°Mackenzie° | °meses a tu lado°
La tarde caía en la ciudad, dejando un cielo teñido de rojos y naranjas que parecían reflejar la turbulencia que se me acumulaba en el pecho. Sentada en el sofá de la sala, observaba a Jack desde la distancia mientras él jugaba distraídamente con Anthony. Sus risas resonaban en la habitación, pero apenas podía concentrarme en el sonido alegre de mi hijo.
En mi mente, las preguntas se entrelazaban, formando un nudo de incertidumbre que había estado ignorando por demasiado tiempo.
Todo había comenzado de forma sutil, como una idea pasajera que se negó a irse.
Al principio, no le di importancia. La relación con Jack siempre había estado cargada de momentos dulces y complicidades, pero con cada paso que daban juntos, una sombra del pasado de él se volvía más palpable.
Cuando nos mudamos al piso nuevo, un apartamento elegante en un barrio mejor del que había imaginado, todo parecía un sueño. Lo habían conseguido gracias a Jack; fue él quien se encargó de todo, y aunque ambos aportamos al pago, era evidente que la mayor parte del dinero venía de él.
Sabía que Jack tenía ingresos, pero nunca le había preguntado cuánto exactamente ni de dónde provenía.
La realidad era que, aunque había compartido con Jack sus propios temores, esperanzas y secretos, el pasado de él seguía siendo un enigma. Habían hablado de tantas cosas: de sus familias, de sus sueños, de lo que querían para el futuro, pero siempre que intentaba rascar más allá de la superficie, él me esquivaba las preguntas con la habilidad de un experto.
Me contaba anécdotas divertidas o hablaba de su infancia de forma superficial, pero nunca tocaba los detalles importantes.
Observe las sombras del atardecer cubrían la habitación con un velo de melancolía. Anthony, completamente ajeno a la tormenta que se formaba en mi mente, se lanzó sobre Jack con una carcajada contagiosa. Jack le devolvió la risa y lo atrapó en un abrazo, girando con él en el aire. La escena era perfecta, casi demasiado perfecta, y fue entonces cuando sentí una punzada de inquietud.
Aparté la mirada y me levanté, buscando refugio en la cocina. Sentía que necesitaba espacio para procesar, para poner en orden el torrente de pensamientos que acosaban. El sonido de las risas de Anthony y Jack aún se filtraba a través de la casa, pero ahora sonaba distante, como si proviniera de otro mundo.
Abrí la nevera y saque una botella de agua. El frío del vidrio contra mi piel me trajo un pequeño alivio momentáneo. Tomé un largo trago y cerré los ojos, tratando de acallar la voz en mi cabeza que repetía insistentemente las mismas preguntas: ¿Quién era realmente Jack? ¿Qué secretos escondía detrás de esa sonrisa segura y esos ojos que parecían contener un océano de emociones no dichas?
La noche en que ella le confesó lo de Anthony, todo cambió. Jack había reaccionado con apoyo, pero a partir de entonces, empecé a notar pequeños detalles que antes no me habían parecido relevantes.
Apoyé la botella en la encimera y dejé escapar un suspiro tembloroso. La sensación de que algo no cuadraba crecía con cada minuto que pasaba. Desde la noche en que Jack me acogió en su hogar, el vínculo entre los dos había florecido de manera inesperada y poderosa, pero esa misma noche fue también el comienzo de una serie de interrogantes que aún no había resuelto.
¿Quién era realmente ese hombre que le había ofrecido un refugio sin pedir nada a cambio? ¿Por qué evitaba hablar de su vida antes de que sus caminos se cruzaran?
Anthony irrumpió en la cocina con una energía que me sacó de mis pensamientos. Corrió hacia mi con una sonrisa de oreja a oreja y se agarró de mis piernas.
—¡Mamá, Jack dice que podemos ir al parque después de cenar! —dijo con emoción.
Me se obligue a sonreír y a acariciarle el cabello oscuro.
—Eso suena increíble, cariño. Ve a lavarte las manos antes de cenar, ¿sí?
El asintió y salió corriendo, dejando un eco de risas en el pasillo. Cuando volví a mirar hacia la sala, Jack me observaba con una expresión indescifrable, sus ojos azules fijos en los míos. Había algo en su mirada que me provocaba un escalofrío, una mezcla de ternura y reserva que me desarmaba y al mismo tiempo me mantenía alerta.
—¿Estás bien, Mack? —preguntó él, acercándose lentamente.
Asentí , aunque sabía que la mentira era transparente.
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NUESTROS CAMINOS CRUZADOS
Teen Fiction¿Quién dijo que después de la tormenta sale el sol cuando puede haber un rayo? Leer es una gran palabra, para mi leer es... transportarme. Al leer la primera pagina ya estoy en otra realidad, donde tengo una vida. Dejo de ser la antagonista de la m...