Capítulo 10: Junípero

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En el Palacio de Jade, la tenue luz de las velas ilumina la figura de Shifu, rodeado de antiguos rollos. Estos pergaminos no son los escritos de Oogway, sino documentos que él mismo ha recopilado desde su juventud. Su mirada es reflexiva, y el silencio en su habitación solo es interrumpido por el roce suave del papel mientras repasa las listas de varios nombres. Finalmente, tras un exhaustivo día de búsqueda, sus ojos se detienen en uno: Xingyue, junto a una breve descripción de su apariencia y lugar de origen.

Por un instante, su expresión refleja una mezcla de nostalgia y leve arrepentimiento. En su mente, hay una plegaria: que la joven mujer que vio en el pasado no sea la misma que ahora está involucrada en estos recientes incidentes.

De repente, oye pasos acercándose. Es Zeng, quien, tras un leve saludo respetuoso, le informa que Li Shan lo está buscando. Shifu asiente y, con los brazos tras la espalda y un aire calmado, camina hacia la entrada del Palacio, donde el panda lo espera pacientemente. Al verlo, Li Shan lo saluda y, algo nervioso, le extiende un báculo hecho de un mineral oscuro.

—Mientras ayudábamos a limpiar el desastre en la aldea —explica Li Shan—, uno de los pandas encontró esto en un lugar apartado. Pensé que todos los báculos de los bandidos se habían destruido, pero este... es el único que quedó.

Shifu, pensativo, toma el objeto y lo examina detenidamente. Li Shan observa sus reacciones y no puede evitar preguntar:

—Maestro Shifu, ¿por qué esos bandidos llevaban estos báculos? ¿Y por qué se destruyeron tan fácilmente con chi?

Por un instante, el panda rojo frunce el ceño, como si algo le resultara familiar, pero agradece al panda por el hallazgo y, tras intercambiar unas palabras más de despedida, regresa a su habitación.

Una vez allí, el beta se sumerge en los informes que han llegado de diferentes provincias. Los reportes hablan de avistamientos de enemigos en varias minas y extraños saqueos de mineral. Al observar el báculo que Li Shan le ha traído, nota que está hecho del mismo mineral mencionado en los informes. Algo no cuadra: ¿por qué una cantidad tan vasta de mineral solo para fabricar báculos? Con la información en sus manos, comienza a teorizar que los báculos no son el verdadero propósito, sino solo una pequeña parte de algo mucho más grande. Pero, ¿qué podría estar planeando la camaleona?

En ese proceso de reflexión, una frustración creciente se apodera de Shifu, quien lanza el báculo sobre la mesa. Inesperadamente, una energía oscura brota del báculo, cruzando la habitación hacia un sirviente del palacio que, curioso por los ruidos, se ha acercado. La energía lo alcanza de lleno, y el sirviente queda paralizado. Alarmado, Shifu corre hacia él y, en un acto reflejo, realiza rápidos movimientos sobre varios puntos de su cuerpo, permitiéndole moverse de nuevo.

—Gracias, maestro Shifu... pero... ¿qué fue eso? —pregunta el sirviente, todavía conmocionado.

Shifu guarda silencio, su mente en un torbellino. Reconoce perfectamente aquella técnica, aquella manipulación. Es la técnica de Tai Lung, una habilidad que, de alguna manera, ha terminado en un báculo lleno de magia oscura.

Mientras el sirviente se retira agradecido y confundido, Shifu, aún consternado, comprende que el mineral tiene propiedades ocultas, y que, si la camaleona ha sido capaz de fusionarlo con técnicas avanzadas de kung fu, las consecuencias pueden ser más devastadoras de lo que piensa. Ahora, la nueva interrogante es: ¿cómo pudo hacerlo?

Un nuevo día llega, el sol brilla intensamente cuando el barco se aproxima a la imponente ciudad de Junípero. Desde la cubierta, Po observa con asombro: la ciudad es aún más grande que Gongmen, llena de torres y edificaciones que se elevan en las montañas circundantes, y con diversos puertos donde atracan barcos de todos los tamaños.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora