|Mackenzie| °meses a tu lado°
Después de aquella noche, las cosas en la casa cambiaron. No era algo tangible o drástico, pero algo en el aire había cambiado. Me se sentía más liviana, como si una carga invisible se hubiera levantado de mis hombros. El secreto que había guardado durante tanto tiempo ya no era una barrera entre mis amigos y yo. Sin embargo, Ross estaba distante. Aunque me había dicho que me apoyaba, algo en su mirada indicaba que necesitaba tiempo para procesarlo.
Los días pasaron con una nueva rutina. Salía más temprano de lo habitual para dejar a mi hijo en la guardería y luego ir a clases. Naya me ayudaba con lo que podía, pero el tema de Ross seguía en mi mente. ¿Estaría molesto? ¿Se sentía traicionado?
Una tarde, estaba en la cocina preparando el almuerzo cuando escuché la puerta principal abrirse. Ross entró, pero no me saludó como solía hacerlo. Él solía ser cálido, bromista, siempre con una sonrisa, pero esa faceta suya parecía haberse desvanecido en los últimos días.
—Ross... —dije , tratando de iniciar una conversación—. ¿Podemos hablar?
Él se detuvo, dándome la espalda por un segundo. Luego se giró lentamente, con una expresión seria en su rostro. Se apoyó en el marco de la puerta, cruzándose de brazos.
—Claro —respondió, pero su tono era distante.
Me seque las manos en el delantal, nerviosa, sin saber por dónde empezar. El silencio entre ambos era incómodo, como si una tensión invisible los separara.
—Sé que no ha sido fácil para ti enterarte de lo de mi hijo de esa manera... —empecé , sintiendo cómo mi voz temblaba un poco—. Quiero que sepas que no fue porque no confiara en ti. Es solo que...
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —interrumpió Ross, sus palabras afiladas pero no crueles—. No me malinterpretes, no estoy enfadado porque tengas un hijo. Estoy molesto porque nunca me diste la oportunidad de ser parte de eso... de tu vida entera.
Lo mire, sorprendida por la confesión. No había pensado en cómo mi secreto podría haberlo hecho sentir excluido. Lo que más temía era que él me rechazara, pero ahora me daba cuenta de que el daño había sido hecho al dejarlo fuera.
—Lo siento... de verdad —dije sinceramente, dando un paso hacia él—. Tenía tanto miedo de que no me aceptaras... o de que te sintieras atado a algo que no pediste.
Ross soltó una risa corta, sin humor, y bajó la mirada.
—Mack, hemos vivido juntos durante casi un mes. Me preocupo por ti... más de lo que quiero admitir, quizás. —Sus ojos finalmente me encontraron—. Pero nunca me diste la opción de estar ahí para ti, ni para tu hijo.
Sus palabras cayeron como un balde de agua fría. Sentí una punzada en el pecho, una mezcla de arrepentimiento y tristeza. Durante tanto tiempo había intentado proteger a mi hijo, a ella misma, de posibles rechazos, que no me di cuenta de que, al hacerlo, también había lastimado a quienes estaban dispuestos a estar a su lado.
—Lo entiendo... y sé que no hay excusa —respondí, su voz ahora más suave—. Pero quiero que sepas que no quise hacerte a un lado. Solo quería proteger lo más importante en mi vida... y ahora me doy cuenta de que te necesitaba en eso también.
Ross se acercó , sus ojos buscando algo en los míos, como si estuviera intentando decidir qué hacer a continuación. Finalmente, suspiró y se frotó la nuca, algo incómodo.
—No te voy a mentir... todo esto ha sido un golpe fuerte —confesó—. Pero quiero intentarlo. Si me necesitas, quiero estar ahí... y también quiero conocer a tu hijo.
La sorpresa en mi rostro fue evidente. Jamás pensé que Ross estaría dispuesto a dar un paso más allá, a involucrarse en la vida de mi hijo. Sintió sus ojos humedecerse, pero esta vez no eran lágrimas de miedo o tristeza, sino de gratitud.
—¿De verdad lo dices? —pregunté, con la voz entrecortada.
Ross asintió, sonriendo por primera vez en días.
—De verdad. No puedo prometer que será fácil... pero quiero estar a tu lado.
No pude evitarlo y lo abrace . Fue un abrazo sincero, cargado de todas las emociones que había estado reprimiendo. Ross tardó un segundo en responder, pero pronto la envolvió en sus brazos, como si estuvieran sellando una promesa silenciosa.
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Al día siguiente, decidí que era el momento de que Ross conociera a mi hijo. Quede en vernos en el parque frente a la casa, donde solía llevarlo a jugar. Mientras caminábamos hacia el lugar, Ross estaba más nervioso de lo que le gustaría admitir.
—No tienes que hacer esto si no estás listo —le dije, notando su tensión.
—No, estoy bien —respondió Ross, aunque claramente estaba tratando de convencerse a sí mismo.
Cuando llegamos al parque, vi a mi hijo jugando en el columpio, riendo despreocupadamente como solo un niño puede hacerlo. Mi corazón se llenó de calidez al verlo, y por un segundo olvidó su nerviosismo.
—Ahí está —dije, señalando al pequeño—. Se llama Anthony
Ross lo observó , notando los rasgos de míos en él. Se quedó en silencio por un momento, procesando todo. Luego, respiró hondo y caminó hacia él.
—Hola, Anthony —dijo Ross, con una sonrisa algo torpe—. Soy Ross... un amigo de tu mamá.
Anthony lo miró curioso, con esos ojos grandes y brillantes que solo los niños tienen.
—¿Eres su novio? —preguntó con la inocencia propia de su edad.
Me sonroje al instante, pero antes de que pudiera decir algo, Ross se rio y miró a Anthony.
—No lo sé... tal vez algún día.
No pudo evitar reírme también, sintiendo cómo todo el peso de mis miedos comenzaba a desvanecerse. Por primera vez en mucho tiempo, veía un futuro lleno de posibilidades, no solo para mi, sino también para mi hijo.
Y ese era solo el comienzo.
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NUESTROS CAMINOS CRUZADOS
Teen Fiction¿Quién dijo que después de la tormenta sale el sol cuando puede haber un rayo? Leer es una gran palabra, para mi leer es... transportarme. Al leer la primera pagina ya estoy en otra realidad, donde tengo una vida. Dejo de ser la antagonista de la m...