Capítulo 34: Taza de Té

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Después de esta serie de eventos frenéticos lo más recomendable era descansar. Sin embargo la nostalgia por los buenos tiempos pudo más que nosotros. Y como dos ruidosos cachorros rompimos el frío silencio al entrar en aquella villa. El camino hacia aquí fue corto, aunque los senderos eran prácticamente invisibles.

—¿Hola? Disculpen, acabamos de...

De la nada una voz risueña suena por toda la habitación. Y tan solo con ese dulce llamado la cocina parece cobrar vida. Mi corazón salta de miedo y emoción. Las cucharas, los sartenes, toda la vajilla vibra en una curiosa melodía.

—¡Visitas! ¿Acaso nadie puede avisarme para preparar más té? —alguien golpea suavemente mi armadura, y por reflejo doy un paso atras. Buscando en todas direcciones alguien o algo—. Lo siento, no me he presentado.

Poco a poco, pequeñas motitas de polvo hacen notar una figura frente a mí. Iluminada por los rayos del atardecer, una joven vestida con un uniforme de mucama de antaño mira hacia sus manos.

—Disculpa, linda. Normalmente no tengo compañía y es más cómodo andar... Así.

¿Un fantasma? ¿Una veela, esos espírutos que de las leyendas? ¿O acaso mis ojos me engañan? Hace una reverencia y sonríe.

—Yo soy, Newid. Lennah, perdón. Me enviaron a echar un vistazo.

—¡Vaya! ¡Si, si, si! ¿Qué tal? No he limpiado el sótano. Lamento eso. Eh... ¿Té?

Con un movimiento ligero y suave de muñeca provoca que un par de tasas de cerámica aterricen en la mesa. Apaga el fuego y toma la tetera, me ofrece la bebida con una sonrisa cálida.

 Apaga el fuego y toma la tetera, me ofrece la bebida con una sonrisa cálida

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—Yo... Tengo que irme ahora -incomoda doy un sorbo.

—¿Qué? ¿Acaso hice algo mal?

—No, al contrario. Solamente no vengo sola, pasamos tan solo a revisar el lugar.

—Pero el sargento siempre envía huéspedes.

—¡Lo sé! Lo sé. Nosotros...

De pronto un estruendo se escucha en el piso de arriba. Dejo la taza a un lado y rápidamente subo las escaleras.

—¡Señorita, señorita! No hay de que alarmarse, yo iré a investigar.

Curioso. No estoy alarmada, solamente divertida. Acabamos de poner un pie en esta villa y Ed no puede dejar de causar problemas. Puedo acostumbrarme a eso. Subo las escaleras y en la planta de arriba hay dos largos pasillos, sin pensarlo dos veces giro a la derecha. Aquí hay varias puertas abiertas de par en par con cuadros polvorientos en la pared contraria, sin embargo todas las habitaciones están vacias. Entonces, al final del corridor puedo ver una escalerilla que sube hacia el ático.

—Perdone, pero no puede entrar ahí -sin anunciar su llegada, la pequeña ama de llaves me alarma de manera tímida-. Hace unas semanas sacaron un nido de ratones y...

—Vuelvo enseguida —no me detiene, tan solo se limita a chillar. La escalera parece firme, pero vieja.

Al subir, el inmenso ático de la mansion me deja una sensación de inquietud. Débilmente iluminado por un tragaluz lleno de finas telarañas. El lugar está repleto de cajas, muebles, baúles y espejos. Mis pasos hacen que le piso de madera cruja.

—Ed, ¿qué fue eso? Somos visitas, recuérdalo. Además no quiero quedarme más de lo necesario. ¿Ed?

Al divisar al rubio lo llamé varias veces; sin embargo se mostraba ajeno a mi presencia. Miraba fijamente a un espejo, temblando de manera tenue. Tomé su mano, helada. Busqué su mirada, perdida.

 Busqué su mirada, perdida

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—¿Tú también lo ves?

—¿De qué hablas? Ed, mirame a los ojos.

Parece que esa fue la peor respuesta que pudo haber escuchado mi parte, porque dejó de respirar. ¿Se habrá vuelto paranoico? Él no estaba loco, no podía. Me limitaba a observarlo temerosa, sin mover un solo dedo. De pronto, entre efímeros destellos en una atmosfera tensa el reflejo de Ed se mostraba distorsionado, diferente... Más siniestro.

Entonces, el rubio juntó todas sus fuerzas y la creciente curiosidad para acercarse lentamente al espejo lo dominó. Ahí, al otro lado estaba su reflejo. O eso se suponía que debía ser, aunque los ojos chispeantes carmesí que le regresaban la mirada indicaban lo contrario. Ahogándose en el atemorizante color del oponente, los reflejos de Edwin fallaron en el peor momento y sin resistirse la figura logró tomar su abrazo y obligarlo a acercarse... Traspasando el espejo.

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