Capítulo 66: La niña

14 5 0
                                    

Sin recordar exactamente la fecha, ya había pasado una semana de vacaciones, y yo seguía enseñando a Marth cosas de la vida del ser humano. Lo normal.

Así que una tarde era el momento de tomar un helado.

-Vale, ¿cómo lo prefieres? ¿En tarrina o cucurucho?-pregunté.

-Mm..., me da más ilusión probarlo con un cucurucho de gatella.

-¿Sabor?

-Mm... vainilla, que aún no la he degustado.

-De acuerdo. ¿Nos pone dos cucuruchos de vainilla?-llamé la atención de la tendera, que acababa de despachar a un cliente.

-Sí claro, ¿cuántas bolas queréis?-dijo cogiendo el sacabolas.

-Eh...-nos miramos dubitativos, finalmente Marth indicó dos dedos en su mano-. Dos bolas para cada uno, por favor.

-Marchando-con rapidez, nos entregó nuestra merienda.

-Gracias-le pagué lo necesario y nos fuimos mientras ella amablemente se despedía.

Observé la cara de Marth atentamente cuando deslizaba su lengua sobre el helado. Su semblante cambió con solo introducir lo poco que había lamido en su boca, para bien, claro.

-¡Ostras, esto está buenísimo!-con inquietud, le hincó el diente.

-Espera, no hagas eso que te puede...

-¡...!-con un gesto de molestia, se tocó la frente-. Pero, ¿por qué me ha dolido la cabeza?

-Ja, ja, ja, es algo habitual que pasa si te comes una cosa muy fría. Hay gente que hasta le duele los dientes.

-Joder..., ya se me ha pasado, pero vaya...

-Ja, ja, ja...

-Un chiste muy malo: ¿se podría decir que ahora tengo cuatro bolas?-dijo con una mirada pícara.

-... ¿Sabes lo que sí es gracioso? Que yo ya había malpensado antes, ja, ja...

-...-rió con cara de poker.

Caminamos un rato para dirigirnos a una zona de la ciudad más aislada para disfrutar con tranquilidad el delicioso helado.
En una de las calles poco concurridas, algo llamó nuestra atención.

-O-oye, Marth, ¿tú no escuchas los sollozos de un niño pequeño o algo así?

-Mm..., es verdad, suena por ahí.

Nos aproximamos al lugar de donde provenía el sonido. Intentando pensar que no se trataba de nada malo. Y tras la farola de la esquina, había una niña, sentada en el suelo. Que en cuanto pasamos por su lado lloró desconsoladamente. Su aspecto era completamente deplorable: su vestidito de estampados azules estaba algo rasgado y roto al final de éste, y tenía algunas manchas por toda su ropa.

-Marth, hay que hacer algo-asintió y me acerqué a la niña-. Ho-hola, eh..., pequeña, ¿te has perdido?

-...-se frotó los ojos y con un hilo de voz me respondió-. Y-yo no... sé dónde e-está mi mamá...

-Está bien, está bien, tranquila...-me puse de cuclillas para estar a su altura-. Vamos a ayudarte a volver con tu madre, ¿sí?

-¿V-vosotros... s-sabéis dónde está mi mamá?-

-Eeh, no, nosotros no, pero la policía podrá con ello.

-N-no... ¡No! ¡La policía no!-se alteró de pronto.

-¿P-por qué no?-la niña se puso en pie y se abrazó a mí, casi me hizo perder el equilibrio.

-Por favor... policías no...

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora