Capítulo 8: El verdadero entrenamiento

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El amanecer se filtraba entre las ramas del árbol de duraznos, donde Shifu estaba sentado, sumido en pensamientos profundos. La incertidumbre lo envolvía. Sus alumnos habían desobedecido su orden y se habían marchado, probablemente hacia el camino de la muerte. La partida de su maestro aún pesaba en su corazón, y se sentía abrumado por el peso de la responsabilidad.

El tiempo de reflexión no duró mucho. Unos gritos estridentes rompieron el silencio, provenientes de la cocina. Intrigado, Shifu se levantó y se dirigió al lugar, donde encontró al omega en una escena inesperada: el panda estaba ejecutando movimientos de kung fu perfectamente sincronizados mientras intentaba alcanzar las galletas que estaban en los estantes.

— ¿Qué demonios estás haciendo, Panda? — preguntó Shifu, intentando mantener un tono serio.

— ¡Shhh! ¡Estoy en medio de una misión secreta! — respondió Po, con la boca llena de galletas y sin notar lo "serio" de su maestro.

Shifu, sin poder contener una sonrisa, le dijo

— Mono esconde sus galletas en el estante de arriba — Luego, fingió irse, pero se quedó observando desde la puerta.

Po, creyendo que su maestro se había marchado, se movió con renovada emoción hacia los estantes. Con movimientos ágiles, escaló hasta el borde, alcanzando finalmente las codiciadas galletas. Sin embargo, al masticar con gusto, no se dio cuenta de que Shifu había regresado y lo estaba observando con atención.

Al ver a Po en una posición tan inusual, haciendo un Split perfecto entre dos estantes altos mientras devoraba las galletas, Shifu no pudo evitar sonreír, sintiéndose gratamente sorprendido.

Po, al darse cuenta de la presencia de su maestro, tragó de golpe y dijo, con la boca llena y migas esparcidas alrededor.

— No le diga a Mono — habló como si se tratara de un secreto.

— Mirate — respondió Shifu, su tono ligero y divertido.

— Sí, lo sé, doy asco — replicó Po, sintiéndose un poco avergonzado.

— No, no, no, ¿cómo llegaste allá arriba? — preguntó Shifu, manteniendo su sonrisa.

— Eh... No lo sé, simplemente... había galletas — balbuceó Po, nervioso y sin saber qué más agregar.

— Y estás a tres metros del suelo, haciendo un Split perfecto — insistió Shifu, aún incrédulo.

— Eso es solo... accidentes — trató de negar Po, nervioso, sintiendo que la base comenzaba a temblar. Justo cuando se lo decía, el estante colapsó, haciéndolo caer al suelo con un estruendo.

La galleta que tenía en la mano rodó y se detuvo justo a los pies de Shifu, quien la tomó con calma y dijo, repitiendo una frase que su maestro le había enseñado.

— Los accidentes no existen. Acompáñame.

Y, con eso, se retiró, dejando a Po desconcertado y tratando de acomodarse en el suelo, aun asimilando la orden de su maestro. Mientras se frotaba el trasero, no pudo evitar sonreír, sintiéndose un poco más ligero en medio de la preocupación que había estado sintiendo.

Maestro y alumno caminaban juntos hacia un nuevo destino, pero Po, agotado por la larga caminata, no dejaba de quejarse en todo el trayecto. El paisaje cambió a medida que ascendían hasta que finalmente llegaron a un gran lago de aguas cristalinas, rodeado por colinas y una calma casi mística. Sin poder resistir la frescura del lugar, Po cayó al suelo, jadeando por el esfuerzo.

— ¿Me trajo hasta aquí solo para un baño? — preguntó Po, indignado, mientras se arrastraba hacia el borde del agua. A pesar de su tono de queja, la frescura del lago lo reconfortaba, y en un intento desesperado por refrescarse, sumergió las manos y comenzó a lavarse la cara y las axilas.

Kung Fu Panda: OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora