Primeros Pasos Hacia Nosotros

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|Mackenzie| °Meses a tu lado°


Los días siguientes al encuentro en el parque fueron diferentes, como si el mundo se hubiera reajustado sutilmente. 

Jack y yo empezábamos a compartir pequeños momentos que antes no existían entre nosotros, y aunque todo era nuevo, sentía que estábamos avanzando en la dirección correcta. No era solo una cuestión de tiempo compartido, sino también de apertura. Por primera vez en mucho tiempo, estaba permitiendo que alguien viera cada parte de mí, incluido mi lado de madre, ese que había protegido con tanto recelo.

Anthony seguía hablando de Jack después de aquel día en el parque. Le había caído bien, lo cual me alivió más de lo que quería admitir. No podía evitar sonreír cuando Anthony mencionaba a Jack con entusiasmo, contándome cómo habían jugado con la pelota y lo divertido que había sido. Verlo tan feliz y cómodo me daba una sensación de seguridad. Pero, por otro lado, también sentía una pequeña punzada de nerviosismo. Todo esto era nuevo para los tres, y aunque las cosas iban bien, no podía evitar preguntarme si duraría.

Un par de días después, mientras Anthony jugaba en la sala con sus bloques de construcción, recibí un mensaje de Jack.

"¿Te apetece salir a cenar esta noche? Podemos llevar a Anthony. Conozco un lugar que tiene una zona de juegos, así que él también se divertiría."

Leí el mensaje varias veces, tratando de procesar la idea. No era solo una invitación a cenar; era un paso más allá. Salir juntos los tres significaba algo. Mi corazón empezó a latir más rápido mientras respondía.

"Me parece una buena idea. ¿A qué hora?"

No tardó en contestar.

"Te paso a buscar a las seis. Nos vemos pronto."

Cerré los ojos por un momento, dejando que la emoción y la ansiedad se asentaran. Era como si estuviera dando un salto sin saber lo que encontraría al otro lado. Pero algo dentro de mí me decía que valía la pena arriesgarse.

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A las seis en punto, Jack tocó la puerta. Había algo diferente en él esa noche. Llevaba puesta una camisa de cuadros azul marino y jeans oscuros, una versión un poco más formal de lo que solía usar, pero sin perder su estilo relajado. Anthony corrió a abrir la puerta antes de que yo pudiera reaccionar, emocionado de verlo nuevamente.

—¡Jack! —exclamó Anthony, abrazándolo sin ningún rastro de timidez.

Jack se agachó para corresponder el abrazo, una sonrisa cálida en su rostro. No podía evitar sentir un nudo en la garganta al ver lo bien que se llevaban. Era como si Anthony ya lo hubiera aceptado en su pequeño mundo.

—¿Listos para la aventura de esta noche? —preguntó Jack, dirigiéndose a ambos.

—¡Sí! —respondió Anthony con entusiasmo, mientras yo asentía, algo más contenida.

Salimos los tres juntos, y mientras caminábamos hacia el auto, Jack me miró de reojo, sonriendo como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi cabeza. Me ofreció la mano para ayudarme a entrar al auto, y aunque era un gesto sencillo, me sentí extrañamente tocada por su cortesía.

El restaurante al que fuimos estaba lleno de vida. Era un lugar familiar, con luces cálidas y un ambiente acogedor. Lo mejor de todo era la zona de juegos que Jack había mencionado, una sección del restaurante donde los niños podían divertirse mientras los adultos cenaban. Anthony no tardó en pedir permiso para ir a jugar, y después de que le di el visto bueno, salió corriendo hacia los otros niños.

Jack y yo nos quedamos en la mesa, por primera vez solos desde que empezamos a dar estos nuevos pasos juntos. El silencio entre nosotros era cómodo, pero al mismo tiempo cargado de lo no dicho. Nos miramos durante un segundo, y luego Jack fue el primero en romper el silencio.

—Mack, quiero que sepas algo —dijo, inclinándose un poco hacia mí—. Esto que estamos haciendo... no lo tomo a la ligera. No quiero que sientas que estoy aquí solo por Anthony, aunque claro, él es una gran parte de esto. Pero estoy aquí por ti también.

Su sinceridad me desarmó. Había temido que, tal vez, Jack solo estuviera haciendo todo esto porque le caía bien Anthony o porque no quería hacerme sentir mal. Sin embargo, escuchar esas palabras me hizo darme cuenta de que estaba comprometido con ambos.

—Gracias, Jack —respondí, con la voz más suave de lo que esperaba—. Yo también quiero lo mismo. Y aprecio que estés aquí para los dos.

Nos quedamos en silencio de nuevo, pero esta vez no era incómodo. Había algo en el aire, una conexión tácita que parecía sellar un acuerdo no verbal entre nosotros. La cena llegó, y mientras comíamos, la conversación fluyó con más naturalidad. Jack hablaba de su trabajo y de las aventuras que había tenido en su vida, mientras yo le contaba sobre los pequeños detalles de la maternidad, esos momentos que solo los padres comprenden. Jack escuchaba con interés, y aunque nunca había sido padre, parecía comprender el peso y la belleza de lo que le contaba.

Después de un rato, Anthony volvió a la mesa, riendo y con las mejillas sonrojadas por haber jugado tanto. Se subió a su silla y comenzó a contarle a Jack todas las aventuras que había tenido en la zona de juegos. Jack lo escuchaba atentamente, riendo ante las historias exageradas que Anthony relataba con entusiasmo. Verlos interactuar así, con tanta naturalidad, me hacía sentir como si todo estuviera cayendo en su lugar.

Cuando la cena terminó y nos dirigimos de vuelta a casa, Anthony se quedó dormido en el asiento trasero. Lo miré a través del espejo retrovisor, sintiendo una mezcla de amor y paz. Sabía que este tipo de noches eran raras para nosotros, pero esa noche había sido especial.

Al llegar a la casa, Jack me ayudó a llevar a Anthony a su cama. Lo arropamos entre los dos, y mientras lo observaba dormir, me di cuenta de que nunca me había sentido tan segura de una decisión. Jack se quedó a mi lado, mirándome en silencio. Cuando salimos de la habitación de Anthony, cerré la puerta suavemente, y al girarme, Jack estaba ahí, mirándome de una manera que me hizo sentir completamente vista.

—Hoy fue una buena noche —dijo en voz baja.

—Sí, lo fue —respondí, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza.

Nos quedamos frente a frente por un momento, sin saber qué decir o qué hacer. Pero en el fondo, no hacía falta. Ya habíamos dado los primeros pasos hacia algo más grande, algo que requería paciencia y tiempo. Jack se inclinó hacia mí, y en un gesto lleno de ternura, me besó en la frente.

—Nos vemos mañana, Mack —susurró, antes de irse.

Me quedé allí, en la entrada, viendo cómo se alejaba. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que todo lo que había deseado —una familia, una relación verdadera— estaba a mi alcance.

Habíamos comenzado un nuevo capítulo.

NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now