su mirada, fría y distante, me atravesó como un hielo que corta el aire. No había compasión, solo indiferencia;
mis súplicas se perdieron en un vacío insondable. En ese instante, supe que para él, yo no era más que un peón desechable en su juego egoísta.

De repente, Nico irrumpe en mi mente como un eco distante. ¿Cómo estará? ¿Qué habrá sucedido en su casa realmente? No le he dado muchas vueltas a lo que pasó aquel día; mis preocupaciones se han apoderado de mí, y parece que mi memoria decidió ignorar detalles que, en circunstancias normales, hubieran sido cruciales.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora