Capítulo 19: Lo sabía

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—¿De verdad se puede conseguir una beca y algo de dinero? —pregunté en voz alta.

—Sí, además lo hacemos entre todos y es más divertido y llevadero —respondió Teodor.

—Pues... c-creo que... —miraron expectantes hacia mí—. Creo que me quedo —Marth sonrió al oírme.

—Vaya, genial —dijo Teodor.

—¡Síii! ¡Viva! —volvía a gritar Monique.

—Bienvenida —exclamaron Julian y Celia al unísono. Marisa y el tío imbécil se quedaron callados.

—Pero, ¿qué hay con lo de la prueba? —dejó caer finalmente Marisa y todos se extrañaron—. ¿No tendría que hacer un trabajillo especial para entrar? ¿Os acordáis?

—¿A qué te refieres? —miraba Teo sin comprender.

—Ay... Quedamos en que si alguien más venía, tenía que superar una pequeña prueba por haber llegado más tarde.

—No me suena haber hablado de eso, Marisa —negó él.

—A mí tampoco —le apoyó Monique.

—¡Ja! Pues vaya, mucho estudiar pero mala memoria para otras cosas.

—¿Y de qué prueba se trata? —pregunté algo desconcertada.

—Pues es una hoja en la que tienes que escribir una redacción —«¿En serio una redacción?», el hecho de que me pareciera simple me preocupó en cierto modo.

—¿Sobre qué?

—La hoja con la información está en el aula once. Acompáñame.

—Eh... Bueno...

—Oye Marisa —Celia puso su mano en su hombro—, creo que no hace falta. Ya está admitida.

—Celia, hazme caso. Total, solo será una redacción —quitó su mano de su hombro con un poco de desprecio y se dirigió a mí—. Vamos.

—E-está bien —la seguí.

—Ja... —rio el imbécil.

«¿Qué estoy haciendo? ¿Es realmente necesario? Ay, piensa en la beca Zea, piensa en la beca», pensaba para mis adentros. Caminamos por el pasillo a un ritmo rápido, aun así se me hizo eterno. «Hay algo en esta Marisa que no me gusta nada. ¿Por qué ella tendría que decir lo de la redacción? Planea algo, lo noto de alguna forma. Sea lo que sea, creo que debería decírselo antes de que me suelte algún borderío».

—Marisa —la llamé, ya que ella iba unos pasos más adelante.

—¿Qué? —preguntó de manera cortante.

—Primero, no seas borde conmigo, por favor. Segundo, ¿lo de la redacción es mentira, verdad?

—Mm... Para ser de las que estudian historia eres muy lista —«¿Así de fácil me lo responde? Se cruzó de brazos—. ¿Y qué si es mentira? —«Lo sabía».

—Con eso no pretendas ofender ni a mí ni a mis compañeros —le dejé claro.

—Me da igual como te lo tomes —«En serio. ¿De qué va?», yo iba a hablar pero me cortó—. Bueno, ya que te has dado cuenta, no te haré hacer la redacción, pero escucha —levantó su dedo índice—: Teo es mío, así que ni se te ocurra acercarte a él —«¿Teo? ¿Me acaba de declarar que le gusta?».

—¿Teodor?

—Sí, pero tú callada.

—Pero si no querías que lo supiera, ¿para qué me lo cuentas?

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora