Capitulo 3: La amenaza del omega

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La majestuosa ciudad de Gongmen se alzaba imponente, con sus edificios brillando bajo el sol. En el patio de la torre más alta, los maestros Buey y Cocodrilo, ambos alfas, entrenaban en una demostración impresionante de sus habilidades de combate. Sus movimientos, rápidos y precisos, eran observados desde la distancia por el maestro Rino Ciclón, otro alfa, quien permanecía con una postura elegante y orgullosa, sus ojos fijos en los guerreros.

La atmósfera serena del entrenamiento se rompió cuando una figura conocida, pero no vista en años, se aproximó a la entrada con una arrogancia dramática. Lord Shen, el exiliado príncipe, hacía su aparición. Los movimientos de los maestros se detuvieron abruptamente, y una tensión palpable invadió el aire. La adivina, que estaba cerca, murmuró su nombre en un susurro cargado de familiaridad y sorpresa.

Shen se acercó con paso lento pero seguro, su manto blanco ondeando con elegancia tras él. Sus ojos, cargados de un desprecio apenas contenido, se posaron en los tres alfas que lo observaban desde el otro lado del patio. Con una sonrisa helada y un tono calculado que irradiaba veneno, rompió el tenso silencio.

— Saludos, caballeros, es hora de que mi hogar regrese a mí — pronunció con calma peligrosa. — Y si no abandonan este lugar... bueno, no querrán saber qué sucede después.

Los tres alfas se tensaron ante la amenaza. El maestro Buey, avanzó un paso, su mirada dura como el acero, su orgullo resonando en cada palabra.

— Este no es tu hogar, Shen. Y nunca más lo será — El desprecio en su voz era evidente, no solo por lo que Shen había hecho, sino por lo que representaba.

Shen rió suavemente, una risa cruel.

— Siempre los alfas... tan predecibles. Creen que por su fuerza bruta y su lugar en la jerarquía están por encima de todo.

El maestro Buey, con los brazos cruzados, lo fulminó con la mirada.

— Y tú, Shen, ¿qué eres? Un omega, tan débil que solo pudo recurrir a tretas cobardes.

Shen inclinó la cabeza, observando a Buey con una calma perturbadora.

— Ah, el clásico desprecio de un alfa hacia un omega. Pero, dime, ¿qué es más cobarde? ¿Utilizar la inteligencia para obtener el poder o confiar en músculos y jerarquías para mantenerlo? — Su mirada se deslizó hacia los otros dos alfas, desafiante. — Ustedes creen que el mundo les pertenece solo por lo que son, por lo que la naturaleza decidió para ustedes. Pero yo, un omega, he logrado y lograré más de lo que cualquiera de ustedes jamás soñarán.

El maestro Croc se adelantó esta vez, sus ojos entrecerrados en un gesto de desprecio.

— ¿Y a qué precio, Shen? Tú no eres más que una sombra de lo que deberías haber sido. Un omega que ha perdido el honor, que nunca supo aceptar su lugar en la vida. No es de extrañar que tu propia familia te haya desterrado.

Shen no se inmutó ante las palabras.

— Mi lugar... — repitió lentamente, como si saboreara la frase. — Mi lugar es gobernar. Y si tengo que destruir este lugar piedra por piedra para recuperarlo, lo haré — Su voz bajó a un susurro venenoso. — Y ustedes, alfas arrogantes, no podrán detenerme.

El maestro Rino Ciclón frunció el ceño, observando con desdén la arrogancia de Shen.

— Sigues siendo el mismo omega engreído que fuiste hace años. No entiendes que tu lugar no está aquí, Shen. Este es un lugar para los honorables maestros del Kung fu.

Shen, con los ojos entornados y una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, respondió con frialdad.

— Kung fu... ¿esa excusa para glorificar la brutalidad y disfrazarla de sabiduría? — dice entre risas.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora