|Mackenzie| °meses a tu lado°
MARATÓN 3/5
El sol ya estaba alto cuando finalmente despertamos. Jack seguía abrazándome, su brazo pesado y reconfortante alrededor de mi cintura. Me giré lentamente para encontrar sus ojos ya abiertos, observándome con una sonrisa perezosa, esa que solo él me dedicaba cuando todo era perfecto y no había prisa por levantarse.
—¿Qué tal si hoy hacemos algo diferente? —preguntó, su voz aún ronca por el sueño.
—¿Qué tienes en mente? —le respondí, acariciando su mejilla suavemente.
—Nos escapamos. Tú y yo. Nada de responsabilidades, ni trabajo, ni problemas. Solo nosotros. Quiero pasar el día contigo sin interrupciones —dijo, inclinándose para besarme con suavidad, como si quisiera sellar esa promesa.
—¿Y Anthony? —pregunté, aunque la idea de tener un día entero solo para nosotros sonaba tentadora.
—Ya hablé con Naya anoche. Se quedará con él. Me dijo que no podía esperar para tener una tarde de juegos con él —respondió Jack con una sonrisa cómplice—. Así que, ya está todo planeado.
No podía evitar sonreír. Jack realmente había pensado en todo. Me conocía lo suficiente como para saber que no me desconectaría completamente si no estuviera segura de que Anthony estaba bien.
—Está bien, me convenciste. Vamos a escaparnos entonces —le dije, incapaz de ocultar la emoción en mi voz.
Nos levantamos lentamente, sin prisa. Jack me llevó de la mano hasta la cocina, donde preparó un desayuno rápido: tostadas, café y fruta fresca. No era nada sofisticado, pero la forma en la que me miraba mientras cocinaba, los pequeños gestos de atención que tenía conmigo, como ofrecerme el primer sorbo de café o cortar la fruta en pequeños trozos solo para mí, lo hacían todo más especial.
—¿Tienes algún plan para este "escaparnos" o simplemente vamos a ver a dónde nos lleva el día? —le pregunté mientras saboreaba un trozo de manzana.
—Es una sorpresa —respondió Jack con una sonrisa traviesa.
Después del desayuno, me llevó a su auto y arrancamos hacia un destino desconocido. El aire fresco de la mañana se colaba por las ventanas abiertas, despeinando mi cabello y llenando el ambiente de una ligereza que hacía tiempo no sentía. No había preocupaciones, no había expectativas. Solo estábamos él y yo, disfrutando de la compañía mutua.
Después de un par de horas conduciendo por caminos que parecían alejarnos cada vez más de la ciudad, llegamos a un pequeño pueblo costero. La brisa del mar nos recibió en cuanto bajamos del auto, y Jack me llevó de la mano por una pequeña calle empedrada que llevaba directamente a la playa.
—Pensé que sería el lugar perfecto para desconectar —dijo, mientras caminábamos por la arena, las olas acariciando nuestros pies desnudos.
El sonido del mar, la tranquilidad del lugar... era exactamente lo que necesitábamos. Nos tumbamos en una pequeña manta que Jack había traído, dejando que el sol acariciara nuestras pieles mientras él me abrazaba por detrás, su pecho pegado a mi espalda.
—Es perfecto —murmuré, cerrando los ojos y disfrutando del momento.
—No tan perfecto como tú —respondió Jack, besando suavemente mi hombro.
Pasamos horas así, simplemente hablando, riendo, recordando momentos compartidos. Fue un día lleno de pequeñas cosas, detalles que construían algo mucho más grande. La forma en que Jack me hacía sentir amada con cada palabra, cada caricia, era algo que no podía describirse con palabras.
Después de un rato, decidimos explorar un poco más el pueblo. Caminamos por las pequeñas calles, deteniéndonos en tiendas locales, comprando recuerdos tontos y probando la comida local en un pequeño restaurante con vista al mar. Jack no dejaba de mirarme, como si estuviera fascinado con cada pequeño gesto que hacía, y esa atención me hacía sentir especial, como si en ese momento, yo fuera todo su mundo.
Al caer la tarde, regresamos a la playa, esta vez para ver el atardecer. El cielo se pintaba de tonos naranjas y rosas mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte. Jack me envolvió en sus brazos, manteniéndome cerca mientras ambos observábamos en silencio.
—Gracias por esto —le dije, apoyando mi cabeza en su hombro—. No sé cómo logras siempre darme justo lo que necesito.
—Porque te conozco, Mack. Sé cuando necesitas escapar, cuando necesitas quedarte, cuando necesitas hablar y cuando necesitas silencio —respondió, acariciando suavemente mi cabello—. Y te amo por todo eso. No cambiaría nada de ti.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no de tristeza, sino de gratitud. Jack siempre había sido mi roca, la persona que sabía cómo hacerme sentir segura, amada, y completa. Y en ese momento, bajo el cielo teñido de colores del atardecer, supe que no necesitaba nada más. Él era todo lo que quería.
Nos quedamos allí hasta que el sol desapareció por completo, dejando solo la luz de la luna y el sonido de las olas como testigos de nuestro momento. Cuando finalmente decidimos regresar, lo hicimos en silencio, pero no era incómodo. Era el tipo de silencio que compartes con alguien con quien no necesitas palabras para entenderte.
Ya en casa, después de un día perfecto, nos tumbamos en la cama, agotados pero felices. Jack me abrazó una vez más, su calor envolviéndome.
—Prométeme que siempre haremos tiempo para esto —le dije, mi voz apenas un susurro en la oscuridad.
—Te lo prometo, Mack. Siempre será así. Tú y yo, encontrando momentos solo para nosotros.
Y con esa promesa, me quedé dormida, sintiendo que, pase lo que pase, siempre tendríamos días como este. Días donde el amor y la conexión que compartíamos sería lo único que importaba.
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NUESTROS CAMINOS CRUZADOS
Teen Fiction¿Quién dijo que después de la tormenta sale el sol cuando puede haber un rayo? Leer es una gran palabra, para mi leer es... transportarme. Al leer la primera pagina ya estoy en otra realidad, donde tengo una vida. Dejo de ser la antagonista de la m...