23. Trabajo

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Cuando ambos hunters pisaron el lácido suelo del Cuartel, suspiraron, cruzaron miradas e hicieron muecas de desagrado.

Zero: Tenía demasiado papeleo pendiente, sabía que su jefe no estaría feliz con eso, también el hecho de querer entrenar desesperadamente para destrozar incluso con la mirada a sus potentes enemigos, debía hacer mantenimiento a su sable, debía hacerse un mantenimiento a si mismo cuanto antes, debía cambiar su armadura por otra más nueva y limpia.

Axl: Debía recuperar sus entrenamientos, sabía que su puntería era peor que la de cualquier hunter, podría tener el blanco en la cara pero el tiro daría a 30 metros del objetivo. Luego estaba su gato, no recordaba la última vez que lo alimento o le dió agua, seguramente llegaría limpiando gusanos y moscas, con el cadáver del minino cerca. Si debía atender urgentemente el problema que traía en su espalda, rápidamente, sentía que se lo comía por dentro. Y como olvidar la bolsa con una rosa de chocolate, santo dios reploid se había olvidado por completo.

- Oye, - le llamó el carmesí mostrando una sonrisa cansada de medio lado sin apartar la vista de la del pequeño que parpadeó regresando a la realidad. - estamos en severos problemas, ¿verdad?.

Aquello era más una afirmación que una duda, el pelirrojo le devolvió la misma cansada sonrisa de medio lado, ladeando un poco la cabeza. El más pequeño se llevó una mano al cabello, desviando su mirada al suelo mientras pensaba en la bolsa, nervios. Preguntó sinceramente por ella al mayor, la respuesta lo sobresaltó ya la bolsa estaba en las manos de la pequeña enfermera. ¿Cómo Zero se dió cuenta de que esa bolsa era para ella? ¿Por qué se la entregó sin mediar palabra? "Al menos se hubiese quedado a ver su reacción", gritó en su mente Axl. Ahora su lista de tareas se había alargado, obligandolo a pasar en algún momento por la enfermeria solo para ver a la rubia enfermera y preguntar por una arrugada bolsa roja, que vergüenza. Y eso demostraba su rostro, los tomates no competían con el sonrojo de Axl, ni siquiera la armadura del reploid que estaba a un costado de él riendo en voz baja, ni siquiera la llama más brillante y roja, nada era tan carmín como el rostro de Axl en ese preciso momento. El brazo de Zero rodeó por los hombros al niño, juntandolo a él, una acción bastante humillante y desagradable desde la perspectiva del pelirrojo.

- ¿Te divierte la comparación?. - exclamó en un tono enojado más no gritando o alto, era bajo y tenso. Las palabras del chiquillo confundieron al mayor, pero aún así éste siguio. - A mi no me parece gracioso, ¡Sueltame!.

Hubó un tono firme y molesto en la última palabra, haciendo que el ojiazul obedeciera lentamente. El rubio miró al niño a los ojos notando como tenía los parpados levemente caídos en una expresión irritada, dejando caer sus parpados con lentitud y volviendolos a alzar de la misma manera, parpadeando amenazadoramente, era una mirada molesta y algo obscurecida pero, para Zero, ligeramente tierna, cualquier cosa que hacía el pequeño era excesivamente tierna, cualquier cosa: refunfuñar, mirar con curiosidad, hablar, dormir, caminar... De acuerdo, sus pensamientos era un poco descabellados pero así lo veía. El pelirrojo apartó su vista de la del rubio para encaminarse a su primer objetivo: La zona de entrenamiento. Vaya alegría, encontrarse con cientos de hunters que en cuanto notaran su presencia iba a ser insoportable si quiera permanecer, allí unos diez minutos, no hacia falta especificar mucho, las burlas, los sermones y los imparables insultos; aún así su temor se debatía con ego, quería entrenar y hacerse más fuerte, más ágil, con la mejor puntería que se allá visto en la Base desde el primer alzamiento maverick. Aunque más allá de querer ser idolatrado, quería impresionar a su papá y si se esforzaba, llegar a ser como él. El escandalo de la multitud en la habitación sacó al pequeño de sus pensamientos, regresandolo a la realidad. Ya estaba en la sala de entrenamiento, de pie a unos cuantos metros de la puerta, solo tenía que pasar por la amplia sala hacia la puerta que diera a cualquier sección libre para entrenar en una simulación. Claro, si tan solo alguna estuviera libre y el pequeño no estuviese a la vista de todos, bajó la cabeza y alzó los hombros, escondiendo un poco su rostro, encorbó la espalda y empezó a jugar nervioso con sus dedos, comenzando a andar a una de las puertas en cuanto un reploid salió. Cuando empezó a sentir las pesadas miradas sobre él, todo empeoró a su peor punto.

Heridas de batalla [Megaman X]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora