Capítulo 3: Sospechas

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Los equipos de maestros parten en direcciones distintas, avanzando rápidamente hacia sus destinos para verificar si los reportes sobre los villanos son ciertos. La atmósfera está cargada de tensión, y cada grupo de guerreros se mueve con cautela, preparado para cualquier eventualidad.

Con Mantis y Grulla

Llegan a la aldea donde se han recibido más informes, un lugar pacífico donde el viento hace resonar las antiguas flautas de bambú colgadas en las puertas. Sin embargo, al llegar, algo llama su atención: el pueblo está vacío, y un silencio opresivo flota en el aire.

—¿Dónde está todo el mundo? —pregunta Mantis, frunciendo el ceño mientras se desplaza de una sombra a otra, listo para cualquier ataque.

Grulla observa las puertas entreabiertas y las herramientas abandonadas en el suelo.

—Parece que no dudaron en huir —responde Grulla, volviéndose hacia Mantis—. Deberíamos rastrear el área y confirmar si hay alguna señal de Kai. Si realmente ha regresado, necesitamos pruebas.

—Estoy contigo. No voy a descansar hasta cobrar mi revancha —dice Mantis, ansioso por la acción.

Ambos comienzan a explorar la aldea y los alrededores, hasta llegar a una mina cercana. Sin embargo, solo encuentran pequeñas huellas en la tierra, sin pruebas definitivas de la presencia de Kai. Todo parece una pesadilla borrosa, algo fuera de lugar que no logran identificar con certeza.

Con Mono y Víbora

El ambiente en la aldea es inquietante, y ambos lo notan de inmediato. Mientras caminan por las calles, los aldeanos los observan con recelo desde sus casas, como si temieran ser escuchados.

—¿Notas algo raro? —pregunta Mono en voz baja, observando las sombras que se deslizan tras las ventanas.

—Es como si todos tuvieran miedo de hablar —responde Víbora, deslizando su cuerpo con gracia mientras examina los alrededores.

Se acercan a un anciano sentado en un banco y le preguntan si ha oído hablar de Lord Shen. El anciano los mira fijamente, y su rostro refleja un terror silencioso.

—Dicen que... ha regresado —susurra el anciano—. Lo vieron cerca de una de nuestras minas, mirando hacia la aldea. Algunos creen que está buscando algo... o a alguien.

Víbora siente un escalofrío recorrer su cuerpo, mientras Mono aprieta los puños.

—¿Realmente lo vio? ¿O solo lo imaginó? —pregunta Víbora con cautela.

El anciano asiente, con los ojos aún llenos de miedo.

—Vi su sombra, la forma de sus plumas... era él.

Mono mira a Víbora con el rostro tenso.

—Shen no deja cabos sueltos. Si está aquí, tiene un plan. Y necesitamos descubrir cuál es —dice Mono, decidido.

Ambos deciden investigar los alrededores, especialmente la mina donde se dice que fue visto. Sin embargo, no encuentran ningún rastro concreto de Shen, excepto algunas huellas pequeñas entre las rocas.

Con Po y Tigresa

Mientras tanto, la pareja llega a las afueras de la aldea minera, un lugar rodeado de colinas y bosques espesos. Po camina en silencio, con la mirada fija en el suelo. Aunque intenta parecer relajado, la inquietud lo mantiene alerta.

—¿Estás bien? —pregunta Tigresa, notando su silencio inusual.

Po asiente, pero su mirada permanece fija.

—Es solo que... Tai Lung. Me cuesta creer que haya vuelto para causar problemas otra vez —responde Po, pensativo.

Tigresa suspira.

—Sé que intentas ver lo mejor en los demás, Po. Pero a veces eso puede ser una debilidad. Tai Lung ha demostrado que no quiere redimirse; lo dejó claro con Shifu y también cuando lo enfrentaste.

Po la mira, su expresión seria.

—Tal vez tienes razón, Ti. Pero no quiero pensar que toda esa pelea, todo su dolor, no hayan servido para nada.

Tigresa lo observa en silencio un momento, asintiendo levemente.

—Lo sé. Y admiro que pienses así. Pero... me preocupa que esa compasión te haga vulnerable. No todos merecen segundas oportunidades; algunos solo traen destrucción —Tigresa fija su mirada en Po, sus ojos serios, pero con un destello de sinceridad—. No quiero verte herido por confiar en quien no debes.

Ambos continúan caminando en silencio hasta que ven la entrada a la mina a lo lejos. Po mira a su alfa, tratando de aliviar la tensión.

—Oye, Tigresa... si realmente encontramos a Tai Lung, ¿crees que podrías dejarme intentar hablar con él primero? —pregunta con una leve sonrisa, tratando de ocultar su nerviosismo.

Tigresa lo observa, sorprendida.

—¿Hablar? Po, no creo que sea alguien que escuche razones. Y si realmente ha regresado, dudo que esté aquí para conversar.

—Lo sé... pero siento que debo intentarlo.

Tigresa frunce el ceño, pero asiente.

—Si eso deseas, lo intentaré. Pero si veo que intenta atacarte, no dudaré en golpearlo.

Po sonríe y respira profundamente, relajándose un poco.

—Gracias, cariño. Sabes que siempre puedo contar contigo para cubrirme la espalda.

Tigresa no responde, pero una ligera sonrisa asoma en su rostro antes de volverse seria nuevamente. Justo cuando están a punto de entrar, escuchan un sonido detrás de ellos, el crujido de unas ramas, y ambos se giran rápidamente, listos para pelear.

Pero solo es el viento moviendo unos arbustos.

Tigresa mira a Po, alzando una ceja.

—Aun así, ten cuidado. No quiero tener que explicarle a Shifu que su Guerrero Dragón quedó atrapado en una mina.

Po ríe suavemente, y juntos ingresan a la mina.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora