Reflejos y Dilemas

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|PVP Jack Ross| °meses a tu lado° 

Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos mientras me quedaba sentado en el borde de la cama, la misma donde tantas veces Mack y yo habíamos compartido risas, confidencias y silencios. Todo había cambiado, y aunque aún teníamos ese vínculo tan fuerte, sentía que algo fundamental había sido trastocado desde el día que descubrí que Mack tenía un hijo. Anthony.

Me acuerdo del primer momento en que lo supe. No fue el hecho de que Mack tuviera un hijo lo que me tomó por sorpresa. Fue que no lo supiera antes. Que ella hubiera sentido la necesidad de ocultármelo. Era un golpe en la confianza que creía que teníamos, y me había dejado con preguntas difíciles. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Qué miedo cargaba en su pecho que la obligó a mantenerme en la oscuridad? No se trataba solo de Anthony. Se trataba de nosotros.

Desde que Mack me lo confesó, la imagen de nuestra relación había cambiado. Por supuesto, no dejaba de amarla. De hecho, en algunos aspectos, la admiraba aún más. Era increíble ver cómo había sacado adelante a Anthony por sí misma, mientras lidiaba con los estudios, la presión social y las dificultades financieras. Ella era fuerte, valiente, todo lo que me enamoró de ella desde el principio. Pero, a la vez, esa fuerza la había llevado a erigir barreras entre nosotros, a enfrentar sus problemas sola sin pedirme ayuda. ¿Acaso yo no era lo suficientemente confiable para ella?

Luego estaba Alecc. Al verlo aparecer, todo dentro de mí se tensó. Lo noté desde el primer segundo en que nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos iban más allá de lo que parecía una simple cordialidad. Se movía con la misma seguridad que solía tener conmigo antes de todo este enredo. Y lo peor era que él no sabía. No sabía que Anthony era su hijo. Esa verdad era una bomba de relojería esperando explotar. Me sentía atrapado, como si estuviera esperando el momento en que Mack me dijera que se lo iba a contar, o peor aún, que él lo descubriera por su cuenta.

La escena en la que Alecc apareció y se topó con nosotros... todavía me revolvía el estómago. Lo vi en sus ojos: celos. Y, por supuesto, ¿cómo no sentirlos? Mack y yo estábamos juntos, besándonos. Alecc había vuelto y quería recuperar lo que, tal vez en su mente, nunca había perdido. Y yo me encontraba en medio de esa tormenta, luchando con mis propios demonios. La inseguridad me carcomía en silencio. ¿Qué pasaría cuando supiera la verdad? ¿Intentaría alejar a Mack de mí? ¿Reclamaría a Anthony, como era su derecho?

El temor de perder a Mack y a Anthony me golpeaba en las horas más oscuras de la noche. Podía intentar ser racional, recordar que ella me había elegido a mí, que nuestra relación había sobrevivido a más que esto. Pero el miedo era una sombra que no se disipaba tan fácilmente. Y luego estaba la responsabilidad que sentía hacia Anthony. Aunque Alecc era su padre biológico, yo había estado allí, presente, tratando de ser una figura para él. Anthony y yo habíamos comenzado a crear nuestra propia relación, y no quería que eso se desmoronara por algo fuera de mi control.

Habían pasado semanas desde que todo esto explotó. Mack y yo habíamos tenido nuestras conversaciones, algunas de ellas desgarradoras. Ella me explicó su miedo, su razón para no contarme la verdad desde el principio. No era por desconfianza hacia mí, sino por miedo a lo que Alecc podría hacer si lo descubría. Aún así, ese conocimiento no quitaba el peso de lo que sentía.

Era como si estuviera en una cuerda floja, equilibrándome entre mi amor por Mack, mi deseo de ser una figura para Anthony, y la incógnita de qué haría Alecc una vez que todo saliera a la luz. Era un triángulo que no podía resolver por mí mismo. ¿Cómo lidiar con los celos, con la idea de que otro hombre compartía una conexión con Mack que yo nunca tendría? Y peor aún, ¿cómo aceptar que Anthony, aunque lo quisiera como propio, no era mi hijo? Me dolía admitirlo, pero esa era la verdad que siempre estaría entre nosotros.

Y sin embargo, aquí estaba. Aún con Mack. Aún peleando por nuestro futuro juntos. A veces me preguntaba si era lo correcto. Si debería estar preparándome para perder todo lo que más amaba. Pero entonces ella me miraba, me sonreía, me tocaba el brazo como lo hacía siempre, y me daba cuenta de que no podía dejarla ir. No podía permitir que el miedo ganara. No podía permitir que Alecc, o las circunstancias, dictaran lo que éramos. Era nuestra historia. Nuestra vida. Y la pelearía hasta el final.

Pero sabía que el final de esta batalla aún estaba por verse.

NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now