18.PEQUEÑAS ESTRELLAS

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Es verdad que las cosas habían mejorado, que me sentía mucho mejor y más feliz de lo que me había sentido en mucho tiempo.

Pero en el instituto todo seguía igual.

Desafortunadamente, ninguno de mis nuevos amigos iba al mismo instituto, por lo que continuaba siendo igual de aburrido y solitario como siempre.

Como antes, a veces me hablaba con cualquiera, y tenía una buena relación con la mayoría de la gente, incluso con la de diferentes cursos. Pero no tenía amigos de verdad allí. La verdad es que ya no me importaba, ya que aun estar sola, no me sentía de ese modo porque sabía que al salir de allí me volvería a encontrar con esas cuatro maravillosas personas las cuales ahora tenía la suerte de poder llamar amigos.

Por suerte ya volvía a ser viernes. Y quedaban exactamente dos minutos para que terminara la última hora de clase del día y así poder salir de esa "prisión" y empezar el fin de semana. Fueron dos minutos larguísimos e infernales.

Al fin sonó el timbre. Salí. Y empezé a andar por el mismo camino que hacía siempre de casa al instituto, del instituto a casa.

Bajé por la Calle Mayor del pueblo, pasando por distintos locales: una agencia de viajes, un banco, una tienda de cosas naturales, un par de restaurantes y mi pizzería favorita, una lencería...

A continuación solo tenía que pasar por el lado de una pequeña plaza donde había el quiosco de siempre.

Caminaba distraída, y al girar la esquina que llevaba a la calle donde vivía, vi algo que se acercaba de frente rápidamente hacia mí y choqué contra ello. El impacto fue bastante brusco.

Ya en el suelo, oí un sonido semejante al de pequeñas ruedas girando y desplazándose por el suelo, a mi izquierda.

-¿Estás bien? -dijo una voz masculina.

Yo, aún frotándome la cabeza y con la vista un poco nublada, vi una mano hacia mí. Suponí que era para ayudarme a levantarme, así que la cogí y me sentí arrastrada hacia arriba, hasta quedar en pie.

Recordé la pregunta que me acababan de hacer, y respondí:

-Sí... Creo que sí.

Y miré la cara de con quien me había chocado. Abrí un poco los ojos de el asombro, espero que el guapísimo chico que tenía delante no lo notara.

El joven tenía el pelo castaño, peinado un poco en forma de cresta y unos ojos marrones grandes y hermosos. Su nariz y demás rasgos de la cara estaban bien definidos, y su piel no era ni muy blanca ni muy morena.

El chico caminó hacia mi lado para recoger algo del suelo. Un monopatín, de allí vino el ruido de las ruedas, suponí.

Se giró otra vez hacia mí, me dedicó una mirada intensa que me izo sentir muy incómoda y una preciosa sonrisa y se despidió.

Continué mi camino con el chico en mente. Y no solo porque fuera muy atractivo, sino que, no podía recordar por qué, su cara me resultaba familiar.

La cena estuvo deliciosa, y después de terminarla, mi madre y yo nos sentamos al sofá a ver un poco la tele antes de irnos a dormir.

Estábamos viendo las noticias, hasta que hicieron una pausa de esas de publicidad. Anuncios estúpidos de lavaplatos, detergentes y nuevos modelos de coches, como siempre.

Y de pronto anunciaron que pronto harían un nuevo programa en ese mismo canal. Un concurso parecido a La Voz, pero los participantes no eran cantantes, sino grupos. Además, los integrantes debían tener de entre trece a dieciocho años, como en La Voz Kids. El programa se llamaba Pequeñas estrellas y debajo de la pantalla salía un número de teléfono, ya que se aún se buscaban participantes.

No me apunté el número, pero confieso que me llamó la atención y me pareció interesante.


LEMON HEAD (Spanish version) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora