Capítulo 3: Jadelis

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Más tarde ese día, Tigresa decidió quedarse en el patio de entrenamiento, su cuerpo moviéndose con precisión y fuerza en cada golpe y patada que lanzaba al aire.

De repente, Po aparece en el patio, interrumpiendo sus pensamientos. El panda parecía más relajado ahora.

—Hey, Tigresa —dijo, su tono suave y algo nervioso—. Quería agradecerte por cuidarme anoche.

Tigresa lo mira, con una expresión suave y relajada. Aunque las palabras se le atragantaban, decidió ser honesta con él.

—No fue nada, Po. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien —dijo, con un tono más cálido.

Po sonríe, y desvia la mirada algo tímido, en ese momento, Tigresa siente una vez más la cálida sensación que había empezado a acostumbrarse ya hace algún tiempo. Observa como el omega se acerca un poco más con una mirada llena de curiosidad.

—Oye, ¿crees que todo esto de la visión realmente sea tan importante? —pregunta, con una mezcla de preocupación e inseguridad—. ¿Qué pasa si no estoy preparado para lo que venga?

Tigresa lo mira fijamente, comprendiendo que Po aún estaba asimilando todo lo que había sucedido. Con una pequeña pausa, habla con firmeza, pero también con una extraña ternura.

—Po, eres el Guerrero Dragón. Puede que no entiendas todo ahora, pero has demostrado ser capaz de sorprendernos siempre —dijo, su voz suave pero segura, mientras se acercaba un poco más a él—. No estarás solo para enfrentar lo que venga.

Hizo una pausa, desvia la mirada por un momento, pero no antes de que sus ojos se encontraran nuevamente. En ese instante, un silencio lleno de significado se extendió entre ellos. Era un momento donde el tiempo parecía detenerse, y Tigresa siente que su corazón latía más rápido.

—Estaremos contigo —agrega, con un leve susurro que solo él pudo oír, como si estuviera haciendo una promesa. "Siempre estaré contigo", pensó.

El panda parpadea, sorprendido por sus palabras, y su sonrisa se amplia, esta vez con más confianza. Era un brillo en su mirada que hizo que la alfa se sintiera aún más enamorada de él.

—Gracias, Tigresa. Eso realmente me ayuda —dijo, con gratitud en su voz, y algo más que no supo expresar.

Mientras intercambiaban miradas, un suave viento sopló, trayendo consigo el aroma de flores y varios pétalos. Tigresa siente un cosquilleo en su pecho, como si el momento prometiera algo más. Pero antes de que pudiera dejarse llevar por sus pensamientos, el omega rompe el silencio.

—¿Te gustaría entrenar un poco juntos? —sugiere, como si intentara mantener la normalidad, pero en el fondo, su deseo de estar cerca de ella era evidente.

Tigresa, tratando de mantener su habitual actitud fuerte, sonríe, aunque su corazón latía con fuerza.

—Claro, Po. Pero no te contengas esta vez —dijo, levantando una ceja, y aunque la seriedad de su tono era habitual, en su interior había una chispa de diversión que iluminaba su mirada.

Pero antes de pudieran empezar, escucharon un fuerte sonido que resonó por el aire. El gong de emergencia había sido activado. Sin pensarlo dos veces, corren hacia la aldea a toda velocidad.

Cuando llegan, encuentran a sus amigos ya en posición, mirando hacia el horizonte. El maestro Shifu, Víbora, Mantis, Mono y Grulla observan con preocupación.

—¿Qué está pasando? —pregunta Po mientras trataba de recuperar el aliento.

—No estamos seguros —responde Grulla, frunciendo el ceño—. Lo que se acerca... no parecen seres vivos.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora