Un Despertar Íntimo

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|Mackenzie| °meses a tu lado°

                                                                    MARATÓN 2/5

Los primeros rayos del amanecer apenas comenzaban a iluminar la habitación, pintando un suave resplandor dorado sobre los cuerpos de Jack y mío, entrelazados bajo las sábanas. Sentí su calor envolviéndome, su respiración pausada y tranquila contra mi piel, y su brazo firmemente rodeándome como si, incluso dormido, no quisiera soltarme.

Abrí los ojos lentamente, mi cabeza descansaba sobre su pecho desnudo, subiendo y bajando con cada respiración profunda que él tomaba. Me quedé así, inmóvil, solo escuchando el latido rítmico de su corazón. Era un sonido que ahora conocía tan bien, como una melodía constante que me daba paz.

Me moví ligeramente, con la intención de no despertarlo, pero en el momento en que levanté mi cabeza para verlo mejor, sus ojos se abrieron perezosamente, y una sonrisa lenta se extendió por su rostro. Esa sonrisa... la que guardaba solo para mí, llena de amor, de promesas silenciosas y de deseo.

—Buenos días —murmuró, su voz ronca y profunda aún cargada de sueño.

—Buenos días —le respondí en un susurro, mis dedos trazando suavemente la línea de su mandíbula, bajando hasta su pecho donde sentí su corazón latir fuerte y constante.

Jack no dijo nada más, no hacía falta. Sus manos, grandes y cálidas, empezaron a moverse lentamente por mi espalda, dibujando círculos suaves que me hicieron estremecer. La tranquilidad de la mañana contrastaba con la tensión suave que empezaba a formarse entre nosotros. Su mirada se volvió más intensa, y su mano bajó un poco más, acariciando mi cintura con una mezcla de ternura y deseo.

—Anoche... —comenzó, sus ojos fijos en los míos—. Fue perfecta, pero despertar contigo así... no hay nada mejor.

Sonreí, sintiendo cómo su toque encendía algo dentro de mí, una chispa que llevaba horas dormida pero que, con solo una caricia suya, se avivaba de nuevo.

Me acerqué más a él, sin despegar la mirada de sus ojos, y lo besé suavemente. Sus labios eran cálidos, suaves al principio, pero conforme el beso se intensificaba, pude sentir cómo el deseo nos envolvía nuevamente. Jack me atrajo hacia él con más fuerza, girando su cuerpo hasta que quedé debajo de él, nuestras pieles apenas separadas por las sábanas.

Su mano se deslizó por mi muslo, acariciándolo con la misma paciencia de siempre, pero esta vez había algo más. Una urgencia, una necesidad de sentirme cerca, de conectarnos de la manera más íntima posible.

—Te amo, Mack —murmuró contra mis labios, su voz baja y cargada de emoción.

—Y yo a ti, Jack —respondí, mi voz temblando ligeramente por todo lo que estaba sintiendo.

Me besó de nuevo, esta vez más profundo, su lengua acariciando la mía con una suavidad que contrastaba con la intensidad de nuestras respiraciones. Sus manos exploraban mi cuerpo con familiaridad, pero también con una especie de reverencia, como si cada caricia fuera nueva, como si quisiera memorizar cada detalle.

El mundo exterior se desvaneció. No había nada más que Jack y yo, enredados el uno en el otro, moviéndonos al mismo ritmo, respirando el mismo aire. Sentí sus labios descender por mi cuello, dejando un rastro de besos que encendían mi piel. Cada caricia suya, cada movimiento, era una declaración de amor más fuerte que cualquier palabra.

Nuestros cuerpos se movían con una sincronía perfecta, como si fuéramos dos mitades de un todo. Su peso sobre mí era reconfortante, su fuerza combinada con una dulzura que solo él sabía cómo equilibrar. Cada toque suyo era un recordatorio de lo que habíamos pasado juntos, de todas las veces que nos habíamos elegido el uno al otro, a pesar de todo.

Los minutos se desvanecieron en el tiempo, como si el universo hubiera decidido detenerse para darnos este momento solo para nosotros. Y cuando finalmente nuestros cuerpos se relajaron, todavía enredados el uno en el otro, sentí que algo había cambiado. No era solo la pasión, era algo más profundo, una conexión que iba más allá de lo físico.

Jack me atrajo hacia él, acurrucándome en su pecho mientras ambos tratábamos de recuperar el aliento. No había necesidad de palabras, todo había sido dicho a través de nuestras caricias, de nuestros besos. Me sentí segura, amada, y completamente suya.

—No quiero que este momento termine nunca —susurré, cerrando los ojos mientras mi cabeza reposaba en su pecho.

—No tiene por qué terminar —respondió él, besando mi frente suavemente—. Siempre tendremos esto, Mack. Siempre.

Supe que lo decía en serio. Con Jack, cada día era una promesa de más momentos como este. No importaba lo que el mundo nos lanzara, siempre encontraríamos nuestro camino de regreso el uno al otro.

Y esa mañana, mientras el sol subía más en el cielo y la luz llenaba nuestra habitación, supe que no había nada más que pudiera desear. Jack y yo éramos suficientes. Nuestro amor era suficiente.

Estaba donde siempre había pertenecido, en sus brazos, en su corazón. Y no necesitaba nada más.

NUESTROS CAMINOS CRUZADOSWhere stories live. Discover now