Capítulo 7: Infancia

80 20 0
                                    

«Joder, mañana instituto otra vez. ¿No podría ser hoy sábado de nuevo?». Sin desayunar ni decir nada salí a dar un paseo sola, no avisé a Marth. Era un domingo muy soleado y apetecible. En la plaza, había colocado un tablón de anuncios que normalmente no tenía nada interesante. Pero al fijarme bien, había uno que estaba muy colorido:

***************************************************************************************

¡Puertas abiertas en el HorrorClub!

El Club de fiesta de terror para niños, ahora para adultos.

Este Halloween, atrévete a entrar para pasarlo de miedo. Si eres valiente...

¡Te llevarás una sorpresa!

Y esta vez... no será cosa de niños.

*Sábado 31 de octubre a las 0:00*

***************************************************************************************

—¿El HorrorClub? Creo que fui de pequeña...

—Ajá —asintió Marth.

—Oye no aparezcas así de la nada... —me dio un sustito.

—Perdón, perdón. Veo que ya no estás tan afónica.

—No, es verdad... —toqué mi cuello. Un silencio incómodo se produjo durante unos segundos.

—¿Has desayunado? —preguntó Marth.

—No, pero podemos tomar algo en la cafetería —junto a la plaza, desde que era pequeña, había una cafetería, Delizia, que como su nombre indica, todo lo que allí se come es una delicia—. ¿Qué vas a pedir? —pregunté.

—Nada, me sabría mal que gastaras tu dinero en mí cuando realmente no lo necesito.

—En serio, no pasa nada. Pide algo.

—Lo mismo que tú, es que no sé qué es lo normal que se toma.

Me senté en la mesa más apartada, donde me sentaba cuando tío Karl venía. Estaba rodeada por unas plantas con flores azules que no sabía cómo se llamaban pero sí que era muy bonitas. En seguida la camarera vino a atenderme.

—¡Zea! Cuánto tiempo. ¿Qué tal te va?

—Como siempre Priscilla —sonreí.

—¿Y tu tío? ¿Sigue con el trabajo?

—Se está esforzando para que le asciendan, como siempre. Gracias por preguntar.

—¡Ja, ja! De nada. Me alegra que hayas vuelto. ¿Lo de siempre?

—Sí por favor, pero que sean dos.

—¿Dos? —miró a mi alrededor.

—Es para tío Karl, me ha dicho que vendrá dentro de un rato y que le vaya pidiendo.

—Oh, en ese caso lo haré con extra de sal, mia bella.

—Gracias —se me marcó una sonrisa de oreja a oreja.

—Siempre quise probar la comida italiana —Marth miró con cara soñadora hacia los platos de otras personas.

—Te va a encantar, si es que eres parecido a mí.

—Supongo.

—Oye, es raro pero..., me gustaría conocer un poco más de ti. Ya que vamos a estar muy unidos, estaría bien.

—Vale. Eeeh... Pregunta lo que quieras.

—A ver... ¿Color favorito? —¿cómo no? «Es bueno empezar con preguntas así de típicas..., ¿no?».

—Negro.

—¿Película favorita? Porque habrás visto más colándote en cines o algo, ¿verdad?

—Mm... Una que viste hace unos meses que era una familia y montaba un zoológico...

—Ah, ¿te refieres a Un lugar para soñar?

—Esa.

—Aunque no hayas probado muchas comidas, ¿cuál te ha gustado más hasta ahora?

—El melocotón.

—¿Ah sí? ¿Te gustan las cosas dulces entonces?

—Entre lo poco salado y lo dulce que he probado, prefiero lo dulce, sí. Pero podría cambiar puesto que me queda bastante por experimentar.

—Interesante, yo creo que soy más de salado —jugueteé con el papel que había en la mesa— ¿Te molesta que las preguntas parezcan demasiado típicas?

—No, de todas formas no sé exactamente qué es "lo típico."

—Cierto, si nos ponemos así, yo tampoco. En fin, ya sabes cómo es "mi mundo social". Estamos más o menos igual en ese sentido, ya sabes...

—¿Y a ti te ha molestado que haya salido de casa para buscarte? Acabo de caer ahora que quizá te hubiera apetecido estar sola.

—Ah, no. Entiendo que hayas pensado que desde que puedo verte no es lo mismo que cuando no te veía pero igualmente estabas a mi lado y pienses que por eso me incomoda que estés ahí, pero en absoluto. No quiero que creas que porque no te haya avisado al irme no me apetecía que vinieras conmigo, me gusta que me acompañes. Es que te vi durmiendo plácidamente —iba parando de frase en frase para parecer que no me estaba excusando, él mientras asentía con la cabeza para evidenciar que me estaba aclarando—. ¿Canción favorita? —continué como si nada.

—Tengo muchas, no podría decir una.

—Ya, yo tampoco me decido. ¿Serie?

—No sé. Nunca he dispuesto de la casualidad suficiente como para poder coincidir en alguien que estuviera viendo una y poder seguirla. Aun así recuerdo el nombre de una que ¿Detective Conan?

—Ja, ja, ja, ya. Esa fue una de las mejores series de mi infancia.

—¿Por qué lo dejamos de ver? —me gustaba que lo dijera en plural, me hacía sentir como si formase parte de algo. Como si no estuviera sola.

—Creo que la dejaron de dar por la tele. Me gustaría volver a vivir aquella etapa de la infancia. Todo era más fácil y feliz. Aunque mi vida social fuera la misma que ahora...

—Zea...

—¿Mm?

—¿Puedo hacerte ahora yo una pregunta? —su tono de voz se puso serio.

—Claro.

—¿Qué momento de tu infancia te gustó más?

—Pues...

—Aquí tienes, mia bella —interrumpió Priscilla—, tramezzino y café —se paró y colocó los platos en la mesa, hizo una pausa dramática:—. Doble y extra.

—¡Qué buena pinta!

Bon appetit!

Grazie —intenté pronunciarlo lo mejor que pude.

—¿En realidad qué es el tramezzino? —él estaba muy intrigado por conocer nuevos platos.

—Es como un sándwich salado que se suele servir en los desayunos en Italia —los dos miramos nuestro desayuno con hambre y lo empezamos a devorar. Hubo un momento en que comíamos más tranquilos y aproveché para responder a su pregunta:—. Hace diez años. Cuando tío Karl me enseñó a patinar...

—¿Cómo dices?

—Retomando tu cuestión, ya sabes... Me gustaría revivir aquel momento...

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora