Cambios sin ataduras

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|Pvp de Jack| °meses a tu lado°


Había algo diferente en mí, algo que solo ahora empezaba a reconocer. Sentado en mi sala, en silencio, podía ver mi reflejo en la ventana; era un reflejo que, después de tanto tiempo, ya no temía. Había dejado atrás las sombras, los vicios, todo aquello que solía ser mi escape de una vida que me asfixiaba.

Recordé la primera vez que había probado las drogas. Fue en un momento de vacío, de un silencio insoportable que parecía tragárselo todo. Era más fácil adormecerme, no sentir. Con cada apuesta, cada botella vacía, cada noche que acababa en recuerdos borrosos, me sumergía más en un abismo del que pensé que nunca saldría. Era una constante guerra contra mi propio ser, un refugio oscuro al que volvía una y otra vez, aún sabiendo que me consumía.

Pero entonces llegó Mackenzie. Al principio no entendía bien lo que ella representaba para mí. Era una mezcla de calma y caos que me hacía querer estar presente, realmente presente. Poco a poco, sin darme cuenta, dejé de necesitar esas noches de desenfreno, dejé de buscar la fuga en sustancias que solo me llevaban más lejos de mí mismo. Era como si, al encontrarla, algo dentro de mí se hubiera sanado sin que siquiera me diera cuenta. Ella me daba una razón para querer ser mejor, y aunque nunca se lo dije, era gracias a ella que había dejado de lado ese veneno que un día pensé que me definía.

—¿Y cómo te sientes ahora? —me preguntó Will una noche, mientras compartíamos unas cervezas sin el peso de antes, sin la necesidad de ir más allá de lo sano. Él siempre había estado allí, viéndome descender en espirales de autodestrucción y ahora también, en este intento de volver a la luz.

—Siento... paz, creo —respondí, sorprendido por mis propias palabras—. Es extraño, Will. Antes no pensaba que alguien como yo pudiera tener eso. No después de todo lo que... ya sabes, después de todo.

Will sonrió, dándome una palmada en el hombro.

—Ella te hizo bien, Jack. Pero también tú. Te elegiste a ti, elegiste no volver a ese camino. Y eso no se lo debes solo a ella, te lo debes a ti también.

Asentí, comprendiendo la verdad en sus palabras. Mackenzie era la chispa, pero también era cierto que algo en mí había cambiado, que había encontrado una fuerza que nunca antes había sentido.

Recordé una vez más aquel dolor, el de perder a mi hijo, un dolor que me hundió en lo más profundo. La culpa, el vacío, la impotencia... todos aquellos sentimientos me empujaron a un límite oscuro. Ahora comprendía por qué cuidaba tanto de Anthony, por qué me aterraba la idea de perder a alguien más. Me quedé observando el espacio vacío frente a mí, pensando en lo diferente que se sentía todo. Anthony no era mío por sangre, pero en mi corazón, era como si lo fuera. Con él, tenía otra oportunidad, otra manera de redimir mis errores, de proteger lo que no pude antes.

Mientras pensaba en todo esto, sentí un alivio que pocas veces había experimentado, una liberación auténtica. Sabía que el pasado no desaparecía, que esas sombras no se disolvían de un momento a otro, pero también sabía que ya no me definían. Por primera vez, estaba eligiendo estar aquí, estar presente, sin la necesidad de huir.

A veces me preguntaba si alguna vez Mackenzie comprendería todo lo que me había ayudado, todo lo que había hecho sin siquiera saberlo.

Sabía que la amaba, pero a veces las palabras no son suficientes, tenia que demostrárselo, me sentía seguro, ella era mi todo, quería que no lo dudara nunca, seriamos una familia, le daría una propuesta.

NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now