19.¿POR QUÉ NO?

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Tenía ganas de contar a mis amigos lo de ese concurso, pero no quedamos ni la mañana ni la tarde de sábado, ya que teníamos bastantes deberes. Además, ya nos íbamos a ver en el local por la noche, como casi todos los sábados, así que esperé.

Esa noche dormí un poco antes de que sonara la alarma que había puesto a las dos y media de la mañana para asegurarme de que mi madre estuviera dormida y no se enteraba de que salía.

Al llegar al local, lo primero que hice fue ir a la barra del bar a pedir (cómo no) una limonada. Me senté en un taburete y observé a mi alrededor, buscando a alguno de los chicos. Y, en una de las mesas del fondo, vi a Estela y a Charlie, quien avisó a la otra de mi presencia y me hizo gestos para que me acercara.

-Hola, ¡chicos! -les saludé sonriente. Y fue al sentarme cuando vi que en la mesa que quedaba detrás de Estela estaba sentado el chico con el que había chocado el día anterior.

-¿Estás bien? -me preguntó Estela, supongo que porque vio mi cara de sorpendida.

Asentí como a respuesta.

Estuvimos charlando y riendo hasta que por fin llegaron María y Roberto. De pronto, vi al chico castaño levantarse de la mesa e irse.

Al cabo de un rato me lancé a comentarles lo de Pequeñas Estrellas:

-Hey, chicos. Ayer vi en la tele que anunciaban un concurso llamado Pequeñas Estrellas que... -y les conté todo lo que sabía sobre ello.

-¿Y pretendes que nos apuntemos? -dijo Roberto, quien no parecía muy convencido.

-Pienso que es una buena oportunidad -contesté.

-Cierto, no perdemos nada en intentarlo -comentó Estela, como siempre muy decidida.

-¡Wow, sí! ¡Seguro que nos lo pasamos genial! -exclamó María, acabando con una de sus risitas entusiastas.

Todos miramos a Charlie, esperando a que él también diese su opinión. Finalmente, dijo con voz monótona:

-A mí me parece bien.

Pero Roberto aun seguía pensando lo mismo:

-A ver, a ver, eso es mejor que lo pensemos en calma... y comentarlo a nuestros padres, igual que con lo del contrato de la discográfica.

-Y esperemos a que esta vez no nos pase lo mismo -murmuró María, ahora un poco desilusionada.

-Pues lo hacemos a escondidas.

Ese comentario de Estela hizo que todos nos girásemos a observarla, expectantes.

-¿Cómo? -preguntó Roberto, que por ahora me había fijado de que era el más maduro y el que tenía más jucio-. Si seguramente necesitaremos el permiso de un adulto para poder inscribirnos.

-Tú lo has dicho -contestó Estela-. Necesitamos el permiso DE UN ADULTO, pero nadie ha dicho que ese adulto tenga que ser nuestros padres. En el local hay alguna gente de dieciocho y todos nos llevamos bien.

-No creo que sea tan fácil, Estela -dijo Charlie con desconfianza-. Necesitaríamos papeles falsos, entonces, para demostrar que esa persona es nuestro tutor, así que...

-Creo que la única opción será la que hemos dicho al principio: lo comentamos a nuestros padres y probamos suerte. Y la idea de Estela la dejamos como plan B -dije yo-. Aunque ahora ya no estoy tan convencida como antes... ¿estáis seguros?

-¡Sí! -gritó una feliz María.

-Bueno... -susurró Charlie frunciendo los labios.

-Lo que queráis -y lo que Roberto dijo a continuación nos dejó asombrados-. Es cierto que no estaría mal aprovechar la oportunidad, ¿lo intentamos?

-¿Por qué no? -dijo Estela, sonriente.

LEMON HEAD (Spanish version) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora