Capítulo 59: ¡Otra vez aquí no!

18 6 3
                                    

*CHUU-CHUU*

-¡! -me encontraba de pie, junto a la puerta de un vagón de tren-. ¡Ay, no! ¡Otra vez no por favor!

«¡Odio estos putos sueños!»

-Oh, ¿cuántos van ya? ¿Tres? -protestaba indignada.

Si intentaba, como en el anterior sueño, salir por la parte de detrás no funcionaría. No había más remedio que llegar hasta la locomotora y frenar el tren, al menos una vez me fue útil.

-Vale, tómatelo con calma.

Pasé al siguiente vagón. Estaba soleado y llevaba una gorra roja, la cual llevé con... ¿Diez años? No parecía haber nada ni nadie, así que me fui al vagón de al lado.

Mis oídos escucharon un pequeño pero irritante chirrido, provocado por unas manitas de una niña sentada felizmente, que frotaba sus dedos índices en la ventana empañada por la lluvia. Escribía algo. Me tomó unos segundos pensar si debería acercarme a ella o no. A decir verdad, me daba un poco de miedo, y el simple hecho de que estuviese dándome la espalda, sin yo poder verle la cara, me ponía más nerviosa aún.
Me aproximé a la niña a una distancia que consideré prudente para tan solo leer lo que ponía: "¿Cómo sabes si esto es real o no?"

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y corrí hacia la puerta, cruzándola.

«Tranquila, Zea, es una horrible pesadilla, tú misma intentas asustarte, no es real, no es real...», traté de consolarme a mí misma.

Estando ya en el otro lado, me fijé rápidamente en el suelo húmedo. Llevaba puesto un bikini de estampados verdes que jamás había visto. Tomé aliento, me estaba poniendo nerviosa. Di un paso hacia adelante y de pronto, agua empezó a salir del suelo, tal cual. Me apresuré a la siguiente puerta, pensando que el vagón se llenaría por completo y me ahogaría, al estilo película. Aun sabiendo que era solo un sueño, la idea de ahogarme en él, no me resultaba agradable. Por suerte, vi que el agua se detuvo más o menos a la altura de mi pecho.

-Pero, ¿qué... ? -traté de nadar, mi cuerpo no me lo permitía-. ¿Por qué no puedo moverme? ¡Joder!

Tan solo podía mover la cabeza, parada en medio del camino, desesperada por la inquietante situación en la que me encontraba.

-Eso es, como encima me salga un cocodrilo o un tiburón, me muero del susto-ver ciertas películas cuando era muy pequeña me había creado traumas con algunos seres acuáticos como aquellos.

Sin embargo, algo golpeó mi cabeza. Una pelota inflable de playa.

-¿Qué cojones?

-¡Eh, Zea! ¿Me pasas la pelota?

-¿Monique? -como por arte de magia, apareció ante mis ojos.

Mis amigos no tardaron en hacerlo, y todos se pusieron a jugar con ella, en ese pequeño espacio. Entonces podía moverme de cintura para arriba.

Me llevé un rato observándoles, tocando mis piernas para comprobar si reaccionarían de alguna manera. Ni hablar, no servía. Y para colmo, desaparecieron.

-¿Chicos? ¿H-hola? -de debajo del agua salió Marth-. ¡! ¡Coño! ¡Me has asustado!

-... -se acercaba lentamente hacia mí.

-¿? ¿Marth?

-... -más aún.

-O-oye..., no, no te acerques más-me quejé al tenerlo demasiado cerca, más que nunca. Me sonrojé enseguida, y pegó su cuerpo contra el mío, atravesándolo y desapareciendo. A decir verdad, incluso me había quedado con una extraña sensación placentera de haberle tenido tan cerca menos de un segundo que me hacía dudar sobre el raro comportamiento que solía tener Marth en mis sueños.

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora