Capítulo 13: Segundo día

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Laluna alcanza su punto más alto, bañando la aldea con una suave luz plateada.Los pandas, exhaustos tras el intenso entrenamiento, mantienen un ambiente de satisfacción. El Sr. Ping, siempre atento, prepara una abundante cantidad de comida para todos, sirviendo platos a los pandas que se reúnen alrededor de una gran mesa. Los faroles cuelgan sobre sus cabezas, iluminando sus rostros felices mientras comen y conversan, creando una escena que, por un momento, les permite olvidar la amenaza que se cierne más allá, en las montañas.

Mientras tanto, en la estructura de vigilancia, seis guardias permanecen en sus puestos, atentos a los jadelis que, a lo lejos, no se han movido de su lugar. Po se acerca a ellos, cargando seis platos de comida. Su entrada es recibida con alivio y sonrisas.

—Seguro que deben estar hambrientos —dice Po con su tono amistoso, extendiendo los platos a cada uno de los guardias.

Uno de los guardias, un panda joven, toma el plato con una reverencia. —Gracias, Maestro Po. Esto es... bueno, más de lo que esperábamos —comenta mientras los demás también toman su comida, asintiendo agradecidos.

Po sonríe ampliamente. —No hay de qué. Sé que estar de guardia puede ser agotador, especialmente con esos jadelis mirándonos fijamente todo el día. Pero no se preocupen, confíen en mí, todo va a estar bien.

Un guardia más veterano deja el plato a un lado y lo observa con curiosidad. —¿Cómo puedes estar tan tranquilo, Maestro Po? No es común enfrentar estas situaciones sin sentir al menos un poco de miedo.

Po, con su típico optimismo, se rasca la cabeza y luego se encoge de hombros.

—Bueno, después de pelear contra Tai Lung, derrotar a Shen y ahora enfrentarme a Kai, te acostumbras. Ser un maestro del Kung Fu significa estar siempre listo para grandes amenazas.

Los guardias intercambian miradas, impresionados. Para muchos, esta es la primera vez que hablan directamente con el hijo de su líder, y la imagen de Po, el Guerrero Dragón, se vuelve más cercana y real.

—¿Así que no tienes miedo? —pregunta otro guardia, casi incrédulo, mientras mastica su comida.

Po se ríe ligeramente.

—Oh, claro que lo tengo. Todos tenemos miedo a veces. Pero lo importante es no dejar que te controle. Además, siempre ayuda tener amigos que te apoyen —dice con una sonrisa, recordando a Tigresa y los demás.

La conversación fluye, y los guardias se sienten cada vez más cómodos. Finalmente, uno de ellos, un poco atrevido, pregunta con una sonrisa traviesa.

—Y, Maestro Po, si no es imprudente... ¿qué tipo de pareja le gusta? Ya sabe... solo por curiosidad.

Los guardias dejan de comer por un segundo y se ríen, animando a su compañero a seguir hablando. Po se incomoda ligeramente, rascándose la nuca mientras intenta mantener su habitual buen humor.

—Oh, bueno... eh... no sé si eso es algo que deba... ya saben, discutir aquí —responde, riendo nervioso—. Estoy más concentrado en, eh... ¡el Kung Fu! Sí, el Kung Fu y... bueno, salvar la aldea.

Los guardias ríen aún más, pero justo cuando el ambiente se pone un poco más incómodo, una figura felina se acerca. Tigresa, con expresión seria, se detiene al lado de Po y observa a los guardias con ojos afilados.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta en voz baja pero firme—. El señor Li quiere que vuelvan a vigilar de inmediato y dejen de perder el tiempo.

Los guardias, conscientes de la autoridad alfa de Tigresa, se enderezan de inmediato, tragándose cualquier broma o comentario.

—Sí, Maestra Tigresa —responden casi al unísono, entregando los platos vacíos y regresando a sus puestos de vigilancia sin atreverse a contradecirla.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora