La Fragilidad del Momento

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°Mackenzie° | °meses a tu lado°

Los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas de la habitación, envolviendo todo en una cálida luz dorada. Desperté con una sensación de calma, entrelazada con la incertidumbre que había sentido la noche anterior. Al girarme, encontré a Jack aún dormido, su respiración tranquila y acompasada. Su mano descansaba sobre la mía, y una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar la risa compartida durante nuestra noche de juegos.

Decidí levantarme con cuidado para no despertarlo y me dirigí a la cocina. El aroma del café recién hecho pronto llenó la casa, y el sonido de Anthony riendo suavemente desde su habitación me hizo sentir que, al menos por ahora, las cosas estaban en su lugar.

—Buenos días, mamá —dijo Anthony al verme pasar. Estaba rodeado de sus juguetes, con el cabello despeinado y una sonrisa que podía iluminar cualquier día.

—Buenos días, mi amor. ¿Dormiste bien? —respondí mientras le revolvía el cabello.

—Sí, soñé que estábamos en un parque muy grande y que jugábamos con papá Jack y tía Valeria.

El nombre de Valeria en sus labios me hizo detenerme por un instante. La inclusión de ella en sus sueños era un reflejo de lo mucho que su presencia comenzaba a integrarse en nuestras vidas, aunque todavía no sabía si eso era algo que me hacía sentir segura o vulnerable.

Mientras preparaba el desayuno, Jack apareció en la puerta de la cocina, aún adormilado pero con la misma sonrisa que siempre me hacía sentir en casa. Se acercó y me abrazó desde atrás, depositando un beso en mi mejilla.

—Buenos días, amor —susurró, su voz ronca y suave al mismo tiempo.

—Buenos días —respondí, girándome para mirarlo. Nuestros ojos se encontraron, y en ese momento, parecía que todos mis miedos se disipaban por un instante.

El día transcurrió de manera tranquila. Anthony jugaba en el patio mientras Jack y yo terminábamos de organizar unas cajas que habíamos dejado olvidadas en el estudio. Era un día perfecto en muchos sentidos, uno de esos que parece sacado de una postal, pero que en el fondo sabes que es frágil, como si estuviera sostenido por un hilo invisible.

Esa tarde, Jack propuso salir a dar un paseo al parque. Era una idea sencilla, pero era justo lo que necesitábamos. La brisa fresca y los sonidos del parque nos envolvieron, y Anthony corría de un lado a otro, riendo y gritando emocionado.

Nos sentamos en una banca bajo un árbol mientras Anthony jugaba cerca. Jack me tomó la mano y entrelazó sus dedos con los míos. Había un silencio cómodo entre nosotros, pero podía sentir que algo pasaba por su mente.

—He estado pensando —dijo, rompiendo el silencio, su mirada fija en el horizonte.

—¿Sobre qué? —pregunté, aunque en mi interior, una pequeña chispa de nerviosismo se encendió.

—Sobre lo que significa todo esto... nosotros, Anthony, y el futuro. Quiero que sepas que estoy aquí, Mack. No importa lo que pase, quiero que sepas que no hay nada que me haga cambiar eso.

El peso de sus palabras me golpeó suavemente, como una brisa cálida. Me di cuenta de que aún llevaba conmigo el miedo de que todo se desmoronara. Pero, al mirarlo a los ojos, vi una determinación que me hizo sentir que, por primera vez, podía bajar la guardia.

—Gracias, Jack. Necesitaba oír eso —dije, mi voz apenas un susurro.

Él se inclinó y me besó, un beso que no era solo un gesto, sino una promesa de que, pase lo que pase, estaríamos juntos. Anthony, que en ese momento decidió correr hacia nosotros, se subió a la banca y se metió entre los dos, riendo.

—¿Qué están haciendo? —preguntó, con la curiosidad inocente que solo un niño podía tener.

—Estamos siendo una familia —respondió Jack, abrazándonos a los dos.

El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados, mientras nos quedábamos ahí, en el parque, abrazados y riendo. Y en ese instante, supe que, aunque el camino fuera incierto, estaba dispuesta a enfrentarlo. Porque el amor que compartíamos, con todas sus complejidades y desafíos, era suficiente para mantenernos juntos.

Y en ese rincón del mundo, bajo un cielo que parecía pintar una promesa, el futuro, por caótico que fuera, se sentía un poco más esperanzador.

NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now