Capítulo 5: Tiempo de cambios

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La noche caía sobre el Valle de la Paz, envolviéndolo en una calma silenciosa. Víbora, preocupada por Po, convenció a Mantis para que la acompañara a buscar al panda y ofrecerle ayuda. Aunque al principio Mantis se mostró evasivo, aceptó ir, sobre todo para disculparse por sus comentarios anteriores, de nuevo, por insistencia de Víbora.

Cuando llegaron casi al final de las interminables escaleras, encontraron a Po tumbado en el suelo, respirando pesadamente después de recibir su último golpe con el escalón. Víbora, con su tono suave, le habló con una mezcla de compasión y casi materna.

—Po, ¿puedes levantarte? No puedes dejar que unos cuantos golpes te derroten —dijo con una sonrisa tranquilizadora.

—¡Es fácil decirlo que hacerlo! —se quejó Po, intentando sentarse mientras su cuerpo protestaba con cada movimiento.

—Vamos, Po, necesitas acupuntura. Eso te ayudará —comentó Mantis, aunque su tono reflejaba poca convicción. Víbora lo miró de reojo, indicándole que siguiera adelante.

—Por cierto... quiero disculparme por... bueno, el comentario de anoche —añadió Mantis, rascándose la cabeza, incómodo.

Po lo miró confundido, pero luego comprendió y sonrió.

—Acepto tus disculpas, maestro Mantis —respondió Po, aliviando al pequeño insecto. Mantis, sintiéndose un poco más relajado, añadió con una sonrisa.

—Confía en mí, panda. Mi tratamiento te ayudará a sentirte mejor.

Los tres subieron juntos las largas escaleras mientras mantenían una conversación amena. Una vez en la habitación de Po, Víbora y Mantis comenzaron el tratamiento de acupuntura. Po se sentó en el suelo, y Mantis empezó a insertar las agujas en su espalda.

—¿De verdad esto ayuda? —preguntó Po, antes de soltar un grito de dolor cuando una aguja tocó un punto sensible.

—Solo relájate y confía en el proceso —dijo Víbora con calma—. Mientras tanto, cuéntanos, ¿por qué decidiste seguir adelante después de lo que pasó hoy?

Po suspiró, pensando en la pregunta.

—Porque... soy el Guerrero Dragón —dijo con firmeza—. Quiero proteger a todos aquí. No importa lo difícil que sea.

Víbora y Mantis intercambiaron miradas debido a la determinación en la voz del omega. En ese momento, Tigresa, que pasaba por el pasillo, escuchó la conversación y decidió entrar.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Tigresa, observando la escena con los ojos entrecerrados, notando las agujas clavadas en la espalda de Po.

—Solo un tratamiento de acupuntura —respondió Mantis rápidamente.

—¿Tratamiento? —Tigresa alzó una ceja, claramente escéptica—. ¿De parte tuya?

—¡Oye! Soy bastante bueno en esto —se defendió Mantis, ofendido.

—¿De verdad crees que unas agujas improvisadas van a ayudar a un panda que fue derribado por su maestro? —preguntó Tigresa, cruzando los brazos mientras miraba a Po.

—Bueno, es mejor que nada, ¿no? —Po respondió con una sonrisa nerviosa—. Además, lo importante es intentarlo, ¿no crees?

Tigresa soltó un bufido, claramente no convencida. Su mirada se endureció mientras seguía hablando.

—No entiendo por qué están empeñados en hacerle pasar por esto... Debería estar entrenando en lugar de someterse a estas tonterías.

—¿Y crees que ignorar lo que le duele lo hará mejor? —respondió Víbora, manteniendo la calma, pero con un tono firme—. Cada uno tiene su propio camino, Tigresa. No puedes imponer el tuyo a todos.

Tigresa la miró por un momento, luego suspiró con frustración.

—Tal vez... pero no estoy acostumbrada a tratar con... un omega como él—confesó, su tono agrio reflejaba incomodidad—. Y menos con uno que parece no tomarse nada en serio.

—¿eh? —Po arqueó una ceja, divertido, a pesar del ambiente tenso—. ¿Tratar con un omega te incomoda? Vamos, maestra Tigresa, ser un omega no significa que no pueda ser fuerte.

Tigresa lo miró con incredulidad, apretando la mandíbula. Su incomodidad era evidente, pero Po, en lugar de molestarse, simplemente sonrió más ampliamente y continuó.

—Bueno, ese es tu problema, no el mío. Tal vez deberías relajarte un poco, como Víbora. No necesitas ser una alfa para ser increíble.

Las palabras despreocupadas de Po sorprendieron a Tigresa, quien lo miraba con los ojos entrecerrados, su postura rígida reflejaba frustración.

—¿Crees que puedes sonreír y hacer como si todo estuviera bien? —dijo Tigresa, con voz tensa—. Esto no es un juego, Panda. Si quieres demostrar ser el Guerrero Dragón, tendrás que aprender lo que significa ser fuerte.

Po, aún relajado a pesar de la presión, respondió con calma:

—No se preocupe, maestra Tigresa. Tengo muy claro cuáles son mis responsabilidades, y seré tan fuerte como usted lo dice.

El silencio se instaló en la habitación. Tigresa seguía molesta, pero no pudo evitar sentir una leve admiración por la resiliencia de Po, aunque le costaba admitirlo. Víbora, notando el cambio en la dinámica, sonrió.

—Tal vez todos podríamos aprender algo de esto. Cada uno tiene su papel, y juntos somos más fuertes como equipo.

La tensión se desvaneció un poco hasta que Tigresa habló, cambiando el tema abruptamente.

—Bueno, si ese es el caso, deberías conocer la historia de Tai Lung.

Los presentes intercambiaron miradas nerviosas. Incluso Grulla, desde su habitación, murmuró en voz baja:

—No deberíamos hablar de eso...

Pero Tigresa ignoró el comentario y contó todo lo que conocía.

—El maestro Shifu lo amaba como a un hijo, pero su ambición desmedida los llevó a la ruptura.

Po tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago.

—¿Qué pasó después? —preguntó con voz queda.

—Tai Lung se volvió contra su maestro y el propio Oogway, por lo que fue encarcelado —respondió Tigresa, su voz fría—. Deberías tomarte esto en serio, Po. Un panda como tú, grande, torpe y gordo, deberí- no pudo terminar su frase al ver como el panda se tomó la osadía de hacerle una mueca. Esa última acción fue la gota que colmó el vaso para Tigresa, y sin pensarlo dos veces, levantó la mano para golpear a Po. Pero antes de que pudiera hacerlo, Mantis se interpuso rápidamente.

—¡Espera, espera! —gritó—. ¡Accidentalmente toqué un nervio facial!

Tigresa se detuvo en seco, pero antes de que pudiera reaccionar, Po se desplomó en el suelo con un ruido sordo. Las agujas sobresalían de su espalda, y Mantis, pálido, miró a los demás.

—Y.... creo que también detuve su corazón...

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora