Capítulo 39: Ser Valiente

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Podía sentir como la muerte rozaba aquellos corazones tan jóvenes. Mientras Ed cargaba a Psique en brazos, esperando a que recuperara la consciencia; yo le seguía el paso junto a la pequeña rubia y su hermano. Nos movíamos tanto como fuera posible, intentando recordar el camino; fallando un par de veces. Al mismo tiempo, estaba atenta a los latidos del bebé. Tan tenues. Lentos. Como un flojo golpeteo.

Mi compañero pedía ayuda a la nada, entonces, la fantasmal vereda se iluminó y los vecinos salieron a la ayuda. Abrieron sus ventanas, sacaron velas, y trajeron mantas. Poco a poco la atmosfera dejó ese tono lugubre y los tenues rayos del sol intentaban calentar mis mejillas.

—¿Qué ha pasado? ¿Desde hace cuánto perdieron la conciencia? -formulaban un millón de preguntas, una tras otra

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—¿Qué ha pasado? ¿Desde hace cuánto perdieron la conciencia? -formulaban un millón de preguntas, una tras otra. Absorta y a punto de caer les dije lo único que tenía claro.

—No lo sé. Yo... Solo ayúdenlos.

Inmediatamente la muchedumbre se hizo más densa y me arrebataron suavemente a los niños. Psique fue llevada adentro a una choza, al igual que los pequeños. Intentamos seguirlos, pero nos impidieron el paso.

Minutos después se oyó el galope de un caballo.

—A un lado. ¡El doctor ha llegado!

Esa fue la mejor noticia que recibí para calmar mis nervios y dejar de pensar en lo peor. Por otro lado, estaba preparada. ¿Para qué? Él no haber podido salvar a alguien.

—Este mundo no puede ser salvado por héroes. Las cosas no funcionan así.

—Queridos, vengan —al poco rato la dueña del lugar nos dejó pasar. Yo observaba cada movimiento de Ed, ¿qué estará pensando? ¿Los habremos salvado?—. Ustedes fueron aquellos que trajeron a Nienna y Eros, ¿no es así?

Nos limitamos a asentir, mudos ante la repentina amabilidad de la anciana y las miradas llenas de alegría mezcladas con un brillo de respeto por parte del reducido grupo dentro del lugar. Eso significaba que las había buenas nuevas. ¿Cierto?

—No saben cuánto les agradecemos. Hemos buscado a ese par por días, desde que su madre los abandonó y escaparon del orfanato, no supimos nada de ellos. Pero ahora... ¡Oh, han caído del cielo! ¿Planean adoptar, cierto? Hacen una estupenda pareja.

—Perdone, ¿qué ha dicho?

—¿Acaso no planeaban llevarse a Nienna? Ahora que ese pequeño bastardo se fue, una dolorosa muerte para todos claro; ella no tiene opción que aceptar a una familia adoptiva.

Sus palabras me cayeron como agua helada. Se ha ido. Tan efímera y eterna es la muerte. Pero... ¿Bastardo? ¡Era tan solo un niño! Además, nadie merece ser tratado así. Tense la mandíbula para contener un comentario lejos de ser amable; entonces el médico se unió a la conservación.

—Ann, Ann, deja de atormentar a estos jóvenes de buena voluntad. No vienen con deseos de criar a la pequeña.

—Sí, así es -dudé un segundo en pedirlo-. ¿Puedo verla?

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