Capítulo 11: Hora de resoluciones

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El sol alcanza su punto más alto en el cielo cuando Tigresa abre los ojos lentamente, sintiendo la calidez de las mantas que la rodean. La suave luz que entra por la ventana le da al ambiente un toque de serenidad, y por un momento piensa que todo es un sueño. Quizás aún está al borde de la muerte, atrapada en el frío tras su colapso en la nieve. Sin embargo, al observar el acogedor lugar en el que se encuentra, pronto comprende que no es una ilusión.

Lo que más la sorprende es ver a Po, profundamente dormido junto a ella, con la cabeza descansando cerca de su brazo. Las respiraciones rítmicas del panda llenan la habitación con una calma que la hace sentir segura. Al bajar la mirada, nota que sus manos están entrelazadas, lo que le provoca un leve nerviosismo. El calor que emana de Po es reconfortante, y aunque en otro momento habría retirado su mano, en esta ocasión no puede evitar dejarla ahí.

Tigresa observa a su alrededor, reconociendo señales que le confirman que están en la aldea panda. Su cuerpo se siente adolorido y débil, pero es su ojo izquierdo, cubierto con una venda, lo que llama su atención. El recuerdo de la espada que casi la hirió mortalmente en su enfrentamiento con Kai le causa una punzada de angustia, pero decide concentrarse en lo positivo. Po está a su lado, cuidándola. Sin saber cómo la ha encontrado, está segura de que él ha hecho lo imposible para llevarla a salvo.

Con ternura, Tigresa se atreve a acariciar la cabeza de Po. Observa la túnica verde que lleva puesta, pensando que el color resalta sus bellos ojos, y sonríe para sí misma. La ironía de la situación no pasa desapercibida: ahora es Po quien la cuida. Sus dedos trazan suavemente su pelaje, y la tranquilidad del momento la envuelve, hasta que un pequeño ruido llama su atención.

Una niña panda ha entrado sigilosamente en la habitación. Con un vestido rosa y flores en sus orejas, observa a Tigresa con ojos llenos de admiración. Al escuchar una voz suave diciendo "bebé con rayas grande", Tigresa se sobresalta. Al girar la cabeza, ve a la niña sosteniendo una figura de acción de ella misma. La emoción de la niña es evidente, pero, consciente de que Po aún duerme, Tigresa se mueve con cuidado para no hacer ruido.

Sintiéndose un poco incómoda ante la inesperada visitante, Tigresa levanta torpemente su mano libre en un intento de saludar. La niña suelta una risita traviesa antes de salir corriendo de la habitación, dejando a Tigresa aún más confundida. Sin embargo, no tiene mucho tiempo para procesar lo sucedido antes de que otra panda adulta, Mei Mei, entre a la habitación.

Tigresa, aún un poco desconfiada, frunce ligeramente el ceño, apretando sin darse cuenta la mano de Po con más fuerza. Mei Mei, con una sonrisa amigable, se presenta en voz baja para no despertar al panda dormido. Al notar la tensión en la guerrera, la omega pregunta si tiene hambre y se ofrece a traerle algo de comida. Tigresa, más relajada tras la conversación, asiente, y Mei Mei regresa con un cuenco de sopa caliente.

Cuando Mei Mei extiende el cuenco hacia ella, Tigresa no puede tomarlo. No porque desconfíe, sino porque aún tiene su mano entrelazada con la de Po. Mei Mei lo nota y, con una sonrisa traviesa, hace un comentario juguetón sobre lo unidos que parecen. Tigresa, avergonzada, le pide que deje la sopa en la mesa, aunque no puede evitar ruborizarse ante las insinuaciones de la panda. Ambas comienzan a conversar de manera casual, y Mei Mei se burla ligeramente de lo bien que Po ha aceptado usar una túnica para impresionarla.

—¿De verdad? —pregunta Tigresa, arqueando una ceja con incredulidad.

—¡Oh, claro que sí! —responde Mei Mei—. Po haría cualquier cosa por ti, aunque no lo diga en voz alta. —Le guiña un ojo, provocando que Tigresa sacuda la cabeza, aún incrédula, pero sin dejar de pensar en las palabras de la panda.

En ese momento, la pequeña niña panda vuelve a entrar a la habitación, esta vez con un collar de flores en sus manos. Corre hacia Tigresa y, con una voz llena de emoción, pregunta:

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora