Capítulo 8: La camaleona

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En la gran ciudad de Junípero, bajo el cielo estrellado, se desarrolla una reunión dentro de lo que parece ser un gran palacio. Rodeados de tesoros robados amontonados en cajas de madera, varios jefes de banda están sentados alrededor de una mesa larga y desgastada. La luz de las antorchas proyecta sombras danzantes en las paredes, creando un ambiente aún más sombrío. Con una mezcla de irritación y desdén, los bandidos conversan en voz baja, la tensión es palpable entre ellos.

Un enorme oso, con un brillo desafiante en sus ojos, rompe el silencio.

—¿Quién se cree esa camaleona? —gruñe, golpeando la mesa con su garra—. ¡Es solo una reptil enana de ojos saltones, hambrienta de poder! Ahora tenemos que pagarle por todo lo que robamos. ¡Esto es ridículo!

Los otros bandidos asienten, compartiendo su frustración. Un lobo, visiblemente molesto, se cruza de brazos.

—No debería ser así. Estamos arriesgando nuestras vidas y perdiendo también el tiempo por su ambición.

El oso inclina la cabeza, acercándose un poco más a los demás.

—Si nos unimos, tal vez podríamos derrotarla —susurra, provocando un jadeo colectivo que recorre la mesa. La idea siembra el pánico entre los presentes.

Un lagarto de escamas brillantes, con un ojo ciego que le da un aire aún más amenazante, exclama:

—¡Estás loco! Es una hechicera cambiaformas. Podría estar sentada aquí y no tendríamos ni idea.

Señala a un lobo en la mesa, su mirada burlona brillando.

—Tú podrías ser la camaleona.

Luego, su dedo se mueve hacia un zorrillo.

—O tú podrías ser la camaleona. O...

De repente, con un destello aterrador en sus ojos, el lagarto se transforma súbitamente, llenando el espacio con su nueva figura: una elegante camaleona omega, vestida con lujosos ropajes y adornos resplandecientes. Su mirada fría y penetrante hace que los demás se encogan en sus asientos.

El zorrillo, temblando, murmura:

—Hablamos de más...

El oso, con el rostro pálido, se apresura a disculparse.

—Discúlpenos, Camaleona. No fue nuestra...

Pero la hechicera lo interrumpe mientras avanza lentamente por la larga mesa, sus pasos resonando como un eco ominoso.

—No, no se disculpen. Ustedes y sus familias han prosperado aprovechándose de los débiles. Entonces, ¿no les gusta que se aprovechen de ustedes? —dice, arrastrando la última palabra con un tono sibilante y lleno de desprecio. — En especial si se trata de... —Con su mirada fija en el oso, pregunta—. ¿Qué fue lo que dijiste?

El oso, ahora visiblemente temeroso, traga saliva antes de responder.

—Una reptil enana de ojos saltones hambrienta de poder...

La camaleona se queda en silencio, su expresión cambia drásticamente a medida que el enojo crece en su interior. Con voz calma pero cargada de furia, dice:

—Así es... y ahora esta reptil enana quiere aún más poder.

—Ya tienes toda la ciudad, ¿qué más podrías desear? —espeja el oso con desdén, lanzando una mirada fulminante hacia la camaleona.

Ella lo observa de reojo, sus labios formando una sutil sonrisa que apenas roza la cortesía.

—Tengo algo especial en mente —responde la camaleona con voz suave pero afilada—, y estoy tan cerca de conseguirlo como lo está la luna de sangre.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora