Capítulo 20: Dos más

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Y con pasos firmes y una sonrisa, regresamos al aula dieciséis.

—Les tendré que preguntar cómo se llama su grupo. Porque no me voy a dirigir siempre hacia ellos como "los el aula dieciséis".

—Ja, ja, ya.

—Chicos —anuncié mi entrada—, ¿ya habéis resuelto eso del director?

—Sí, todo en orden —me atendió Teodor.

—Eh, una pregunta.

—¡Preeeguntaaa! —gritó Monique entusiasmada.

—¿Cómo se llama vuestro grupo? ¿Algún nombre en especial? Bueno, lo he pensado y no creo que os denominen "segundo de bachillerato extra" tal cual.

—Querrás decir nuestro grupo —corrigió.

—Eso —le apoyó Julian.

—Ahora eres una más —añadió Teodor.

—Gracias —«De verdad me hace feliz», no esperaba aquel brusco comentario fraternal.

—Mmpf —se cruzó de brazos Marisa.

—A ver..., ¿nombre de nuestro grupo...? —se quedó pensativo Teodor—. No tenemos —se miraron todos.

—¡Ostras! ¡No puede ser! Llevamos dos meses y pico y no le hemos puesto nombre a nuestro grupo. ¡Hay que ponerle uno! —exclamó Monique.

—Estoy de acuerdo —dijo Celia.

––Pero ya tendría que ser mañana ––Teodor miró el reloj––, se acabó la "reunión" de hoy.

Entonces empezaron a recoger.

––¿Ya os váis? ¿Qué hora...? ––«¡Son las cuatro!».

––Sí, toma ––me dio un papel con un horario––. Aquí podrás ver cuándo nos reunimos y para qué. También te doy unos trabajos que ya hemos hecho por si te apetece echarles un vistazo.

––Vale, vale gracias.

Yo ya tenía todo recogido puesto que había cargado con la mochila todo el rato. Salieron.

––¡Chaíto! ––se despidió Monique.

––Adiós —también Julian.

—Hasta mañana —y por último Celia.

—¡Hey! Hoy te toca cerrar a ti —Teodor le lanzó las llaves al imbécil.

—Agf... —las pilló al vuelo, suspiró con desánimo y se dirigió a la puerta. Me miró en plan "¡Muévete que cierro!" o "¿Te quitas o qué?", tan solo me limité a salir delante de él. Oí cómo el movimiento de las llaves chasqueteaba en la cerradura mientras pensaba. «En serio, ¿cómo se llama? Aunque sea un antipático, no quiero que seamos enemigos ni nada parecido».

—Perdona.

—¿Qué quieres? —su tono no era borde, era más bien como cansado.. «¿Por qué he dicho perdona? Ni que fuera este un...».

—¿Cuál es tu nombre?

—¿Necesitas saberlo?

—Hombre, ahora que estamos en un grupo me gustaría saberlo.

—Ay... —suspiró de nuevo—. ¿Y para qué? ¿Vas a contárselo a papá y mamá? —«Eso me ha molestado un poco, pero es normal que él no lo sepa», mi cara cambió. Él me observó algo extrañado.

—Están muertos —dije tajante y sus ojos se abrieron como platos.

—Yo... —«¿Soy yo o se ha sentido mal?»—. R...c —apenas se le oyó.

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora