Epílogo.NO PARES/PARÉIS LA REVOLUCIÓN

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  Ya han pasado un par de años. Carla, que ya tiene diez años de edad, tiene el mismo pelo color zanahoria que su padre y Miguel, cariñosamente llamado Mickey, ha heredado mis ojos de color café, además de un precioso pelo negro azabache que nadie sabe de donde lo sacó.

  Los dos acaban de coger el autobús escolar y Roberto está a mi lado en la cocina ayudándome a limpiar las tazas y platos usados durante el desayuno para luego irse a trabajar.

  —No me gusta que la niña no haga los deberes. Eres demasiado permisiva —me dice sin apartar los platos de la cuchara que está limpiando.

No me apetece empezar una discusión. Pero tampoco tengo la intención de darle la razón, así que contesto con el tono lo más amigable posible:

  —Cariño, ya hemos hablado de eso. Ya sabes que en otras circunstancias no me gusta que se escaquee de cumplir sus obligaciones, pero esta vez tenía razón. Esa profesora les puso demasiados ejercicios. ¡Los niños necesitan tener tiempo para jugar!

  —Pero llegar a convencer a toda la clase para que no los hagan porque todos están de acuerdo en que "son demasiados"...

Sé que Roberto no protesta porque no le parezca correcto, sino por el bien de la niña. Entiendo que se preocupe por su futuro y sé que se supone que tenemos que enseñar a nuestros hijos a hacer lo que deben. Pero no siempre puede ser así, y me parece mucho más importante que tenga tiempo suficiente para hacer otras cosas, a parte de todo lo del colegio. Además, sinceramente, me parece fantástico y me siento orgullosa de que haya logrado organizar una protesta así.

  —Es una líder nata. Cree en sus motivos para reivindicar sobre algo que le parece una injusticia y los ha defendido, simplemente —no puedo evitar sonreír.

Ahora Roberto también sonríe. Sé que en realidad piensa lo mismo que yo. Nuestra hija ha salido tan revolucionaria y luchadora como nosotros. Puede que eso nos lleve problemas en cuanto llegue a la adolescencia pero... Ya llegará, aún falta mucho.

Entonces Roberto vuelve a sonreír y se me acerca por detrás, abrazándome por la espalda y apoyando su mentón en mi hombro.

  —Me recuerda tanto a nosotros. ¿Te acuerdas de todas las locuras que llegamos a hacer, con los chicos, por cosas así? ¿Y cuando salvamos el Parque del Limonero? —mi marido no puede evitar echarse a reír.

  —Cómo olvidarlo... —suspiro al tiempo que me giro para abrazarlo—. No me parece tan mal dejar que haga la suya y exprese sus ideas a su manera, siempre que sea de forma respetuosa. Si sé que en el fondo a tú también te alegra que haya hecho eso.

Y es que me parece maravilloso, el hecho de que sea tan rebelde como nosotros lo éramos. Llegará lejos, si continúa así.

  —Tienes razón. Don't stop the revolution.

LEMON HEAD (Spanish version) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora