23.MENTE CONFUSA

113 8 2
                                    

Tanto el miércoles como el jueves estuve muy despistada y desconcentrada durante los ensayos.

No podía quitarme a Víctor de la cabeza. Ni su bonita sonrisa, ni sus ojos marrones, ni su manera de hablar o su mentalidad tan comprensiva... ¿Me estaba enamorando? La respuesta era obvia, pero me negaba a aceptarla. Me asustaba esa idea.

Víctor me había distraído temporalmente, aunque no del todo, de mi otra preocupación: la sentencia de mi padre.

Sí que me habían gustado varios chicos a lo largo de mi vida, pero esos casos no me habían afectado nunca de ese modo.

Además, él era muchísimo más guapo que todos los demás chicos. Era el más guapo del mundo, seguramente. Y tan simpático... Era perfecto, ¿cómo iba a fijarse en mí, un chico así?

Probablemente había un montón de chicas más que iban detrás de Víctor. Y él podía escoger cualquiera de ellas, las cuales seguro eran mucho más guapas que yo.

Porque es que a veces, cuando miraba a mi alrededor, me daba cuenta de que todas las chicas se veían guapísimas. Todas excepto yo.

También me pasaba con mis amigas.

María era preciosa, con ese pelo ondulado y brillante y esos hoyuelos que se le veían en las mejillas cuando sonreía.

Incluso Estela era atractiva a su manera, sobretodo por esa piel morena y sus decididos ojos, aunque a veces le dieran un aire de malhumorada.

En cambio, yo tenía un pelo liso muy aburrido. Rubio, sí, pero no de esos rubios brillantes y bonitos. Y mis mejillas estaban completamente cubiertas de pecas. Mis ojos de color café eran pequeñísimos. Quizás mi nariz era lo único de mi cara que no me desagradaba del todo. Aún así, yo era fea. No muy muy fea, pero, definitivamente, de guapa no tenía nada.

Al final, los chicos notaron que no estaba por lo que tenía que estar al cantar mientras ensayábamos. Me olvidaba y tropezaba con la letra, me equivocaba en la melodía... Y suerte que era una canción con un ritmo muy libre que te permitía, o casi obligaba, a improvisar, porque si no, se habrían notado aun más fallos.

-¿Te pasa algo? -me preguntó Charlie, al fin.

-N... No, es solo que estoy un poco cansada, últimamente.

Pero parece que no soné lo bastante convincente, porque Estela insistió:

-¿Seguro que estás bien?

-Leila, ya sabes que puedes contarnos lo que sea -dijo María con cara de preocupación.

Decidí guardarme lo de Víctor solo para mí, al menos por entonces. Me daba vergüenza.

Pero, como ya sabían más o menos como había ido toda la historia, sí les conté lo de mi padre.

A medida que mi relato avanzaba, mi voz se iba apagando y oscureciendo.

Al acabar, noté como Roberto me frotaba el brazo y decía:

-Lo siento.

"Lo siento", claro. ¿Qué más podría haber dicho? ¿Cómo se podía consolar a alguien que sentía la frustración, impotencia y sobretodo ira que sentía yo en esos momentos?

Era difícil. Pero había una cura infalible: la música.

La letra de Ain't It Fun hablaba de lo que significa vivir en el mundo real. De lo vulnerable que puedes sentirte una vez sales de esa burbuja en la que mucha gente se encierra.

Los adolescentes y jóvenes la usan para ignorar sus problemas al menos hasta que les es completamente necesario salir al mundo, a luchar por su cuenta y, seguramente por primera vez, totalmente solos.

Algunos adultos también lo hacen aunque sea solo temporalmente mientras tienen algún tipo de problema. A veces eso se refleja en su impecable seguimiento de la rutina, haciendo cada día lo mismo. Otros se refugian en el alcohol o cualquier otra adicción. Y todo eso para no tener que pensar, vivir o sentir algo diferente, algo que es su preocupación real pero que no quieren aceptar y afrontar. Porque solo quieren huir de ella e intentar eliminarla de sus vidas. Algo inútil e imposible.

Porque con el tiempo aprendí que, la gran mayoría de veces, fingir que tus problemas no existen solo empeora las cosas.

LEMON HEAD (Spanish version) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora