Capítulo 22: Celin y su Príncipe

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Todos estábamos desesperados, era una necesidad que el timbre sonora de una bendita vez. La maestra seguía explicando los tipos de ondas en la magia negra cuando el anhelado sonido inundo nuestros oídos y todos dimos un suspiro de alivio. Nadie espero indicaciones para poder salir y aunque la maestra nos reprendió por eso, ella misma salió disparada hacia la puerta. Todos tomaban sus mochilas y cerraban los casilleros con un rápido chasquido mágico.

-¿Hay tarea? ¿Tenemos parcial de Historia Élfica mañana?

-¿Van a estudiar?

-Entonces, ¿si tenemos?

La clásica pregunta que cierra la última clase del día se hace escuchar cuando me despido de mis amigas. Tengo que salir más rápido que ellas porque la madre de Ed me lleva a casa. No antes de comprar el pan para cenar. Y por cierto... ¡Voy tarde!

Corro torpemente con unos cuadernos en las manos por los largos pasillos del instituto. Me es difícil avanzar por la bola de alumnos en mi dirección contraria. Disminuyo la velocidad para despedirme de otros compañeros y desearles buen día cuando veo a lo lejos, cerca de los carruajes a una melena pelirroja rodeada de chicas de grado menor.

-Hace tanto que no cruzamos palabra, Newid.

-Tú siempre tan quisquilloso, Stear.

El alto chico de anteojos encoje sus hombros ante mi respuesta. Stear Cooprite es una de las pocas personas con las que conservo un vínculo después de haberme mudado aquí. Junto con su abuela, regresó donde sus padres se habían conocido. Recibían un apoyo económico por su situación anterior de parte del gobierno; mientras se establecían de forma estable. Viven bajo la protección de sus papeles como ciudadanos, cosa donde Nelissa y yo faltamos gravemente.

Él sabía mi situación siguiente al Incendio pero se abstenía a mencionarla. Además, cuando ingresamos a nuestro primer año en esta escuela los lazos que habíamos formado en tan poco tiempo como niños jugando en el bosque se debilitaron por la frialdad de unos adolescentes.

-¿Y tu novio como esta?- pregunto señalando con la mirada al visitante de la puerta. Oigo una carcajada un tanto forzada por su parte.

-Recogiendo a su prima, como costumbre. Se supone que la conoces de...

-Sí, va en mi taller de danza de salón- lo interrumpo.

Kevin Alfie de las Islas del Sur es demasiado importante para estudiar en un colegio cualquiera. Por otro lado, la hija de su tío no es digna de la planeada educación en casa. Aunque es de esperar, ser el heredero de un país en guerra es mucho más importante que saber cómo funciona la magia de pequeñas hadas.

-Genial, vamos a despedirnos. Edwin podrá esperar un minuto más- dice, empujándome precipitadamente con su pesada mochila hacia esa dirección.

-¡No, por supuesto que no! Además, ¿cómo sabes sobre mi rutina?

-Tu relación de casi hermanos con el niño rubio es difícil de ignorar. Además somos amigos de clase.

Pongo mil y una excusas para evitar cruzar palabra con cierta familia real, pero Stear mucho más astuto y fuerte nos acerca hacia los corceles negros. No hablo mucho con Celin (la pariente del pelirrojo), pero me agrada. Ahora, el peligro de esta situación es Kevin. No he tenido una conversación con él en años. Cuando llegué a la cuidad tomaba por hecho que había viajado a otra villa con su familia, pero me llevé una gran sorpresa al verlo con un sirviente presentando donaciones en el Centro de Apoyo a Damnificados después del traslado a aquí. Durante los festivales escolares cruzamos miradas, pero no era la mirada triste de un noble en tierras lejanas. Eran los ojos de un aristócrata roto. Sentía que yo, y cualquier factor relacionado con el incendio eran un recordatorio de la experiencia de llantos y cenizas.

Logramos, y recalco el "logramos" pasar a la bola de admiradoras de Kevin para darle la cara. Celin sonríe por nuestra inesperada aparición pero Kevin, me mira... Sorprendido. O disgustado. Guardo silencio y titubeo nerviosa, pude decir y actuar de otra forma pero mi pequeña alteración domina este día.

-Em... Hola.



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