Un Respiro de Normalidad

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|Mackenzie| °meses a tu lado°


La luz tenue del atardecer se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente acogedor en el comedor. Después de semanas de tumulto emocional y reencuentros incómodos, Jack y yo habíamos decidido que necesitábamos una noche para nosotros. Un momento en el que pudiéramos dejar de lado las preocupaciones y simplemente disfrutar de la compañía del otro.

Me vestí con un vestido sencillo pero elegante, un color azul oscuro que resaltaba mis ojos. Al mirarme en el espejo, me sentí un poco más como la persona que solía ser antes de toda la confusión. Al bajar las escaleras, encontré a Jack en la cocina, preparando la cena. La mezcla de aromas era deliciosa: hierbas frescas, ajo y algo que sabía a salsa de tomate.

—¡Wow! Esto huele increíble! —exclamé, sintiendo un impulso de alegría al ver su concentración en la cocina.

Jack se volvió y me sonrió, una chispa de sorpresa y felicidad iluminó su rostro.

—Gracias. Intento impresionar a mi cita. —bromeó, su tono ligero y juguetón.

—Bien, pues has conseguido un 10 en presentación. —dije, acercándome para darle un pequeño beso en la mejilla.

El ambiente se sentía relajado, y por primera vez en mucho tiempo, las tensiones del pasado parecían disiparse. Terminamos de preparar la cena juntos, riéndonos y disfrutando del proceso. Pusimos la mesa con cuidado, colocando velas y flores frescas que había comprado esa mañana en el mercado.

Mientras cenábamos, la conversación fluyó sin esfuerzo. Hablamos sobre las cosas simples de la vida: anécdotas divertidas de la universidad, los momentos cómicos que había compartido con Anthony, y los sueños que ambos teníamos para el futuro. Cada risa, cada mirada, me recordaba por qué había elegido a Jack como mi compañero.

—Recuerdo la primera vez que cocinaste algo para mí. —dijo Jack, riendo—. Era un desastre total, pero me encantó.

—¡Era mi primera vez haciendo pasta! —protesté, aunque me uní a su risa—. Y admito que la salsa salió más como sopa.

Jack se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con complicidad.

—Pero lo intentaste. Y eso es lo que siempre me ha gustado de ti. Nunca te rindes.

Mi corazón se aceleró ante su elogio, y me sentí un poco más ligera, como si cada palabra de Jack fuera un bálsamo para las cicatrices emocionales que llevábamos.

Después de la cena, decidimos mudarnos al sofá, donde encendí algunas velas más y puse una música suave de fondo. Era un ambiente perfecto para relajarnos, y Jack se acomodó a mi lado, envolviéndome con su brazo.

—Me he dado cuenta de que, a veces, nos olvidamos de cuidarnos el uno al otro. —dijo, su voz suave y reflexiva—. Solo hemos estado tan ocupados tratando de resolver todo lo que hemos dejado poco espacio para nosotros.

—Tienes razón. —admití—. Este tiempo juntos es necesario. A veces siento que estamos en piloto automático.

Jack asintió, mirándome fijamente a los ojos.

—Quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti. Pero también quiero que disfrutemos de lo que tenemos, incluso si eso significa enfrentar los problemas juntos.

Mientras sus palabras flotaban en el aire, me sentí abrumada por un torrente de emociones. Jack era mi roca, el ancla en medio de la tormenta. Quería que supiera lo mucho que significaba para mí, lo mucho que lo valoraba.

—Y yo siempre estaré aquí para ti. —respondí, mi voz apenas un susurro—. Me encanta poder compartir momentos como este contigo.

Jack se inclinó más cerca, su aliento cálido acariciando mi piel. Sin pensarlo, lo besé, un beso suave pero cargado de emoción. Cada parte de mi ser anhelaba ese momento, y cuando nuestros labios se encontraron, sentí que el mundo se desvanecía a nuestro alrededor.

—Esto es lo que necesitamos más a menudo. —dijo Jack cuando nos separamos, sus ojos fijos en los míos.

La noche avanzó y hablamos de sueños, de lugares que queríamos visitar y de las cosas que aún teníamos que vivir juntos. Me sentía ligera, como si las preocupaciones del mundo se desvanecieran con cada palabra que compartíamos.

Sin embargo, la paz no duró mucho. Mientras Jack compartía una anécdota divertida sobre un compañero de trabajo, mi teléfono vibró en la mesa. Miré la pantalla y vi un mensaje de Alecc. Un escalofrío recorrió mi espalda.

—¿Todo bien? —preguntó Jack, notando mi expresión.

—Es de Alecc. —respondí, mi voz un poco tensa—. Parece que quiere hablar sobre algo importante.

Jack frunció el ceño, su tono más serio.

—¿Crees que sea sobre Anthony?

—No lo sé. —dije, sintiendo la ansiedad apoderarse de mí—. Pero tengo que contestar.

Mientras me levantaba para responder, una parte de mí anhelaba que esta noche no terminara con más complicaciones. Necesitábamos más momentos así, donde el caos del mundo se quedara afuera, donde solo existiéramos Jack y yo. Pero sabía que la vida rara vez funcionaba de esa manera.

—Voy a atenderlo. —dije, sintiendo el peso de la responsabilidad.

—Está bien. —dijo Jack, su voz tranquila aunque yo podía notar la tensión subyacente.

Me aparté unos minutos para tomar la llamada. Mientras hablaba con Alecc, el nudo en mi estómago se fue apretando. Las palabras que intercambié eran rápidas, pero cada una de ellas llevaba consigo el peso de nuestra realidad.

Cuando volví al sofá, la luz de las velas parpadeaba suavemente, pero el ambiente se había vuelto más denso.

—¿Todo bien? —preguntó Jack, su mirada preocupada.

—Sí, solo... necesitamos hablar. —dije, sintiéndome atrapada entre dos mundos.

Era inevitable; aunque ese momento juntos había sido maravilloso, la realidad estaba esperando a que regresáramos a ella.

—De acuerdo. —dijo Jack, su expresión serena pero con un atisbo de inquietud—. Estoy aquí para ti, pase lo que pase.

Y mientras me acomodaba a su lado, sabía que enfrentarlo juntos sería nuestra única opción. La vida nunca era fácil, pero el amor que compartíamos nos daba la fortaleza para superar cualquier obstáculo.

NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now