Capítulo 4: El impostor

13 2 0
                                    

El atardecer cae sobre los distintos caminos que toman los grupos de maestros. Los rastros de batalla, las historias de los aldeanos y los supuestos avistamientos parecen incompletos, como si cada pista no encajara del todo con la imagen que cada maestro tiene en mente sobre sus antiguos enemigos.

Con Víbora y Mono

—Estas huellas... no coinciden del todo con las de Shen, sin mencionar las plumas blancas que hemos encontrado al azar —murmura Víbora, mientras examina el terreno.

—Shen no dejaría pistas tan evidentes. Es muy cuidadoso —responde Mono, observando atentamente.

Mientras revisan los alrededores, escuchan un leve sonido detrás de unos árboles. Ambos se preparan para un ataque, pero lo que encuentran es un grupo de aldeanos temblando de miedo. Uno de ellos asegura haber visto a "Shen", pero cuando le piden describirlo, sus palabras son confusas, como si solo hubiese estado viendo una sombra.

Mono frunce el ceño.

—No es él. Alguien nos está engañando —concluye con firmeza.

Cuando logran calmar a los aldeanos, se despiden y comienzan el regreso al Palacio de Jade para informar a Shifu. Sin embargo, a mitad de un frondoso bosque, un grupo de dragones de Komodo emerge de las sombras, rodeándolos. Al principio, ambos maestros logran mantener a raya a los atacantes con sus habilidades, y parece que los van a vencer. Pero entonces, los dragones de Komodo comienzan a usar extraños báculos de mineral oscuro, que emiten una energía que Víbora y Mono sienten familiar.

De repente, una onda de energía sale de los báculos, paralizando a Víbora. Mono intenta contraatacar, pero pronto es atrapado también.

—Esto... me recuerda a la técnica de Tai Lung —dice Víbora con voz débil, mientras ambos caen derrotados y son capturados en unas jaulas de aspecto extraño.

Con Grulla y Mantis

Ambos maestros llegan a la misma conclusión. Han seguido rastros de energía verde, presuntamente dejados por Kai, pero notan que son demasiado débiles, como si alguien estuviera imitando su presencia.

—Esto no es típico de Kai. Él jamás dejaría a alguien vivo, y mucho menos huellas tan pequeñas dispersas así —dice Grulla, analizando los restos de una supuesta batalla.

—Sí, es como si alguien hubiera intentado replicar su estilo sin conocer realmente cómo es. Alguien nos está dejando estas pistas falsas.

Deciden regresar para informar sus resultados, pero cuando Grulla está a punto de tomar vuelo, un grupo de dragones de Komodo emerge de unas rocas altas, sorprendiéndolos. La batalla comienza de inmediato; Mantis y Grulla pelean con destreza y, al principio, parecen llevar la ventaja. Sin embargo, uno de los dragones de Komodo levanta un báculo hecho de mineral oscuro y lo activa, creando una onda de parálisis.

Grulla siente que sus alas se entumecen, y Mantis, a pesar de sus rápidos reflejos, es golpeado por la onda y queda atrapado. Ambos caen al suelo, inmovilizados.

—No puede ser... ¿Esto es una... trampa? —susurra Mantis antes de perder la conciencia, mientras los dragones de Komodo los capturan.

Con Po y Tigresa

Mientras tanto, en la mina, Po y Tigresa encuentran a un grupo de mineros locales y les preguntan sobre la reciente aparición de Tai Lung. Los mineros parecen nerviosos, y aunque intentan describir el modus operandi del supuesto alfa, sus palabras no cuadran con el estilo que ambos maestros conocen tan bien.

Po frunce el ceño, pensativo.

—Tai Lung siempre ha hecho uso de su intimidación y descontrol para causar miedo, pero ¿se quedaría solo entre las sombras para asustar?

Tigresa asiente, de acuerdo.

—Tienes razón. Este lugar debería haberlo destruido fácilmente. Esto no se parece en nada a él.

Con esa conclusión, se despiden de los mineros y deciden regresar al Palacio de Jade para advertir a Shifu sobre la posibilidad de un impostor. Sin embargo, mientras avanzan por el camino de regreso, Tigresa nota algo extraño entre los altos árboles.

—Nos están siguiendo —dice en voz baja, preparándose para la batalla.

En un instante, un grupo de dragones de Komodo sale de las sombras, lanzándose hacia ellos. Po y Tigresa luchan con habilidad, esquivando y bloqueando ataques con gran sincronización. Sin embargo, los dragones de Komodo comienzan a usar los extraños báculos de mineral oscuro, emitiendo ondas de energía para intentar paralizarlos.

Po siente cómo la onda de energía lo toca, pero, para sorpresa de los dragones de Komodo, no le afecta.

—¿Eh? —dice Po, sorprendido, mientras observa cómo uno de los dragones accidentalmente usa el ataque en su compañero, dejándolo paralizado.

Mientras tanto, Tigresa esquiva los ataques, y justo cuando uno de los dragones intenta paralizarla, Po invoca un gran dragón de chi con su báculo, liberando una onda de energía dorada que derriba a todos los enemigos, dejándolos inconscientes.

—Amor, ¿estás bien? —pregunta Po, visiblemente preocupado.

—Sí. Estoy bien —responde Tigresa con suavidad, aún atenta a los alrededores. Nota cómo su pareja se queda en silencio observando los báculos con una expresión indescifrable, pero antes de que pueda hacer algún comentario, Po levanta su propio báculo y lanza otra ola de chi hacia unas rocas cercanas, haciendo que todo el lugar tiemble. Entre la nube de humo y polvo, Tigresa observa sorprendida la zona impactada, viendo cómo los báculos de esos bandidos se convierten prácticamente en cenizas.

—¿Po? ¿Qué hiciste? —pregunta Tigresa, alarmada.

Del humo emerge una figura que intenta liberarse, siendo arrastrada por el chi de Po. Es una zorra omega que se debate sin éxito en liberarse.

—¡Hey! ¿Qué se supone que es esto? ¿Invocas fantasmas para atrapar a las personas? —exclama la zorra con sarcasmo, mientras Po la mantiene firmemente controlada con su chi y le lanza un guiño secreto a su pareja.

Tigresa, captando su gesto, se calma, aunque muestra una expresión molesta y se acerca con paso firme.

—¿Quién eres? —demanda con un tono intimidante y un gruñido sutil que muestra sus colmillos, lo cual hace que la zorra la mire con cierto temor.

Po, en cambio, sonríe amablemente y en un tono suave le pide:

—Por favor, dinos tu nombre, señorita.

La zorra, aún intimidada, deja de hacer bromas y contesta en voz baja:

—Mi nombre es Zhen.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora