Capítulo 40: Bellas Damas

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Estábamos sentados en una colina, arriba del pueblo, con todas nuestras pertenencias bajo el brazo. Habían pasado esos dos días tan estratégicamente planeados para no levantar sospechas. Al salir de la posada, visitamos una boutique donde las personas más adineradas del lugar mandaban a confeccionar sus galas. Psique entró de nuevo en acción y conseguimos los trajes. Gastamos mucho dinero y pasamos casi el día entero ahí. Sin embargo, valió la pena.

—Psique... —susurré mientras una señorita tomaba la medida de mi cadera y mis piernas.

—¿Si? —chilló llena de alegría. Desde que planeamos en comprar vestidos hechos a la medida ninguna de las dos no lo podíamos creer.

—Perdón por molestarte, querida. Pero, ¿acaso ya sabes qué color deseas tu nuevo vestido? —forcé un poco mi voz para que saliera pomposa y "elegante". Supe que sonaba ridícula cuando vi la mirada extrañada de las diseñadoras.

—No, aún no puedo decidir entre un rojo ocre tostado o un tono bermellón —mueve sus pestañas exageradamente y suelta una risita grave.

—¡Que importa! Te ves gorda hasta con el azul más suave —esta vez abre sus ojos divertida y sin vergüenza me muestra su dedo corazón. Entonces el gerente entró en la habitación.

—Disculpen, señoritas, ¿Podrían acompañarme a nuestra terraza, mientras sus damas terminan el pedido?

—Ahora vamos. Creo que ya hemos incomodado suficiente a estas chicas —dice Psique y hace una reverencia divertida ante nuestra costureras, que intercambian miradas e intenta reprimir sus carcajadas.

Al subir, Ed estaba esperándonos en una mesa. Durante algunas horas nos dimos el lujo de relajarnos y bromear como si no hubiera magia, ni secuestros o secretos. El tiempo acunaba nuestras mentes como si fuérsemos normales.

—Suelo ser optimista pero... No puedo evitar imaginarme estropeando todo.

—¿Tú? Haz sido de mucha ayuda, Psique —opiné mientras tomaba otro trozo de pastel

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—¿Tú? Haz sido de mucha ayuda, Psique —opiné mientras tomaba otro trozo de pastel. Cortesía de la casa en forma de disculpa a Ed porque la tela que había elegido se había acabado,

—Puedo recordar vagamente que he estado en una situación parecida —dejé de comer y preste toda mi atención a cada palabra de Psique—. Todo parecía tan plástico y falso. Perfección y orden simultáneas causando que un gran sopor aplastara mis pulmones. ¿Qué hace una criatura como yo en este mundo de porcelana?

Poco a poco sus palabras dejaron de sonar claras. Al finalizar aquel recuerdo sus pupilas se dilataron, su rostro se mostró inexpresivo y palideció. Hubiéramos llamado a un médico inmediatamente si no hubiera seguido hablando.

—¿Tú lo sabes? —Volteó su cabeza y le habló al aire—. Parecía ser como yo. Pero desapareció tan pronto y sin cumplir su promesa.

—¿Cuál fue? —Ed se armó de valor para preguntar en un susurro. Arriesgándonos a despertarla de ese trance.

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