Refugio Debajo de Estrellas

2 0 0
                                    

|Mackenzie| °meses a tu lado°


La noche había caído y una suave brisa recorrió el jardín, trayendo consigo el canto de los grillos y un cielo lleno de estrellas. Después de un día tan productivo en el jardín, decidí que merecíamos una celebración. Armé una pequeña fogata en el patio trasero, con mantas y cojines esparcidos por el césped, creando un espacio acogedor para nosotros tres.

Jack llegó con una caja de malvaviscos y palitos de madera, y su entusiasmo hizo que Anthony brincara de alegría.

—¡S'mores! —gritó Anthony, corriendo hacia nosotros.

—Exactamente —dijo Jack, sonriendo al ver la emoción de su pequeño compañero. Comenzó a preparar los ingredientes mientras yo acomodaba las mantas.

Una vez que la fogata ardió, nos sentamos juntos, con las llamas proyectando un suave resplandor sobre nuestros rostros. Jack mostró a Anthony cómo asar los malvaviscos, dándole consejos sobre la distancia perfecta del fuego y el momento exacto para girarlos. Mientras tanto, yo disfrutaba de verlos interactuar, sintiendo que cada risa y cada mirada cómplice entre ellos cimentaban el vínculo que compartían.

—¿Sabes? Este es uno de mis recuerdos favoritos de la infancia —dijo Jack mientras colocaba un malvavisco dorado entre dos galletas—. Hacer s'mores bajo las estrellas.

—A mí me encanta —respondió Anthony, mirando hacia arriba con los ojos brillantes—. ¡Mira cuántas estrellas hay!

Jack y yo lo seguimos con la mirada, y juntos observamos cómo el cielo se iluminaba con miles de puntos de luz. En ese momento, el silencio se volvió cómodo, y la conexión que sentía con ellos era casi tangible.

—¿Te gustaría contar historias de miedo, Anthony? —sugerí, deseando alentar la creatividad de mi pequeño.

Sus ojos se iluminaron al instante, y comenzó a relatar una historia que había escuchado en la escuela sobre un fantasma que aparecía en el viejo parque del pueblo. Jack y yo nos reímos de sus descripciones exageradas, y la atmósfera se llenó de risas y murmullos emocionados.

—Yo tengo una historia —dijo Jack, imitando un tono misterioso—. Es sobre un faro solitario en la costa, donde un antiguo marinero vigila la luz, esperando que su barco regrese.

Con cada palabra, Jack pintaba una imagen vívida y aterradora, y Anthony escuchaba con atención, fascinado por la narrativa. La forma en que Jack contaba las historias era hipnótica, y no podía evitar sentirme atraída por él. La pasión y la calidez que proyectaba eran inconfundibles.

—Cuando termine la historia, deberías de hacer algo más aterrador, papá Jack —sugirió Anthony, provocando una carcajada de ambos.

—¡Está bien! Pero solo si prometes que no tendrás pesadillas esta noche —le respondió Jack, guiñándole un ojo.

Después de un rato de historias y risas, decidimos hacer una pausa y disfrutar de nuestros s'mores. La combinación del malvavisco caliente, el chocolate derretido y las galletas crujientes se convirtió en una delicia que todos disfrutamos. Mientras comíamos, la conversación se desvió hacia nuestros sueños y deseos.

—¿Qué te gustaría ser cuando crezcas, Anthony? —le pregunté, observando su rostro concentrado.

—Quiero ser astronauta —respondió sin dudar—. Y viajar a la luna.

—Esa es una gran meta —dijo Jack, asintiendo—. ¿Sabías que también puedes ser jardinero y astronauta? Puedes tener ambos sueños.

Anthony se iluminó al escuchar eso, sus ojos reflejando un mundo lleno de posibilidades. La idea de que podía ser cualquier cosa, que tenía el apoyo de Jack y de mí, lo emocionaba.

Mientras la fogata crepitaba y la luna se alzaba en el cielo, el ambiente se tornó más íntimo. Jack se acercó a mí y, en un susurro, dijo:

—Me encanta esto. Estoy tan agradecido de tenerlos en mi vida.

Mi corazón se llenó de calidez al escucharlo. Miré a Anthony, que seguía entusiasmado con sus planes de astronauta, y sentí que en esos momentos simples, bajo las estrellas, habíamos creado un refugio donde todo era posible.

Jack tomó mi mano y la apretó suavemente, haciéndome sentir segura y amada. En un instante, el mundo exterior desapareció y solo quedamos nosotros tres, riendo, soñando y disfrutando de nuestra pequeña burbuja de felicidad.

La noche avanzó, y nos sumimos en conversaciones sobre lo que el futuro podía traer, sin preocuparnos por los problemas que a veces parecían tan grandes. En esa noche estrellada, todo lo que necesitábamos estaba justo allí: el amor, la amistad y la promesa de un mañana lleno de nuevas aventuras.


NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now