Verdades Pendientes

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|Mackenzie| °meses a tu lado°

Desperté con el leve murmullo de las cortinas moviéndose en la brisa de la mañana. Miré a Jack, que aún dormía a mi lado, con una paz en su rostro que parecía frágil, como si pudiera romperse en cualquier momento. Aún no habíamos hablado de lo que él había compartido anoche, aunque sentía que lo que habíamos vivido juntos, la cercanía, era lo único que realmente importaba.


Sin hacer ruido, me levanté para revisar el teléfono. Tenía tres llamadas perdidas de la niñera de Anthony, y mi corazón empezó a latir rápidamente. 

Revisé los mensajes, y el último decía: *"Anthony amaneció con fiebre alta. Ya lo llevé al médico de urgencia."*

El miedo y la preocupación me invadieron. Me acerqué a Jack y lo sacudí suavemente.—Jack... Jack, despierta. Hay algo mal con Anthony.


En un segundo, estaba despierto y alerta, sus ojos se abrieron con una mezcla de preocupación y resolución. Se vistió rápido y en silencio, mientras yo intentaba concentrarme en el camino al hospital, recordándome que Anthony estaba en buenas manos.


Al llegar, encontramos a la niñera en la sala de espera. Nos explicó que Anthony había tenido fiebre toda la noche, pero se había intensificado al amanecer, así que lo habían ingresado para hacerle unas pruebas. La imagen de mi hijo en una camilla de hospital hizo que un nudo se formara en mi garganta.


—Gracias por traerlo —dije a la niñera, intentando contener la ansiedad.


Jack se dirigió directamente a la enfermera en el mostrador, exigiendo información sobre Anthony, su tono calmado pero serio. Poco después, una enfermera nos llevó a la habitación donde estaba Anthony, quien yacía en la camilla, pálido, respirando con dificultad.


Mi corazón se rompió en ese instante, y sin pensarlo dos veces, tomé la pequeña mano de Anthony entre las mías. Jack estaba de pie detrás de mí, sus ojos clavados en Anthony, y en ese momento, noté un brillo inusual en su mirada. Parecía algo más que preocupación. Era algo más profundo, algo que no lograba comprender del todo.


Horas después, los médicos confirmaron que era solo un virus que había afectado su sistema respiratorio. Estaba agotada emocionalmente, pero con un alivio profundo de que fuera solo eso. Sin embargo, Jack permanecía serio, y podía sentir una tensión en él.Nos dirigimos a casa en silencio, Anthony descansando en el asiento trasero. Pero al llegar a casa, el silencio estalló.


—Jack, no puedo creer lo preocupado que estabas... ¿Por qué reaccionaste así? Yo... sé que te importa, pero parecía que... parecía que había algo más —dije, intentando comprender su reacción.


—¿Que por qué reaccioné así? —repitió, su voz baja pero llena de intensidad. Me miró con una mezcla de frustración y algo más—. ¿De verdad crees que Anthony no es lo más importante para mí? —su voz se quebró un poco al decirlo, sus ojos brillando con algo que no había visto antes.Lo miré, confundida y preocupada.


—Jack, claro que lo sé. Pero... —empecé a decir, intentando calmarlo.Él se apartó, moviéndose inquieto por la habitación.


—Es que... me importa tanto que duele. Me parte el alma cada vez que lo veo enfermo, cada vez que tiene una simple gripe. ¡Dios, Mack! —tomó una bocanada de aire, como si estuviera tratando de contener una tormenta interna—. Es que... me destroza pensar que algo malo podría pasarle. Y tú... tú no entiendes.


—Entonces explícame, Jack, porque de verdad no entiendo por qué esto es tan intenso para ti —respondí, sintiendo una mezcla de dolor y rabia.


Jack me miró, su respiración agitada, sus puños cerrados. Después de un largo silencio, bajó la cabeza, casi derrotado.


—Me destroza... porque yo ya perdí a un hijo una vez, Mack.


La revelación cayó como una piedra en mi estómago, y por un momento, no supe cómo reaccionar. Lo miré, mis palabras atrapadas en mi garganta.


—¿Un... un hijo? —murmuré, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.Jack asintió, su mirada perdida en algún punto lejano.


—Fue hace mucho tiempo. Estaba en un mal momento... un momento muy oscuro de mi vida. Había conocido a una mujer, algo breve y sin compromiso, pero ella quedó embarazada. Al principio, no quería saber nada. Yo estaba atrapado en adicciones, en apuestas, en cosas de las que hoy me avergüenzo. Pero cuando nació... —Jack respiró hondo, su voz quebrándose—. Cuando nació, todo cambió para mí. Me encariñé, y aunque apenas era un bebé, él se convirtió en lo único bueno en mi vida en ese momento. Pero... no vivió mucho. Estaba enfermo, y no hubo nada que pudiera hacer.


Sus palabras resonaban en la habitación, cada una como un golpe directo a mi corazón. Ahora entendía la razón detrás de su sobreprotección, detrás de su miedo casi irracional a los hospitales, detrás de esa conexión tan fuerte con Anthony.


—Jack... lo siento tanto —susurré, intentando acercarme a él, pero él levantó una mano, deteniéndome.


—Por eso... cada vez que Anthony me llama "papá", es como si... como si me diera una segunda oportunidad —continuó, su voz cargada de dolor y anhelo—. Sé que él no es mi hijo biológico, pero en mi corazón... en mi corazón, Mack, siento que sí lo es. Quiero ser su padre, quiero protegerlo, quiero estar ahí para él en todo momento.


Las lágrimas corrían por mi rostro mientras escuchaba su confesión. Entendía ahora el peso que cargaba, el porqué de su actitud. Y aunque era difícil de aceptar, me sentía profundamente conmovida por su sinceridad.


—Jack, no tienes que decirme más. Ya entiendo —dije, acercándome a él y envolviéndolo en un abrazo.


Se quedó quieto un momento, y luego, lentamente, pasó sus brazos alrededor de mí, apoyando su cabeza en mi hombro. Nos quedamos así, en silencio, compartiendo su dolor, sanando juntos esas heridas profundas.


Sabía que este momento cambiaría todo entre nosotros, que esta verdad nos uniría de una forma que nada ni nadie podría romper.

NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now