Capítulo 4: Otro día de entrenamiento

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La luz del amanecer comenzaba a bañar el Valle de la Paz, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y dorados. El canto de los pájaros marcaba el inicio de un nuevo día, mientras los Cinco Furiosos despertaban con el eco del gong que resonaba en todo el palacio. Uno a uno, salieron de sus habitaciones y se alinearon en el pasillo, listos para recibir a su maestro, como de costumbre.

Shifu ya los esperaba al final del corredor, observándolos con su mirada aguda. Saludó brevemente a sus estudiantes antes de dirigir su atención a una puerta en particular: la habitación de Po. Frunció el ceño al no obtener respuesta.

—¿Panda? ¡PANDA, DESPIERTA! —gruñó, visiblemente molesto. Sin pensarlo dos veces, se acercó a la puerta y la abrió de golpe, soltando una breve risa burlesca al encontrar la habitación vacía.

—¿Qué ocurre, maestro? —preguntó Mono, notando la expresión burlona de Shifu.

—Se rindió —respondió Shifu, cruzando los brazos a la espalda mientras observaba la habitación.

Los Cinco Furiosos intercambiaron miradas de sorpresa. Mientras algunos mostraban inquietud, otros no pudieron evitar sonreír con cierta diversión.

—¿Y si Po no regresa? —preguntó Víbora con curiosidad—. ¿Quién será entonces el Guerrero Dragón?

—Solo debemos seguir entrenando y confiar en que, con el tiempo, el verdadero Guerrero Dragón se revelará —respondió Shifu con seguridad, caminando hacia el patio de entrenamiento.

Los estudiantes asintieron, aunque la incertidumbre seguía pesando en el aire. Sin embargo, al llegar al patio, lo que vieron los dejó boquiabiertos: Po ya estaba allí. Pero no de la forma que esperaban.

El panda estaba atrapado entre las barras del equipo de entrenamiento, su gran barriga sobresalía cómicamente por un lado mientras intentaba liberar su cuerpo torpemente.

—¿¡Qué crees que estás haciendo!? —gritó Shifu con desaprobación, su ceño fruncido al máximo.

Po levantó la cabeza, su rostro enrojecido por el esfuerzo.

—Ah... buenos días, maestro. Solo... estoy... ¡calentando un poco! —dijo con una sonrisa nerviosa, a pesar de su evidente incomodidad.

Los Cinco Furiosos intercambiaron miradas incrédulas. Tigresa, cruzándose de brazos, no pudo evitar hacer un comentario sarcástico.

—¿Calentando? Parece más bien que estás atorado – observando detenidamente su rostro y el sonrojo que llevaba.

—¡No estoy atorado! —respondió Po, algo molesto por la insinuación, para sorpresa de Tigresa, quien no esperaba esa respuesta. Pero cada movimiento que hacía Po solo confirmaba que, efectivamente, estaba atorado.

Shifu suspiró con impaciencia y se acercó más.

—¿Piensas quedarte ahí todo el día? —preguntó con severidad, levantando una ceja.

—¡No, no! Claro que no. Estoy trabajando en mi flexibilidad... ¡Es una parte esencial del kung fu! —respondió Po, tratando de sonar seguro de sí mismo.

—Grulla, ayúdalo a salir —ordenó Shifu con desdén.

El beta, que hasta el momento había observado la escena con aburrimiento, se acercó con un profundo suspiro y tiró de los pantalones de Po, ignorando la cuenta regresiva dramática del panda.

—Uf, gracias —dijo Po, visiblemente aliviado de estar fuera de las barras.

—No lo menciones —respondió Grulla con un tono apagado, alejándose sin siquiera mirarlo.

—En serio, te lo agra—intentó decir Po, pero Grulla lo interrumpió rápidamente.

—Jamás —dijo con frialdad, dejando a Po con las palabras en la boca y un ligero sentimiento de tristeza por el trato indiferente. Aun así, el panda cambió su expresión rápidamente a una alegre, como si nada hubiera pasado.

Este cambio no pasó desapercibido por los demás, aunque prefirieron no prestarle demasiada atención.

—¿De verdad creíste que aprenderías a hacer un Split en una sola noche? —dijo Shifu con tono severo—. Se necesitan años para desarrollar flexibilidad y mucho más para aplicarla en combate.

Para demostrar su punto, lanzó un par de tejas al aire. Con un rápido chasquido de dedos, Tigresa comprendió la orden y, en un movimiento fluido, realizó un perfecto Split en el aire, destruyendo ambas tejas con precisión. Po miró la demostración con admiración, su boca entreabierta en una expresión tonta, asombrado por su ídola.

Tigresa aterrizó con la gracia felina que la caracterizaba y volvió a su posición con la misma facilidad. Po, aún aturdido por lo que acababa de presenciar, recogió un pedazo del suelo como si fuera un tesoro.

—¡Baja esa cosa! —le gruñó Shifu—. Los únicos recuerdos que tenemos aquí son puños sangrantes y huesos rotos.

Para sorpresa de todos, la expresión de Po se iluminó aún más.

—¡Sí, JAJA, Excelente! —exclamó con una risa que hizo que los demás lo miraran con incredulidad.

—¿Quién se emociona al escuchar sobre sangre y huesos rotos? —pensaron simultáneamente los Cinco Furiosos, sorprendidos y confundidos por el entusiasmo del raro omega.

Shifu, cada vez más frustrado, soltó una orden con sorna.

—Es hora de entrenar.

Con un chasquido de dedos, indicó el comienzo del entrenamiento. Los Cinco Furiosos se alinearon, y Po, aunque dudoso, se unió al grupo, claramente emocionado.

Las técnicas que los demás realizaban con gracia y destreza parecían casi imposibles para Po. Cada golpe que intentaba lanzar y cada patada que fallaba solo le recordaban su propia torpeza. Al caer el atardecer, aún no se rendía. Aunque estaba claro que no podía igualar el nivel de sus compañeros, su perseverancia y su efusivo entusiasmo, incluso al ser golpeado, desconcertaban a todos.

—Bárbaro, ¡otra vez! —gritaba Po, con una sonrisa amplia, a pesar de los constantes golpes.

—¿Es un masoquista? —se preguntaban en silencio los Cinco Furiosos, sorprendidos por su actitud.

Finalmente, Shifu, cansado de la perseverancia de Po, habló con tono severo.

—He intentado ser paciente, panda, pero ya se acabó. Tu próximo oponente seré yo.

—¡Genial! —respondió Po con una emoción que dejó consternados a los demás.

—¿A quién le gustaría pelear contra su maestro de kung fu? —se preguntaban, cada vez más confundidos por la energía inagotable de Po.

Y aunque lo consideraban extraño, también empezaban a reconocer algo admirable en la tenacidad del panda. Cuando Shifu, enfurecido, lo pateó escaleras abajo, los Cinco Furiosos se acercaron al borde, observando cómo el "poderoso Guerrero Dragón" rebotaba cuesta abajo.

—Si usa el cerebro, no volverá a subir —comentó Tigresa, aunque sus palabras sonaban más como una esperanza que una afirmación, "Que omega tan loco" pensó para luego retirarse.

—Pero lo hará —replicó Mono, sin apartar la vista del panda.

—No se rendirá, ¿verdad? —murmuró Víbora, entre sorprendida y preocupada.

—Y tampoco dejará de rebotar —agregó Mantis con una risa, hasta que Víbora lo calló con un siseo.

Así, los Cuatro Furiosos se quedaron observando, escuchando los gritos y quejidos de Po mientras anochecía. 

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora