Extra II Parte III: Mi omega

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Tigresa entra a la habitación de Po, cargándolo en brazos y depositándolo suavemente en su cama. Aunque todavía agitada, se inclinó hacia él para acariciar y a la vez secar el sudor de su rostro mientras susurra, casi como si hablara consigo misma.

—Po... —dijo en voz baja, mientras pasaba su mano suavemente por la frente del panda—. No sé cómo llegué a esto. Siempre creí que ser fuerte era lo único que importaba... Pero ahora...

Po, que había recobrado la consciencia hacía un rato, decidió seguir fingiendo estar desmayado. Parte de él quería ver cómo actuaba Tigresa, pero, por más que le doliera admitirlo, también sentía una punzada de miedo. Estaba completamente expuesto ante una alfa, y aunque confiaba en ella, no podía evitar sentirse cauteloso. "¿Qué pasa si pierde el control?", pensó. Pero lo que lo sorprendió más fue el increíble autocontrol de Tigresa. Sus movimientos eran suaves y precisos, con el único propósito de cuidarlo. No había rastro de agresividad o lujuria, solo preocupación. La alfa colocó un paño húmedo sobre su frente y empezó a acomodar varias mantas a su alrededor.

Las palabras de Tigresa seguían resonando en su mente, susurradas con una vulnerabilidad que nunca había asociado con ella.

—Siempre pensé que eras demasiado imprudente, demasiado... —suspiró, como si fuera difícil admitirlo—. Pero aquí estás... siempre tomándome por sorpresa, siempre encontrando una manera. Y yo... yo...

Se interrumpió, mordiéndose el labio, como si no pudiera continuar. Po sentía su corazón acelerarse aún más. "¿De verdad le importo tanto?". La forma en que lo cuidaba, la preocupación en su voz, todo indicaba que sí. Por primera vez, sintió que tal vez había malinterpretado todo desde el principio. Tigresa, aunque siempre fue dura, no lo despreciaba. Quizá su forma de ser simplemente era diferente, más complicada.

Pero Po no estaba listo para romper el silencio. Parte de él quería seguir disfrutando de este momento, de los cuidados de Tigresa, de la calidez que sentía mientras ella lo arropaba. Era la primera vez que se sentía tan cerca de ella de una manera distinta.

—No sé cómo hacer esto... —murmuró Tigresa, más para sí misma que para él—. No sé cómo protegerte sin sentirme tan... vulnerable.

Po sintió una punzada de comprensión. Tigresa, la alfa fuerte y siempre en control, también estaba luchando contra sus propios miedos y vulnerabilidades. Y ahora, ella estaba aquí, con él, cuidándolo con tanto autocontrol que lo hacía admirarla aún más. Sentía como ella colocaba cuidadosamente las mantas a su alrededor, ajustándolas para asegurarse de que él estuviera cómodo. Ese tipo de delicadeza no la esperaba de alguien como ella.

En ese momento, la puerta se abrió y Víbora apareció con una expresión seria. Se acercó a Tigresa con suavidad, pero con firmeza en su voz.

—Tigresa, el médico llegará pronto. No deberías quedarte mucho más... —dijo en un tono calmado, pero con una nota de advertencia—. Sabes que es mejor para él si no estás aquí demasiado tiempo. Y para ti también.

Tigresa miró a Víbora, claramente incómoda con la idea de irse. No quería dejar a Po, no cuando estaba tan vulnerable. Pero sabía que su presencia prolongada no era lo más seguro para él, considerando su estado.

—Lo sé —respondió Tigresa con un suspiro, y aunque a regañadientes, empezó a moverse hacia la puerta—. Es por su bien.

Antes de salir, Tigresa le lanzó una última mirada a Po, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y frustración. Sabía que debía irse, pero no quería dejarlo.

Cuando ambas se retiraron, Po finalmente abrió los ojos. Su corazón aún latía con fuerza y su mente giraba con pensamientos. "Todo lo que pensé sobre Tigresa... estaba equivocado", reflexionó. Ella se preocupaba por él, lo cuidaba. No era solo una alfa que lo protegía por ser una carga o porque lo consideraba débil; era alguien que realmente lo valoraba.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora