35.FELIZ CUMPLEAÑOS

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Siempre recordaré esos días como una de nuestras épocas más dulces. Tocamos en infinitos sitios y escenarios, obviamente algunas veces con más público que otras.

Alguna gente acudía a nuestras actuaciones solo porque pasaba por ahí, por curiosidad. Pero a menudo encontrábamos a gente que venía a ver a "los ganadores de Pequeñas Estrellas", nos felicitaban y preguntaban en qué estábamos trabajando, qué haríamos en un futuro después de esa gira y hablábamos con ellos un rato.

También nos gustaba ver a niños y adolescentes con camisetas de Lemonade Mouth o incluso con el nombre de nuestro grupo hechas manualmente. Nos pedía autógrafos y fotos, los más inocentes nos preguntaban si conocíamos a los personajes de la película en persona.

Ojalá... Bueno, no quería conocer a los personajes en sí, ya que no existían. Pero sí a los actores. A Bridgit Mendler, Adam Hicks, Blake Michael, Hayley Kiyoko, Naomi Scott... Y a el escritor de los libros que aún no había tenido la suerte de poder leer, Mark Peter Huges.

Todo pasó muy rápido. Mi cumpleaños cayó justo el día en el que volvíamos, a principios de agosto. Estaríamos todo el día otra vez en tren y llegaríamos por la tarde casi noche.

No me gustaban los cumpleaños. Y aún menos el mío. Como había estado tanto tiempo sola, había vivido mis dos o tres últimos cumpleaños solo con mi madre, un pequeño pastel y, con suerte con un poco de dinero como regalo.

Ya ni me acordaba como era celebrar una buena fiesta de cumpleaños con amigos a los que de verdad les importaras, a los que te montaran una fiesta por que quisieran, por diversión, para hacerte feliz y hacerte sentirte especial durante todo ese día.

Fue por eso que no supe cómo reaccionar cuando esa mañana me desperté al sentir un golpe brusco en el torso. María estaba saltando encima de la cama del tren donde había dormido yo para despertarme, golpeándome accidentalmente con sus pies.

-¡Buenos días! -gritó, echándose a mi lado para luego darme un tierno beso en la mejilla. Tiró de mi brazo para lograr que me sentara, se colocó detrás mío y me tapó los ojos.

Me obligó a levantarme y me guió por el pasillo una vez estuvimos fuera del compartimento dormitorio. No supe que me había llevado hasta la pequeña habitación que hacía de sala de estar hasta que apartó sus manos de mis ojos y oí un fuerte:

-¡¡¡SORPRESA!!!

Los chicos y nuestro mánager estaban ahí al lado de un enorme pastel de nata (mi favorito) y unos cuantos paquetes, supongo que regalos. En seguida se acercaron todos a darme abrazos y felicitarme.

-Espero que lo pases bien hoy, Leila -dijo Estela.

-Ahora eres un año más vieja, pronto te saldrá barba -bromeó Roberto.

Compartimos la tarta como desayuno. Estaba riquísima y terminamos todos bien llenos. Después de desayunar, me dieron los regalos.

Una simple camiseta, ropa interior amarilla como el limón... Y lo que me hizo más ilusión, ¡una guitarra!

-Así ya podrás practicar cuando quieras y no tendrás que pedirme la mía -dijo Roberto.

Les di un fuerte abrazo y un beso a todo. Todo era demasiado genial.

El resto del viaje nos lo pasamos jugando a cartas, charlando o simplemente recuperando las horas de sueño que nos habían robado esos días de gira.

Por la tarde llegué a casa. Mi madre casi me ahoga con una interminable lluvia de besos y abrazos. Ni que acabara de volver de la guerra...

Cenamos juntas y comimos un pequeño pastel, esta vez de chocolate, que había comprado en la pastelería de al lado. Después me dio un regalo que me dejó boquiabierta: ¡los libros de Lemonade Mouth! Después de casi estrangularla a abrazos y de darle mil veces las gracias me puse a saltar como una loca.

-¡Madre mía! ¿Pero cómo los has encontrado?

-No están publicados aquí en España, tuve que importarlos. Tus amigos me ayudaron a averiguar como hacerlo.

Tenía muchísimas ganas de empezar a leerlos, pero esa noche tenía otros planes.

Le dije a mi madre que los chicos me habían preparado una especie de segunda fiesta en casa de Estela. No tenía mucho sentido celebrar tu propio cumpleaños en otra casa que no fuera la tuya pero, con la excusa de que la de Estela era obviamente más grande, coló. Era una mentira.

Aún cuando estábamos en el tren, justo antes de llegar, había recibido un mensaje de Víctor diciéndome que me echaba de menos, que no podía esperar a verme y que por qué no iba a su casa esa noche.

Así que allí me dirigí. Ya me había avisado de que sus padres no estarían y que se habían llevado el único juego de llaves de la casa después de cerrarla bien, así que tuve que entrar por la parte de detrás, por la ventana que daba a su habitación.

Víctor me ayudó a acabar de saltar des de la ventana hasta el suelo de su habitación, me abrazó y me dijo "Feliz cumpleaños". La habitación estaba un poco oscura, pero podía ver su silueta sin problemas. Acto seguido, se sacó un pequeño sobre del bolsillo y me lo dio. Lo abrí y lo que me encontré me encantó. Eran unos pendientes en forma de limón.

Le di las gracias y besé sus suaves labios brevemente. El me devolvió el beso, esta vez un poco más largo. Y nos volvimos a besar. Y otro beso. Y otro.

Aún no sé muy bien como, acabamos los dos tumbados en su cama. Él encima mío. Besándonos y acariciándonos. De pronto noté su lengua en mis labios, pidiendo permiso para entrar. Nuestras lenguas empezaron a jugar y bailar juntas, enredándose en una especie de dulce y suave pelea.

Víctor se quitó la camiseta permitiéndome acariciar su liso y musculado torso y alargó el brazo hacia el cajón de su mesita de noche, del cual sacó una especie de pequeño sobre el cual supuse que contenía un preservativo.

Sentía un incesante cosquilleo en el bajo vientre. Nunca había pensado en el sexo, era algo que en parte me asustaba. De pronto me puse muy nerviosa, pero algo me impulsaba a seguir. Quería hacerlo. Confiaba en Víctor. Todo iba ir bien.

La ropa empezó a desaparecer haciendo que nuestros cuerpos y piel se unieran cada vez más. Y me dejé llevar.

LEMON HEAD (Spanish version) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora