2. Capítulo 14: Una simple apuesta

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Abril Isaza.

Qué final de cumpleaños más raro.

Sigo creyendo que no siento nada. Pero, mi cuerpo no obedece y las lágrimas salen solas de mis ojos.

¿Él se estaba despidiendo?

Estoy (o estaba?) convencida que lo odio, me hizo sufrir tanto en tan poco tiempo que ni me dio oportunidad de procesar todo. Parecía que sigo paralizada en el tiempo.

Ahorita mismo no sé nada.

Ni siquiera sé si soy capaz de perdonarlo, lo único que quiero es que no se vaya.

Aunque me vea muy ridícula queriendo eso.

Aparte, estoy enojada. ¿Cómo tenía la valentía de decirme todo eso y confundirme cuando logré estabilizarme? Soy fiel creyente que él es el único que puede hacerme dudar hasta de lo más seguro.

Y lo logra. Claro que lo logra.

Pero, ahora tampoco tengo cara para contarle esto a alguien, o ver a mi novio a los ojos, e incluso también verlo a él de frente después.

Soy un océano de emociones en este momento.

Solo espero que mañana sea un mejor día.

(...)

—¿No podemos faltar hoy? —pregunto de mala gana—.

—No, Abril. Tú recién entraste ayer y si no recuerdas, hay examen de literatura. Levántate —.

No sé porque a estos cinco se les ocurre venir aquí en días de semana.

Y tener que levantarse a las 5 de la mañana para llegar a Bogotá y al colegio.

Para terminar de cagarla, no dormí nada.

—Ahora voy —balbuceé, sentándome en la cama—.

Esto debería de ser abuso.

Voy a mi maleta, decidí que la iba a dejar ahí. Puesto que, ahora empezaré a venir aquí. Le hice una promesa a mi hermano.

Me vestí con una camiseta corta y unos jeans blancos. A pesar de ser básico, me sentía mal.

No me gustaba mi cuerpo, no entiendo en qué momento me volví insegura. Voy al baño para asearme, y lo que veo al espejo me hace sentir peor.

Trato de ignorarlo, me cepillo las hebras de mi cabello rubio y salgo con únicamente mi maleta. Decidí que en el camino me maquillare un poco.

Bajo las escaleras con mis cosas y, con sorpresa, veo a todos ya desayunando.

Estos son unos intrusos, devuelvanme a el Simón que se levanta a las diez de la mañana y al Martín que se demora mil años por favor.

—¡Buenos días a la única chica de la casa! —me saluda Marto—.

Todos me voltean a ver y me sonríen. Siento una mirada en especial.

Empiezo a comer, a comer me refiero a una tostada y un café.

Marica, me olvidé los suplementos.

—Abi, ¿no te haz maquillado, no? —me pregunta mi hermano—.

—No, ¿por? —.

—Tienes una ojeras... —dejó incompleta la frase—.

Su comentario hizo que Villamil me volviera a escanear. Fingí no darme cuenta, aunque al final no resisto.

Mis ojos le devuelven la mirada y veo que me está observando el rostro, y no los ojos en especifico.

Se me olvida mencionar que, estamos sentados juntos.

Eres Tú ~ Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora