Capítulo 11: Noticias...

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Pasó la semana y llegó el viernes a última hora.

—¡Qué bien! Ahora tutoría, relax.

—No hay nada mejor que tutoría a última hora un viernes —exclamó Marth.

—Ya ves —apoyé su comentario.

Como todo el mundo hablaba, nadie se daba cuenta de que hablaba sola. En realidad, no había nadie que me mirara siquiera...

—Venga chicos. Tengo malas noticias para vosotros y una buena —apareció la tutora.

—¡Di la buena primero! —dijo un grupo de personas.

—¡Di las malas primero, mejor! -dijo un sector más inteligente. «Eso», pensé yo.

—Soltaré las malas primero —nuestra tutora, Leticia, era bastante buena. Siempre intentaba hacer las clases más llevaderas—. Bueno a ver... Calma, sé que es viernes última hora bla, bla, bla y estáis muy cansados... —dijo en tono burlón.

—¿Sabes que la profesora de historia nos puso un examen final? —dijo una.

—¡Sí! De eso vengo a hablaros precisamente —nadie hizo nada, de nuevo todos callados. «Qué raro, hay silencio»—. Se supone que estando en segundo de bachillerato esto no debería pasar —hizo una pausa para quitarse el abrigo—. Así que hemos decidido tomar medidas. Quien siga hablando en clase se llevará una amonestación a casa y se le bajarán puntos en la nota final.

—Me parece lógico —añadió uno de los que sí estudiaba. Muchos, le fulminaron con la mirada. A mí en cambio me la sudaba, si nunca hablaba. Pero en parte, me sabía mal. Había estado en esa clase desde la secundaria, bueno, gente se fue y gente se vino, pero realmente no eran malas personas, solo muy parlanchines. Eso a veces jodía y cansaba, pero otras le daba ese buen ambiente que pocas clases tenía. Se podría decir que tenían clase..., vale, mal chiste.

—Exacto Antonio, por eso —recalcó Leticia.

—Bueno, ¿cuáles eran las noticias?

—Una de ellas, era esa. Quiero que os comprometáis a estar callados en clase. Que ya tenéis cierta edad, madre mía...

—¿Y las otras?

—Tengo los exámenes de historia, vuestra profesora me ha pedido que os los entregue. No han ido muy bien.

—¿Sabes si he aprobado? —dijo una.

—¿Y yo? —muchas personas a la vez.

—Eeeh, callad. Precisamente es a esto a lo que me refiero para cuando habláis... —se acercó a la mesa y sacó las hojas de los exámenes. «Tengo miedo... Dice que no han ido bien... Tengo miedo». Me dieron ganas de vomitar, me suele pasar cuando me pongo nerviosa. Pero Marth se percató y apoyó su mano sobre mi hombro, dando unas palmaditas como señal de "no te preocupes, lo hiciste bien". En cierto modo, me hizo sentir mejor—. Vale, uno por uno. He dejado los que han aprobado para el final —odiaba cuando decidían repartir de esa manera. «Que no me lo dé, que no me reparta...». Iba pasando por las mesas, dejando tras sí, una estampida de miradas frías y tristes. «En realidad, me dan pena...»—. Tendríais que haber estudiado más —veía algunas notas, iban aumentando a medida que los repartía. Empezó con un tres y medio creo. Me mantuve en tensión—. Vale, a partir de aquí todos aprobados —caras de felicidad llenaron la clase y de esperanza para mí. «¡Aprobada! Ahora solo quiero saber si es buena nota».

—¡Uff...! —se oían suspiros aliviados al ver sus resultados.

—Vale, ya están todos —faltaba el mío.

—¿Hay alguien que no tenga?

—¡Y-yo! —asentí con timidez.

—Ah, sí. Contigo hablaré cuando todos salgan.

«Será zorra... Espero que no me haya hecho nada con el examen... Ok, creo que me he pasado con lo de zorra. Tranquila Zea, quizá no sea nada malo... A veces creo que pienso demasiado». Muchas caras se giraron para mirarme. Qué vergonzoso momento.

—¡Di la buena ahora!

—Pues os quería comentar, que aunque no es típico en nuestras celebraciones, mañana sábado hay una fiesta de Halloween en la que participan profesores y alumnos para hacer pasar a la gente un buen rato. Quien quiera, que vaya.

—¿Dónde es?

—En el HorrorClub.

—¡Ah...! Lo que colgaron en el tablón de la plaza —recordó uno. «Cierto, este fin de semana lo vi».

—Sí puede ser. Os animo a ir. Ya podéis ir saliendo —algunos viernes podíamos salir antes, si nos dejaba. Todos salieron menos yo, que me puse al lado de la profesora con cara de terror—. Oh, Dios. No me mires así... No es nada malo.

—¿Q-qué pasa con mi examen?

—Zea, tus notas son increíbles. Has sacado un diez en el examen.

—Ah... ¡Genial! —mis ojos resplandecieron. «¡Ueeee!», grité en mi cabeza.

—¡Te dije que saldría bien! —celebró Marth también.

—No sabe lo feliz que me hace, señorita Leticia.

—Yo no he hecho nada, eres tú la que estudia mucho para conseguir notas así. Sigue así y tendrás un futuro prometedor para estudiar en lo que deseas.

—Gracias Leticia.

—En fin, te puedes ir. Buen fin de semana.

—Adiós, lo mismo digo.

Fui a casa canturreando y casi saltando con Marth, hasta que me di cuenta de que estaba haciendo el ridículo delante de él. No me pude contener.

—Uy... —le miré con cara de póker.

—No pasa nada, tú sigue. Que ahora te imito ja, ja, ja.

—Mm, ¿vale? Ja, ja...

—Du-du-duuu... —me siguió el ritmo.

—¡Ja, ja!

—¿Irás a lo de Halloween?

—¿A ti te apetece?

—Sí, pero no quiero ir so... O sea, sí me apetece.

—Después de todo lo que me has ayudado, es algo que te mereces mucho. Iré contigo.

—¿De veras?

—Sí —su cara era un poema en aquel momento. En realidad si hubiera sido por mí no habría ido, pero era algo que él quería hacer y le gustaba. Siempre iba conmigo, no podría dejarle solo—. ¡Sigamos, hay que darle las noticias a tío Karl aunque tenga que esperar hasta las cinco de la mañana! —corrí calle abajo.

—¿Sabes? Nunca había hecho esto. ¡A ver quién llega primero! —me adelantó un poco.

Y como dos niños, corrimos hasta la puerta de casa. Obviamente ganó él. «Creo que además de karate tendría que correr más...».

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora