Desde la primera vez que se conocieron, Ryujin y Yeji han sido inseparables, pasando la mayor parte del tiempo juntas. Pero justo cuando todo parecía ir perfecto, sus vidas cambiarán cuando Ryujin se vea obligada a mudarse a otro país, donde se dará...
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Pasó su delantal por encima de su cabeza, acomodándose la gorra del uniforme, preparándose mentalmente para su turno en la heladería.
Ya había pasado una semana desde que Ryujin se había ido del país, y todo se sentía extraño, vacío, como si faltara algo.
Cambiar su horario de trabajo a los fines de semana fue una decisión impulsiva, pero ahora se preguntaba si fue la correcta, porque el salario que recibía era menor a lo que solía ganar, y no sabía si podría sobrevivir con lo poco que le pagaban.
Apenas cruzó la puerta del área de empleados cuando su mirada se encontró con Yeonjun. Él estaba apoyado contra el mostrador, con una sonrisa maliciosa que no decía nada bueno.
Yeji sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había olvidado aquella sensación de incomodidad mientras trabajando ahí, aunque estaba segura que ahora era peor. Había algo en la actitud del chico que la ponía en alerta, y no le agradaba para nada.
—Vaya, vaya. Creí que habías renunciado, Hwang —dijo él con tono casual, aunque burlona—. No te había visto en toda la semana.
Yeji suspiró, evitando hacer contacto visual mientras revisaba la caja registradora.
—Cambié mi horario a los fines de semana —respondió sin más.
—Qué mal. Yo mañana no trabajo, así que solo te veré un día a la semana —su tono sonaba falsamente decepcionado, pero Yeji simplemente puso los ojos en blanco, intentando ignorarlo.
Yeonjun notó su reacción y su sonrisa se amplió.
—¿Qué pasa? ¿Tan desagradable te resulta mi presencia?
Ella no respondió, pero el silencio fue suficiente para que él asumiera la respuesta.
—Oh, vaya —rio bajo—. Supongo que sí. Bueno, al menos dime, ¿cómo te la has pasado estos días sin tu novia? O, bueno... ¿debería decir exnovia? —su risa fue más marcada esta vez.
Yeji frunció el ceño, mirándolo con dureza. ¿Cómo carajos sabía eso? Su reacción fue justo lo que él quería, y lo demostró al levantar las manos en una falsa muestra de inocencia.
—Oh, ¿te incomodé? Perdón, no era mi intención, de verdad —sin embargo, su sonrisa decía lo contrario—. Solo espero que Ryujin se la esté pasando bien en los Estados Unidos. Estará allá por varios años, ¿no?
Hwang tensó su mandíbula. Quería saber por qué demonios sabía toda esa información, ¿cómo? Sin embargo, no quería caer en su juego, no quería dirigirle palabra, no quería preguntarle, porque sabía que esa era su intención.
Idiota.
Siguió trabajando en silencio, ignorándolo por completo, pero él no tenía intenciones de detenerse. Oh, claro que no.
—¿Sabes? Las relaciones a distancia son difíciles. Muy, muy difíciles —negó, acercándose a ella, hasta quedar a su lado—. Y más cuando estás en un país nuevo, rodeado de gente nueva... y oportunidades nuevas. ¡Es Estados Unidos! ¿Quién sabe? Tal vez Ryujin ya hizo alguna amiga especial por ahí... o más que eso.