16.EL PARQUE

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Al final tuvimos que negarnos al contrato con la discográfica, ya que mi madre no fue la única que puso inconvenientes a eso. Al principio nos quedamos un poco desanimados pero acabamos convenciéndonos de que seguro que se nos presentaría una segunda oportunidad.

Mientras, seguíamos tocando por ahí e incluso intentar componer para un futuro aunque la verdad es que no se nos daba muy bien y ni siquiera conseguíamos llegar a una estrofa entera que nos gustara.

A parte de en el Bar Verde, de vez en cuando también tocábamos y cantábamos por la calle a ver si nos dejaban alguna propina en la funda de la guitarra, pero a veces también lo hacíamos solo por amor al arte.

Pronto descubrimos un parque enorme y muy verde a las afueras del pueblo al que no habíamos ido muchas veces. "Parque del Olvido", se llamaba. Nos encantó y pasó a ser nuestro otro lugar favorito, junto con "el local". Nos enamoramos especialmente de una pequeña zona al lado oeste de él, donde había un pequeño estanque con patos y peces y, a su lado, uno de los árboles más grandes que he visto en mi vida. No sabría decir que tipo de árbol era, nunca he sabido mucho sobre el tema, pero tenia un tronco robusto y unas fuertes y gruesas ramas. Tanto, que nos pasábamos todo el tiempo sentados o incluso estirados subidos a él. Tocando, haciendo los deberes, leyendo... ¡O incluso echándonos la siesta! Le cogimos muchísimo cariño, igual que los otros niños y chicos que también jugaban y pasaban largas tardes en él. Ese minúsculo trozito de mundo era nuestro lugar secreto, nuestro territorio, y el árbol era nuestro árbol.

Es por eso que una mañana de domingo Roberto me llamó a las siete de la mañana. Era demasiado pronto, así que cogí el móvil ya de muy mal humor.
-¿Que quieres? -le espeté.
-Leila... Esto... ¿no te has enterado? Es que mi abuelo tiene el costumbre de salir todas la mañanas muy temprano a dar una vuelta y hoy ha pasado por delante de el Parque del Olvido... -hablaba muy deprisa, demasiado, me estaba poniendo muy nerviosa.
-¿Y? -dije para ver si se tranquilizaba e iba al grano de una vez.
-Estaba cerrado. Se ha enterado que quieren hacer un párquing enorme ahí, para que haya aparcamiento a la entrada del pueblo. Además también piensan construir un hotel -ahora su voz sonaba más bien triste, apagada.
-¿Qué? -di un salto de repente- ¿Eso significa... que lo van a demoler todo?
-Sí, incluso el árbol.
-¿Qué hacemos?
-No sé, yo ya he avisado a Roberto, Estela y a ti. Ahora voy a llamar a María y Charlie y lo pensamos, ¿vale?
Asentí. Me quedé tumbada en la cama y, aunque tenía muchísimo sueño sabía que no podría volver a dormirme.

Y aun menos cuando, al cabo de veinte minutos, sonó el timbre de la puerta de casa. Mamá fue a ver quien era.
-¡Es para ti, Leila! -gritó.
-¡Ya voy! -contesté.
Me vestí a toda prisa y bajé las escaleras. Delante de la puerta estaba Estela. No me dijo ni hola, sino:
-¡Venga, vamos!
-¿Qué? ¿A dónde?
-¡Al parque!
-¡Pero si ni he desayunado aún!
Pero ella me cogió de la manga de la camiseta y, después de preguntarme el nombre de mi madre y con mucho descaro, gritó hacia adentro para que mi madre pudiera oírlo:
-¡Adiós, señora Esperanza, nos vamos!
Y antes de que mi madre puediera aprobarlo o no, ya estábamos andando.

Estela me compró un pastelito en una panadería para que yo pudiera desayunar. Cuando llegamos al parque, vimos que estaba todo cerrado y había algunos paletas y técnicos ya excavando y empezando su tarea. Estela se acercó a uno que estaba descansando y desayunando fuera de la zona precintada y le dijo:
-Buenos días, buen hombre. ¿Qué harán con el parque? -fingió no saberlo.
-Oh, lo están destruyendo, quieren construir un parquing y un hotel que queden a la entrada del pueblo.
-Es el ayuntamiento quien ha decidido eso, ¿verdad?
-Sí, señorita -sonrió falsamente el hombre.
-¿Y no han hecho ninguna consulta al pueblo?
-Supongo que esta vez no lo han creído necesario.
-Bueno, muchas gracias, que tenga un buen día.
Y nos alejamos de él.
-¿Y ahora que hacemos? -le pregunté, hablando por primera vez des de que salimos de mi casa ya que había estado demasiado confusa intentando adivinar las intenciones de Estela. Que, por cierto, ¡qué carácter más impulsivo tenía la chica! Pero eso no era lo único que lo demostraba, ya que me contestó:
-Pues ahora vamos a hablar con el alcalde. Espera, que llamo a los otros.

Nos reunimos todos en la plaza central del pueblo, que estaba justo al lado del ayuntamiento.
Entramos y Estela pidió permiso para hablar con el alcalde a la recepcionista.
-¿Vosotros? ¿Por qué? ¿Qué queréis?
-Solo serán unos minutos, tenemos que quejarnos de algo importante.
La chica de recepción dudó al principio, pero acabó cediendo. Subimos en ascensor hasta el piso tres y nos dirijimos al despacho del alcalde. María llamó a la puerta, se oyó un "¡pase!" des de dentro y entramos los cinco.
El alcalde pareció sorprendido, al principio, pero nos saludó intentando sonar amistoso:
-Hola, chicos, ¿que queréis?
-No es justo lo que está haciendo con el parque -Estela fue al grano.
-¿Por qué?
-Porque es un lugar especial tango para los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos de este pueblo. Siempre hay muchísima gente en él y estoy segura de que no somos los únicos que QUEREMOS ese parque y no queremos que nos lo quiten por un hotel y un párquing absurdos. Seguro que hay muchísima gente que no está de acuerdo en eso, además de nosotros.
-Demuéstralo -contestó él, sonando desafiante.
-Muy bien.
Y nos fuimos de ahí, siguiendo a la decidida y ahora enfadada Estela.

LEMON HEAD (Spanish version) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora