Capítulo 10: El reflejo en el rollo

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Hay caos en el valle. Los aldeanos empacan rápidamente sus pertenencias, nerviosos y temerosos por la inminente llegada de Tai Lung. La mayoría eran betas, y unas cuantas omegas, que ahora temblaban ante la idea de enfrentar a un alfa tan violento y despiadado como él. Los rumores sobre sus técnicas de sumisión solo aumentaban el pánico. Si no fuera por los Cinco Furiosos que intentaban mantener el control, la situación sería mucho peor.

En medio de todo este caos, Po caminaba cabizbajo, sumido en sus pensamientos. La culpa lo consumía. "El maestro Shifu morirá por mi culpa... por no ser el Guerrero Dragón que todos esperaban", se repetía con amargura. Qué irónico le parecía haber consolado a Tigresa minutos atrás, cuando ahora él mismo no encontraba consuelo. Mientras deambulaba, escuchaba los comentarios despectivos de los aldeanos, quienes ni siquiera intentaban ser discretos.

— ¿Ese es el Guerrero Dragón?

— Esto no estaría pasando si no hubieran elegido a un omega como Guerrero.

— Los omegas solo existen para ser lindos y estar en casa.

— Un panda gordo, torpe y encima omega... ¿Qué estaba pensando el maestro Oogway?

Cada comentario era como una daga que se hundía en lo más profundo de Po. Aunque ya estaba acostumbrado a las burlas, en esta ocasión la amargura en sus palabras y el odio latente lo quebraron. Sintió lágrimas formarse en sus ojos, y por un momento, volvió a ser aquel joven de 14 años, cuando un día despertó con un fuerte dolor en su vientre y sentir arder su nuca acompañado de un dulce olor a lotos y bambú de sí mismo, síntomas de manifestar su segundo género, un omega,  y entendió que el mundo sería mucho más difícil para él. Luchando por contener las lágrimas, recordó las palabras de su padre: "Eres fuerte, Po, como el tazón dorado de los fideos". Con esa pequeña chispa de consuelo, continuó su camino, encontrando consuelo en la familiaridad de su hogar.

Al llegar al restaurante, su padre, el Sr. Ping, estaba ocupado preparando el carrito de carga para evacuar. Al ver a su hijo en la entrada, corrió hacia él y lo abrazó. Po correspondió el abrazo con fuerza, sintiendo un alivio momentáneo. Pero su tristeza no pasó desapercibida para Ping, quien, tratando de distraer a su hijo, le puso un delantal y dijo con energía:

— ¡Me alegra que hayas vuelto!

— Me alegra volver... — respondió Po con una sonrisa fingida.

El Sr. Ping, observando la pesada expresión de su hijo, decidió no insistir y, al ver que no podía mover el carrito, permitió que Po lo empujara con facilidad. Mientras avanzaban, Ping intentó animar la conversación.

— Para nuestro próximo restaurante, deberíamos cambiar el corte de los vegetales. ¿Qué te parece? También podemos tener una cocina en la que, por fin, quepas de pie — Aunque intentó sonar optimista, sabía que Po no lo estaba escuchando. Finalmente, viendo a su hijo parado en medio del camino, con la mirada perdida, suspiró.

— Lo siento, hijo — dijo suavemente. — Sé que no resultó como esperabas. A veces, las cosas simplemente no están escritas para uno. Pero no te preocupes, nuestro destino nos espera. Somos gente de fideos. El caldo corre por nuestras venas.

Po, abatido, se dejó caer ligeramente sobre el carrito.

— No lo sé, papá... A veces ni siquiera puedo creer que sea tu hijo — dijo con voz agitada lo que hizo que el Sr. Ping tragara saliva nervioso.

Po continuó, la duda y la autocompasión burbujeando en su pecho.

— ¿Crees que fue un error que me eligieran como Guerrero Dragón? Yo... un panda torpe, gordo y.... omega. ¿Crees que puedo merecer el respeto que siempre soñé? ¿Crees que solo existo para...?

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora